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Mejor preguntémonos por qué entró

Por Ángel Verdugo

La lectura de la colaboración periodística este sábado 5, de quien tiene una brillante carrera como servidora pública en materia de transparencia y ahora consultora en esa materia, María Elena Pérez-Jaén Zermeño, me motivó a escribir ésta. Algunos párrafos de su texto, obligadamente llevan al lector del mismo a plantearse la pregunta del título.

¿Qué explica y justificaría la decisión de Alfonso Romo —integrarse de lleno al equipo de campaña del aspirante por tercera vez a la Presidencia de México—, por encima de la claridad y contundencia de la información que aquélla le dio en la larga conversación sostenida, cuatro años antes de la victoria del actual presidente el 1 de julio del año 2018?

¿Por qué sería útil hurgar en las posibles razones de Alfonso Romo para incorporarse al equipo de alguien después de que varios —además de aquélla—, habían expuesto públicamente en diversos medios sus prácticas y conductas y encabezado actos violatorios de la ley? ¿Quién relacionado con la política —y Romo lo estaba desde años atrás—, ignoraba para esas fechas —mayo del año 2014— la inclinación natural del hoy Presidente a violar la ley de manera flagrante y a veces violenta? La respuesta es, simplemente, ¡nadie!

Por otra parte, sería útil y obligado tratar de encontrar las causas de aquella decisión de Romo porque, su caso no es único; las razones de su decisión, con ligeros matices que prácticamente no alcanzan a diferenciarlas, son las mismas de los que forman desde hace muchos años su equipo cercano y de más confianza así como las de aquellos que posteriormente se incorporaron a la campaña, y luego al gobierno en diferentes posiciones.

Es pues importante tratar de determinar cuáles fueron aquéllas porque, entonces y ahora es imposible fingir que no sabían cómo era y quién era López Obrador. Priista de vieja data y luego tránsfuga de ese partido y posteriormente destructor del partido (PRD) que lo apoyó con todo e incondicionalmente en la búsqueda de la Jefatura de Gobierno del entonces DF, y en sus dos fracasos posteriores como candidato a la Presidencia de la República.

¿Qué habría motivado a Romo y a quienes lo conocían de cerca por haber trabajado con él en el gobierno del DF, Urzúa y Herrera por ejemplo, para reincidir en el error cometido antes? Estos últimos, renunciado el primero pues el segundo no se atrevió por su bien conocida falta de carácter, conocieron y padecieron las hoy evidentes limitaciones del actual Presidente y sin embargo, cometieron lo que habían calificado en su momento como error garrafal: haber aceptado trabajar con él la primera vez.

¿Acaso la cobardía y falta de carácter para rechazar la oferta de trabajo puesta ante ellos, explica su aceptación sumisa, corregida poco después por Urzúa? ¿Y en los demás? ¿Qué llevó a personajes como Bartlett, Scherer, Sánchez y Ebrard que para esas fechas tenían todo, y el riesgo a correr era gigantesco dado el conocimiento que tenían del triunfador en la elección de julio? ¿Simple oportunismo o ansias de poder y por qué no, sueños de la candidatura a la Presidencia o alguna gubernatura? ¿Tan ingenuos son los cuatro?

En otros personajes, muchos de ellos políticos formados durante años de militancia y puestos elevados en gobiernos priistas y panistas, ¿fue la nostalgia por el poder y privilegios que ahí habían disfrutado? Algunos más, ¿por la oportunidad de los grandes negocios al amparo del poder?

Todas esas razones y muchas más, no bastan para explicar la decisión de Alfonso Romo. Poder tenía y riqueza también; reconocimiento en ámbitos empresariales sin duda, más en el exterior que en México. ¿Acaso su motivación principal fue la venganza en contra de aquellos que durante años lo despreciaron y aún desprecian en los cerrados círculos empresariales de Monterrey, debido a su origen y la forma como hizo fortuna?

Releo el texto de María Elena y lejos de aclarar dudas y resolver preguntas, surgen más. La decisión de un personaje como Alfonso Romo frente a todas las razones arriba mencionadas, me sigue pareciendo inexplicable. ¿Acaso debo aceptar que la única razón es, según un amigo que conoce de política y muy bien a personajes como Alfonso Romo, no otra que ésta: la supuesta inteligencia que se le adjudica a Romo es, simplemente, un mito bien manejado y mejor publicitado?

Por lo pronto, gracias a María Elena por su excelente texto.Información Excelsior.com.mx

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