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Modelo educativo: testimonio y empeño

Por: Carlos Ornelas

Cada quien asumió su papel. Los opositores le hicieron la crítica sin miramientos y quienes apoyan a la reforma, aunque censuren al gobierno, plasmaron sus cumplidos. Sin embargo, pocos observadores prestaron atención al subtítulo del modelo: “Educar para la libertad y la creatividad”. A fe mía, que esta frase encarna el propósito —simbólico, si se quiere, pero anhelo al fin— de la Reforma Educativa.

Si uno examina el contenido del modelo, se dará cuenta de que el texto es fiel a ese postulado. En varios de los documentos que componen el corpus del modelo, se insiste en que se piensa en rescatar el humanismo en la educación. Claro, es una respuesta a quienes acusan al gobierno de un enfoque teocrático y de ser seguidor fiel de designios neoliberales que impulsan los organismos multilaterales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Aunque también una muestra de que se escuchó a los maestros de base en los foros de consulta.

No digo que la Secretaría de Educación Pública haya mostrado una apertura sin cortapisas y prestado oído a todos y a todo. Pero tampoco mostró un ánimo impositivo. Lo digo de primera mano. Participé en tres de los foros y fui observador atento de otros tantos.

No obstante, el formato de los foros fue consecuente con el propósito de la reforma. Dirigió su ataque a la tradición de cultivar la memoria como método único de enseñanza, a la organización escolar vertical y autoritaria, al mismo tiempo que el gobierno central centralizaba los hilos del control.

Estas arremetidas contra las traiciones memoristas y burocráticas se perciben con mayor claridad en los capítulos I y II, destinados al planteamiento curricular y a poner la escuela al centro del sistema educativo. Atención: el modelo proyecta un deseo, es un planteamiento abstracto; su realización dependerá de cómo el gobierno enfrente las condiciones que el contexto político —nacional e internacional— imponga.

Educar para la libertad y la creatividad es una apuesta que trata de poner en un solo carril dos senderos que la tradición —y también las visiones políticas y posturas académicas contratantes— ha puesto como antagónicos.

La libertad ha sido el designio de educadores ilustrados, de aquellos que persiguen que la educación ponga en alto los valores más apreciados de la especie. Voluntad que hoy se centra en los derechos humanos.

La creatividad es una de las banderas que promueven los fanáticos de la globalización. Pero no es su patrimonio original. Ellos ponen la idea de que sólo por medio de la ciencia y la tecnología se puede incrementar la capacidad humana para innovar e impulsar el crecimiento económico. Desprecian la enseñanza de las artes y la cultura; los valores únicos que promueven son el trabajo —que no está mal, digo— y la independencia de criterio. Su visión de la libertad se centra en la libertad de elegir; no contemplan a ciudadanos, avizoran consumidores.

Esta es la misma tendencia que antes divorciaba a la técnica de la cultura. Y esa separación ha traído consecuencias funestas a la educación nacional.

Recuerdo cómo a comienzos de los 70 me sedujo la propuesta del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Pablo González Casanova, de combatir ese divorcio —ficticio, además— por medio del Colegio de Ciencias y Humanidades. Se trataba de maridar a la tecnología con la ilustración, la libertad con la creatividad.

La síntesis de los fines de aquella aventura intelectual, que se materializó en unos cuantos meses —y en cuyo itinerario hay ascensos y declives— era: “Aprender a aprender, aprender a enseñar y enseñar a enseñar”.

Pienso que el modelo es un heredero de aquellos propósitos. No será la solución total a los problemas de nuestro sistema escolar, pero tampoco es un mero placebo. Tiene sustancia y procedimiento.

La apuesta de educar para la libertad y la creatividad puede ser retórica en el texto, pero es un propósito por el que vale la pena comprometerse. En consecuencia, no critico a la SEP por haberlo propuesto, mi empeño es enjuiciarla si no se aplica a su cumplimiento. Información Excelsior.com.mx

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