Por., Jorge Fernández Menéndez
Anteanoche en un mitin en Florida, el presidente Donald Trump, reveló que acababa de ocurrir un grave atentado en Suecia, esa misma noche. “En Suecia, imagínense”, se asombró Trump. En el mismo discurso acusó a los medios de conspirar en contra suya con todo tipo de mentiras. Se refería, en ese caso a la precipitada renuncia de su principal asesor de seguridad nacional, Michael Flynn cuando se supo que había mantenido contactos ilegales con la diplomacia rusa siendo Trump ya presidente electo.
Por supuesto, la mentira no era de los medios: era de Trump, quien esa misma noche estalló contra los organismos de inteligencia de su país, los mismos que él dirige, por hacer una campaña de filtraciones en su contra.
Pero lo de Suecia llamó profundamente la atención. ¿Qué había pasado en el país nórdico? La respuesta la dio inmediatamente el primer ministro sueco: nada. En un tuit Carl Bildt negó cualquier tipo de atentado y, simplemente, le preguntó a Trump: “¿Qué fumó?”.
La semana pasada Trump estuvo en una planta de Boeing, la misma empresa a la que había acusado hace unas semanas de estar estafando al pueblo estadunidense con la construcción de los nuevos Air Force One, diciendo que cobraban por los aviones presidenciales una cifra muchas veces superior a la que se pagaba en realidad. Bueno, en esta ocasión felicitó a Boeing por mantener sus plantas en el país. Los puso como ejemplo de su propia política.
El único problema es que otra vez mentía y como lo ha explicado una y otra vez esa empresa, sus más modernas plantas son en realidad ensambladoras de partes aeronáuticas que se hacen en otros países. Boeing es un ejemplo de todo lo que la administración Trump quiere destruir: es una empresa global, integrada y que ensambla en sus plantas lo que se construye en otras partes del mundo.
Según un informe de la propia empresa, su avión estrella, el Dreamliner, está producido casi por completo en el exterior. Ese avión, el mismo que opera Aeroméxico y que es el que utiliza la Presidencia de la República, ése que López Obrador decía que no lo tenía ni Obama (otra mentira), es montado en la planta de Everett, en el estado de Washington, desde el 2003 una planta empleada como una línea de ensamblaje que se nutriría de diversos proveedores, la mayoría extranjeros, lo que hacía, explicaba Boeing que la cadena de montaje ganase en agilidad y en sencillez, a la vez que generaba una reducción del inventario, gracias a los sistemas preinstalados que reducirían el tiempo de montaje final en tres cuartas partes del tiempo anteriormente estipulado.
En la información entregada por la empresa se destacaba que, por ejemplo, las alas eran entregadas por Mitsubishi, de Japón; el estabilizador horizontal, por Alenia Aeronáutica, de Italia y Korea Aerospace, de Corea del Sur; las secciones de fuselaje provienen de Global Aeronáutica, de Italia, de la propia Boeing, de Kawasaki Heavy Industries, de Japón, de Spirit AeroSystems, estadundiense y de Korean Air, de Corea del Sur; la puertas para pasajeros son de Latécoère, de Francia; las puertas de carga, puertas de acceso y de escape de la tripulación, las hace Saab AB, de Suecia; el software del avión lo desarrolló HCL Enterprise, de India; las vigas del piso de cabina vienen de TAL Manufacturing Solutions Limited, de India; todo el cableado de Labinal, de Francia; todos los dispositivos de punta alar, flaps, carenados, portones del tren de aterrizaje y largueros, son construidos por Korean Air, de Corea del Sur; el tren de aterrizaje viene de Messier-Dowty, de Francia; y los sistemas de gestión y aire acondicionado son de Hamilton Sundstrand, de Estados Unidos. En la actualidad cada vez más partes de esos equipos, como arneses, puertas y el tren de aterrizaje provienen de México. Nuestra industria aeroespacial le vende partes y componentes a Boeing por más de mil millones de dólares al año. Eso es lo que hace a Boeing una de las empresas más prósperas del mundo y la nueva economía global se sustenta en ese tipo de integración industrial.
No hay nada que deslegitime más a un político y, sobre todo, a un Presidente que la mentira, peor aun cuando se suma a la ignorancia. Sea para denunciar atentados en Suecia, masacres inexistentes de niños, falsear conscientemente el costo de los aviones presidenciales (allá o acá) y no entender que la realidad es mucho más terca, más cabrona, que sus declaraciones.
Por cierto, hablando de información: este fin de semana cumplimos ocho años con el programa Todo Personal en Proyecto 40, que hacemos con mi compañera, en todos los sentidos,
Bibiana Belsasso. Comenzamos con un pequeño bloque de 15 minutos semanales de periodismo de investigación y hoy estamos con ustedes cada día, de 9 a 9:30 de la noche y vienen para el 40 y para Todo Personal, nuevas y buenas noticias. Ocho años demostrando que la información y la opinión sí se basan en datos duros e investigación, en respeto y responsabilidad, es redituable, interesante e importante. Gracias a todos.
Fuente. Excelsior.com.mx