El director australiano Adam Elliot (Harvey Krumpet) construye personajes complejos, dispuestos a atravesar situaciones dolorosas, pérdidas, enfermedades y panoramas desoladores que, muchas veces, tienen un objetivo bastante luminoso: demostrar que hay esperanza por más gris que se ponga la vida.
En Memorias de un caracol, su más reciente filme que contenderá en unas semanas al Oscar como Mejor película animada, nos cuenta con la historia de una niña llamada Grace, quien nace con labio leporino, pierde primero a su madre, después a su padre y finalmente es es separada de su hermano gemelo para ponerlos en distintas familias adoptivas.
“Tengo 53 años y en el camino ya perdí a mi papá, a algunos amigos y otros familiares. Conforme te vas haciendo viejo asimilas cómo vas perdiendo gente en tu vida y de lo afortunado que eres de seguir vivo y gozar de buena salud. Ésta es mi séptima película. Todos mis filmes son oscuros, pues lidian con la muerte, la pérdida, el trauma, la soledad y la melancolía, estoy consciente, pero conforme me hago más viejo trato de equilibrar esos temas con comedia y los finales felices, así que Memorias de un caracol es, quizá, la cinta con el final más feliz que he hecho hasta hoy”, contó Elliot en entrevista con Excélsior.
Elliot ha hecho del stop-motion su rúbrica cinematográfica y lo podrán descubrir una vez que decidan incursionar en el desolado mundo interno y externo de Grace a partir de mañana en salas de todo el país.
La película nació a partir de una serie de ideas que llegaron tras el deceso de su padre y la historia de una de sus amigas que fue acosada en su infancia por nacer con labio leporino. En un inicio, el australiano iba a relacionar todas las condiciones y emociones con aves, pero el caracol terminó por resaltar mucho más el significado del libreto.
“Me encantan los caracoles, porque son introvertidos dentro del mundo de las criaturas. Si tocas sus antenas, el molusco se retrae dentro de su caparazón y eso es justamente lo que está haciendo Grace en la vida, se está retractando del mundo y usa su caparazón como un escudo contra el dolor.
“Por eso decidí usarlo, aunque también me encanta el remolino que se forma en su caparazón, porque me parece es un hermoso símbolo de la vida dando un giro completo. Además, descubrí que el caracol no puede echarse en reversa, sólo se puede mover hacia adelante y eso se enlaza con la cita que quería utilizar del filósofo Søren Aabye Kierkegaard, quien decía que la vida sólo puede entenderse hacia atrás, pero tenemos que vivirla hacia adelante”, compartió Elliot.
El realizador detrás de otros proyectos como su trilogía de Uncle, Cousin y Brother, de cierta forma, plasma personajes complejos que enfrentan situaciones adversas debido a su propia historia de vida: nació con un temblor fisiológico hereditario. Así que, intencionalmente, sus animaciones stop-motion siempre muestran líneas desiguales.
Entonces, ¿cuántas vivencias y cicatrices tuyas dejaste en los personajes de Memorias de un caracol?, se le cuestionó.
“Pinky es esa parte de mí en la que me quiero convertir, un espíritu libre, excéntrico y que no le importa lo que piense la gente. Todos ellos son personajes muy reales, porque me interesa crear personajes que sean verdaderos, cercanos y me importa que la gente se ponga en los zapatos de ellos y se pregunte cómo sería ser una niña de ocho años que nace con paladar hendido”, expresó el realizador.
A Pinky la reconocerán por ser una mujer con actitud, arrugadísima, fumadora y de inconfundibles gafas de pasta roja, pero también la guia cómica dentro de la sombría rutina de Grace y la luz que le enseña a la pequeña a no tomarse todo tan enserio… Básicamente, que todo se le resbale, como si fuera caracol desplazándose libremente en la maleza.
Memorias de un caracol es la única cinta con clasificación R (Restringida para menores de 17 años en EU) que contenderá por el Oscar el próximo 2 de marzo, teniendo como compañeras de categoría a Flow, Robot salvaje, Intensamente 2 y Wallace & Gromit: La venganza se sirve con plumas.
Tal como lo dijo en su momento el mexicano Guillermo del Toro cuando promocionó Pinocho, Adam Elliot coincide con la idea de que la animación es un medio para contar historias y no necesariamente es un género enfocado exclusivamente al público infantil.
Al sacar a colación el discurso que ha dado el director tapatío, el realizador originario de Berwick, Australia; destacó una plática que precisamente tuvo con él.
“Hace unas semanas cené con Guillermo y el día de mi cumpleaños (2 de enero) me cantó Happy Birthday, lo cual fue realmente agradable. Comparto la misma visión de que la animación y el stop motion no son un género, sino medios para contar historias universales.
“Nos han lavado el cerebro para que pensemos que la animación es infantil debido a lo que hacen Disney, Pixar o Dreamworks, pero es una manera maravillosa de comunicar historias desafiantes, sofisticadas y adultas”, explicó.
Ante el hecho de que el próximo 2 de marzo contenderá al Oscar como sucedió hace 21 años, cuando ganó como Mejor cortometraje animado por Harvie Krumpet, el director con 29 años de carrera fue muy claro al señalar que “ganarlo hace ya varios años ayudó mucho a mi carrera, pero no cambió mucho mi vida, sólo hizo que fuera más fácil poder financiar mis películas y estaba muy feliz de no volver a ganar nunca más. Sin embargo, la nominación para esta película está siendo realmente gratificante para todos mis artistas, muchos de ellos veinteañeros, que me ayudaron a hacer la película, pero no creo que vayamos a ganar”, se sinceró.
Una actitud digna de su película, pero realista, tomando en cuenta que la categoría está fuertemente peleada entre Flow, de Gints Zabalodis, y Robot salvaje, de Chris Sanders, las que más estatuillas acumulan en la temporada de premios en curso.
Memorias de un caracol cuenta con más voces en inglés de un gran cast mayoritariamente australiano como Sarah Snook, Jacki Weaver, Kodi Smit-McPhee, Eric Bana, mientras que en español las voces son de Cassandra Ciangherotti, Emilio Treviño y Javier Ibarreche.
Nick Cave, un triste cartero
Dentro del elenco de voces encontramos a Nick Cave. Y en absoluto es una sorpresa si tomamos en cuenta que la narrativa del cineasta es totalmente empática y similar con la oscuridad y el humor abrasivo que hacen de sus canciones una experiencia obligatoria para cualquier alma torturada por la vida.
En la película, Nick Cave interpreta a Bill Clark, un solitario cartero que muere cruelmente en circunstancias totalmente perturbadoras.
“Nick y yo tuvimos nos divertimos mucho grabando los terroríficos gritos para la muerte del personaje. A comparación de lo que muchos creen, él es un hombre amoroso y un artista en su totalidad. Fue un honor tenerlo en la película”, compartió Elliot en Instagram.
Nick no es un outsider del cine. Mucha de su música es una paradoja que bien puede ser narrada disco con disco en una película, por algo logró la belleza del documental 20,000 días en la Tierra y This Much I Know to be True.
Una de las razones principales por las cuales lo llamó de último minuto, porque es la verdad, es porque Adam ama la música de su paisano y amaba la idea de que Nick leyera un poema de su autoría y es precisamente lo que podrán ver en pantalla:
“Las rosas son rojas, las violetas en el campo;
seré tu carta y tu mi estampilla;
eres las nubes y yo los cielos;
déjame naufragar entre tus muslos”.
Los versos están dedicados a la entrañable Pinky.
Como en la película, Nick Cave ha tenido que encontrar la luz a pasaje realmente escabrosos en su vida, como la muerte de sus hijos Arthur y Jethro, episodios que ha abordado en su blog personal The Red Hand Files.
Como Grace, el padre de Nick Cave murió cuando él tenía 19 años. Fue un accidente automovilístico. También fue adicto a la heroína y cayó en una fuerte depresión tras su ruptura con PJ Harvey, que pudo superar gracias al disco The Boatman’s Call (1997).
Por Jorge Santamaría
Cassandra Ciangherotti
Conócela
Nació el 14 de febrero de 1987.
Descendiente de los actores de la Época de Oro del cine mexicano, los hermanos Soler.
Hija del fallecido actor Fernando Luján.
Comenzó su carrera en 2007 y ha sido parte de 40 proyectos de cine y televisión.
Ha protagonizado distintas obras de teatro. Hace unos meses se le vio en la obra Cómo aprendí a manejar.
Se le verá como la artista Remedios Varo en la cinta Leonora in the Morning.
Introvertida y misteriosa
La actriz compartió cómo conectó su vida con la trágica realidad del personaje protagónico de Memorias de un caracol
Cassandra Ciangherotti ya había tenido experiencia en doblaje animado con la pequeña diablilla Tina Nelson, personaje de la franquicia Minions, pero las grandes ligas llegaron con Memorias de un caracol, una de las contendientes al Oscar como Mejor película animada.
En el filme, del director Adam Elliot, interpreta a Grace Prudel, la joven protagonista que le comparte a un pequeño molusco las vicisitudes, pérdidas y dolores por las que ha atravesado en su vida.
“Había un desfasamiento cultural entre Estados Unidos y México a la hora de darle la intención a lo que Grace hace y dice, porque si traduces el libreto original a nuestro idioma suena muy fake, así que lo mejor es aportar tu lenguaje, pero con la ternura de una chica hablando con un caracol”, expresó Ciangherotti en entrevista con Excélsior.
Cabe destacar que la voz del personaje principal, en su idioma original, es de Sarah Snook (Succession).
Memorias de un caracol, que se estrena mañana en la cartelera mexicana, fue considerada al Globo de Oro en la categoría antes mencionada, además, es la segunda animación para mayores de 21 años que aspira a una estatuilla de la Academia estadunidense.
Aunque tiene pocas posibilidades de ganar el Oscar debido al hype que existe entre Flow y Robot salvaje, el stop-motion del cineasta australiano se ha ganado el corazón del público internacional al abordar los miedos, la depresión, la soledad, la ansiedad y la muerte de forma bastante visceral.
Elliot canalizó todos esos sentimientos por medio de una chica huérfana, separada de su hermano gemelo y que se esconde detrás de un caparazón para evitar externar sus emociones y reprimirlas… hasta que conoce a la pequeña Pinky.
“Es una película muy fuerte por el fuerte dolor que Grace carga, las cosas que atraviesa, las cosas que le pasaron y las muchas otras que no se mencionan, (pero se intuyen al tratarse de la represión de emociones). Me gusta que Pinky no cuente su infancia, porque Grace lo hace y es muy duro. De hecho, Pinky no lo hace por tener un origen peor.
“Es difícil ponerse en los zapatos del otro si no has tenido experiencias duras en la vida. Hay gente que nace con eso y no necesita que la tragedia lo atraviese para poder empatizar, pero siento que en general necesitamos que nos atropelle un tren para poder vernos a los ojos con más humildad”, compartió la actriz, de 37 años.
Grace Prudel nació en una familia de artistas, en la que su padre es un francés malabarista y su mami, adicta a la lectura; mientras que su gemelo, Gilbert, quien nació con labio leporino, es víctima de bullying en la escuela y cuyo sello es el sombrero teijo que desde pequeña usa y que recuerdan los ojos de un caracol.
Al ser una persona solitaria se refugia en la lectura, en las pláticas con Pinky, la comida, la inocente cleptomanía en tiendas, la magia del cine y la curiosa afición de coleccionas caracoles vivos, muertos o de papel.
“Me siento muy identificada con la parte del caparazón por sentirme introvertida. Tiendo a hablar poco. En la película lo conecté con el hecho de venir del arte, del papá malabarista y de ella teniendo un hermano que también quiere hacer lo mismo en París y ella repitiendo la parte del cine. Lo veo como la onda de seguir el oficio de la familia como una forma de sanar”, reflexionó Ciangherotti, hija del fallecido actor Fernando Luján.
Con una carrera de casi dos décadas, Cassandra habló de la actualidad profesional después de ser parte de proyectos importantes como La liberación, Me estás matando Susana y Los parecidos, entre otras.
“Hay una parte en la que me siento muy satisfecha con el camino elegido, porque hay muchos que se presentan como posibilidades, pero en el mío veo que el mundo ha dado un vuelco gigante.
“Siento que es difícil seguir el paso a la cantidad de movimiento social y mediático. Por ejemplo, cuando empecé mi carrera, los actores eran conocidos por la revista Eres, y ahora te enteras por las redes sociales. No tengo TikTok. A veces me siento metida en la física cuántica de que no sé cómo pasa, pero estoy feliz de que siga sucediendo”, compartió.
Ahondando en la cuestión de las redes sociales y de cómo el consumo de información se ha modificado y se ha vuelto muy efímero e instantáneo, la actriz que tiene una nena de tres años a la que no le ha acercado ninguna pantalla de celular o de televisión desde que nació.
“Yo me siento súper desconectada de todo eso. A mí no me gustan las redes sociales, la paso mal. Sólo tengo Instagram, pero no me gusta exponer mis viajes, mi vida, tampoco mi cama, ni lo que como, aunque sé que genera morbo, me gusta que haya misterio en mi vida. Los actores deberíamos ser más reservados, porque siento que hoy en día la gente tiene menos capacidad de concentración”, contó la actriz nominada a siete premios Ariel. Información Excelsior.com.mx