Por Jorge Fernández Menéndez
El precandidato del PRI, José Antonio Meade, se está reuniendo con quienes compartieron con él la búsqueda de esa posición, con grupos políticos, con los partidos que pueden ser aliados del tricolor en la campaña del 2018, pero de todos esos encuentros ninguno destacó tanto como el que sostuvo con Miguel Ángel Osorio, quien fue un serio aspirante a la candidatura y quien, para muchos, representa en el gabinete del presidente Peña al priismo, llamémosle así, en estado más puro.
No sé, nadie lo sabe más que ellos, de qué hablaron durante casi tres horas Meade y Osorio, pero sin duda uno de los temas que no pueden haber estado fuera de esa mesa es el relativo a la seguridad. Osorio ha sido un secretario de Gobernación que durante estos años, y pese a todas las vicisitudes y a las diferencias internas reales que hubo y hay en el gabinete, ha mantenido la confianza del presidente Peña en forma inalterable, incluyendo su manejo de la seguridad pública. Osorio y el propio presidente Peña han insistido una y otra vez en que el deterioro de la seguridad en varios estados de la República deviene de la falta de normas para crear en las entidades fuerzas policiales y de seguridad eficientes y confiables, han destacado que durante años se ha postergado la ley de Seguridad Interior, que no se aprueba un modelo policial único en el país con mandos también unificados y coherentes. En buena medida es verdad: se ha demostrado que las fuerzas federales en la enorme mayoría de los casos tienen que actuar porque las fuerzas estatales no son suficientes y están cooptadas o rebasadas por la delincuencia, pero, pese a ello, existe resistencia en sacar adelante ordenamientos legales por una sencilla razón: quieren que sigan fluyendo los recursos de seguridad a los presidentes municipales y quieren tener el control de esas fuerzas policiales locales porque les da espacios de poder (aunque no sirvan casi nunca para combatir a la delincuencia) y dinero, ya sea por vía presupuestal o por la vía de la corrupción.
Quienes se oponen a esa ley, quienes piden que antes se apruebe la del Mando Mixto (que dejaría las cosas como están ahora en el ámbito de seguridad), tendrían que avergonzarse de lo que están haciendo. Sobre todo, el Partido Acción Nacional, que impulsó esa ley en los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón. Pero lo nuevos dirigentes panistas piensan mucho más como López Obrador que como Luis H. Álvarez: parece que no les importan las instituciones, sólo el poder. Van en contra de su historia, quizás porque, simplemente, no la conocen.
El modelo de seguridad pública, interior y nacional necesita ajustes de fondo y cambios, pero éstos no se pueden realizar sin adecuar las instituciones y las leyes. Hoy lo que se hace es apagar fuegos, dar algunos golpes estratégicos, pero sin un modelo diferente y sin el involucramiento de los tres niveles de gobierno y los tres Poderes de la Unión no se podrá avanzar mucho más que ahora. Y no olvidemos ni por un momento que todo ello debe ir acompañado también de una sociedad que hoy reclama, con razón, por mayor seguridad, pero que debe asumir también que en ese camino nadie descubre el hilo negro y que hay normas y procedimientos, instituciones y leyes que se deben cumplir. Y nadie puede explicar la inseguridad sin comprender que hay sectores sociales importantes que han sido corrompidos de una u otra forma por los delincuentes.
Junto con los secretarios de Defensa y Marina, nadie tiene una información más precisa del panorama de seguridad que el secretario de Gobernación. Ahí se concentra una enorme cantidad de hilos del poder y de información clasificada indispensable para tener un diagnóstico a fondo del problema y un diseño viable para su solución. Meade, a pesar de lo que pueden creer algunos, tiene una amplia comprensión de los temas de seguridad y sobre todo de cómo el dinero opera en los grupos criminales. Ha seguido muy de cerca los trabajos de la unidad de inteligencia financiera y por lo que alguna vez hemos platicado con él sobre el tema, está más que convencido de la importancia de la inteligencia y de seguir la ruta del dinero para romper con las tramas criminales. Y cree saber cómo operar en ese sentido.
No es una casualidad que finalmente y luego de tantos años postergándose para mejor oportunidad, el gobierno federal, el PRI y sus aliados en el Congreso, estén decididos ahora sí a sacar la ley de Seguridad Interior, aunque no haya unanimidad: sin esa ley, que es la piedra angular en torno a la cual se tendrán que alinear los Poderes de la Unión (y no sólo las instancias de seguridad), no se puede construir con una verdadera visión de futuro. Es necesario erigir todo un edificio, pero no se puede hacer sin un cimiento sólido. Y de eso se trata esta ley. Para Meade o para cualquiera que sea presidente, contar con ella será un aporte decisivo para tratar de restaurar la seguridad interior. Para eso y para compartir muchos de los hilos centrales de la política, la seguridad y la gobernabilidad era tan importante la reunión de Meade y Osorio. Información Excelsior.com.mx