KOCHI, India — Cuando el obispo Franco Mulakkal decidió él mismo oficiar la ceremonia de la primera comunión del hijo de Darly, un honor singular en su templo católico en India, la familia estaba llena de orgullo.
Durante la ceremonia, Darly volteó a ver a su hermana, una monja que trabajaba con el obispo, y vio que sus ojos se llenaban de lágrimas—lágrimas de felicidad, ella supuso. Solo después se enteraría de las acusaciones de su hermana de que, la noche anterior, el obispo la había llamado a su habitación y la había violado.
La familia dice que ese fue el primer ataque en un infierno de dos años en los que el prelado la violó 13 veces.
La acusación sobre el obispo, quien sostiene que es inocente, será impugnada por un fiscal especial bajo las acusaciones de violación e intimidación, afirmó la policía que investiga el caso.
Pero la Iglesia reconoció las acusaciones de la monja solo hasta después de que cinco de sus compañeras se rebelaron y la apoyaron públicamente.
Querían llamar la atención sobre su búsqueda de justica durante el último año, a pesar de que habían ejercido gran presión sobre ellas para que permanecieran en silencio.
“Solíamos ver a los padres de la iglesia como equivalentes a Dios, pero ya no”, afirmó Darly, cuya voz le temblaba por los sentimientos que la embargaban.
“¿Cómo voy a poder contarle a mi hijo esto: que la persona que nos enseñó sobre lo que está bien y lo que está mal le dio su primera comunión después de cometer un pecado tan terrible?”.
El caso en India, en el estado sureño de Kerala, es parte de un problema mayor dentro de la Iglesia del cual el papa Francisco habló por primera vez el jueves después de décadas de silencio por parte del Vaticano. Admitió que el abuso sexual de monjas a manos de clérigos es un problema persistente en la Iglesia.
En una época en que poca gente asiste a la iglesia en Occidente, y están clausurando parroquias y monasterios en toda Europa y América porque están vacíos, el Vaticano depende cada vez más de lugares como India para que la fe siga creciendo.
“Los sacerdotes y las monjas de India son de suma importancia para la Iglesia católica en el Occidente. El entusiasmo de los cristianos de Asia sobresale completamente en comparación con la religión tibia que practican en Occidente”, sostuvo Diarmaid MacCulloch, especialista en historia de la Iglesia en la Universidad de Oxford.
Sin embargo, el escándalo en Kerala está dividiendo a los católicos de India, que suman aproximadamente 20 millones, a pesar de ser una minoría relativamente pequeña en una población inmensa.
Y quizá la historia se complique: más monjas se han atrevido a denunciar abuso sexual a manos de sacerdotes, según la policía del estado de Kerala.
“Si este caso prosigue, será un comienzo nuevo y los sacerdotes y obispos serán obligados a rendir cuentas”, dijo el padre Augustine Vattoly, un sacerdote en Kerala quien desde un inicio apoyó las acusaciones de la monja y dijo que sus superiores le ordenaron que dejara el asunto o asumiera las consecuencias.
“Estamos perdiendo la fe de las personas. La iglesia se va a convertir en un lugar despoblado si esto continúa. Al igual que en Europa, los jóvenes ya no van a acudir a nosotros”.
Las copias de las denuncias oficiales que la monja envió a autoridades eclesiásticas por correo electrónico y postal también fueron puestas a disposición de The New York Times.
La familia de la monja acusa a Mulakkal, de 54 años, de haberla violado en repetidas ocasiones a lo largo de dos años, a partir del 5 de mayo 2014.
No se pudo contactar al obispo a fin de que comentara algo para este artículo, pero según funcionarios de la Iglesia y la policía de Kerala, él insiste en su inocencia.
La monja, que pertenece a la orden religiosa Misioneros de Jesús, por primera ocasión informó a autoridades eclesiásticas de los abusos en enero 2017.
Contactó a alrededor de doce funcionarios de la Iglesia, como obispos, un cardenal y a representantes del Vaticano.
Algunos le aconsejaron que esperara, asegurándole que la Iglesia tomaría acción. Su familia dijo que otros funcionarios le prohibieron contactar a la policía.
Pero la única acción fue en septiembre pasado, después de que el silencio de la Iglesia motivara a otras cinco monjas a rebelarse y a acudir al tribunal superior de Kerala para protestar durante varios días.
Se sentaron frente a un afiche grande basado en la famosa escultura de La piedad albergada en la Basílica de San Pedro y que representa a María sosteniendo en su regazo el cuerpo inerte de Jesús después de la crucifixión.
En lugar de Jesús, en la imagen estaba el cuerpo sin vida de una monja. En una pancarta se leía: “Justicia para las monjas”.
Aproximadamente dos semanas después de que iniciaron las protestas, el Vaticano depuso a Mulakkal de sus deberes administrativos. Al día siguiente, el 21 de septiembre, la policía de Kerala lo arrestó.
“En retrospectiva, la Iglesia debió haber actuado antes si hubiéramos sabido que en realidad había habido un crimen. Si ella pensaba que la Iglesia no hacía lo que debía, debió haber ido con la policía antes”, afirmó el padre Paul Karendan, un vocero de la arquidiócesis que supervisa las oficinas centrales de la Iglesia siro-malabar.
Karendan dijo que al inicio la Iglesia fue muy lenta para actuar, pues creían que la monja simplemente se oponía a órdenes de transferencia dadas por Mulakkal.
Al regresar a su diócesis cuando salió libre bajo fianza en octubre, Mulakkal recibió una amorosa bienvenida, fue aclamado por la gente bajo una lluvia de pétalos. Su iglesia puso una pancarta grande con su foto en la que se le daba una “calurosa bienvenida”.
Un policía de alto rango que investiga el caso dijo que él estaba bajo el entendido de que las autoridades tenían suficiente evidencia para demostrar que Mulakkal había violado a la monja y luego había intimidado a su familia y a las de las monjas que participaron en la protesta para silenciarlas.
El policía habló sobre el caso bajo condición de permanecer anónimo, pues el informe policíaco final será presentado más adelante, en febrero, antes de que el juicio comience.
“Estamos destrozados. La Iglesia a la que le hemos dado nuestras vidas ni siquiera nos escucha”, se lamentó Anupama Kelamangalathuveli, una monja que trabajó en el convento en la misma época que la monja que dijo había sido violada.
“Esta pelea no es solo para nosotras”, agregó. “La Iglesia tiene que escuchar a las mujeres y no solo a los sacerdotes y obispos”.
En noviembre 2017, el cardenal George Alencherry desaconsejó a la monja de que llevara su caso ante los medios o la policía, de acuerdo con su familia y otras monjas. Los representantes de Alencherry no respondieron a las reiteradas solicitudes de dar algún comentario para este artículo.
Desesperada, la monja, miembro de la orden religiosa Misioneros de Jesús, decidió llevar su caso directamente al Vaticano y le escribió al representante del papa en la India, el arzobispo Giambattista Diquattro.
“Apenas llegué a la habitación, me jaló hacia él. Quedé estupefacta y aterrada por esta acción suya. Hice todo lo que pude por zafarme, pero fue en vano. Me violó de una manera brutal”, se lee en una carta que la monja le escribió a Diquattro el 28 de enero de 2018.
Después en la carta se acusaba a Mulakkal de intimidarlas a ella y otras personas para que guardaran silencio; luego se explicaba cómo se había quejado con diversas autoridades eclesiásticas de que no habían hecho nada al respecto.
Reiteradas solicitudes a Diquattro, vía telefónica y por correo electrónico, para dar un comentario sobre este artículo no fueron respondidas.
A lo largo de más de un año de esfuerzo para recibir ayuda dentro de la Iglesia, ella le contó a otras cinco monjas que vivían con ella en el convento, St. Francis Mission Home, escondido entre la abundante jungla de la Kerala rural. Después llegaron a un punto crítico.
En abril del año pasado, las cinco, algunas habían sido transferidas a otros conventos, desafiaron las reglas de la Iglesia y se escaparon de sus residencias en otras partes de India, tomaron autobuses y trenes para viajar cientos de kilómetros y estar con su hermana y apoyarla.
Ahora las monjas están presentando demandas civiles en contra de funcionarios eclesiásticos en India, pues afirman que están tratando de intimidarlas para que dejen el caso o ignoren las acusaciones de violación.
Las monjas siguen en St. Francis e ignoran las insistentes órdenes de autoridades de la Iglesia que el mes pasado les exigían separarse.
El sábado, debido a que las monjas planeaban hacer otra protesta pública, la Iglesia revocó esas órdenes, así que las monjas obtuvieron una pequeña victoria. Información debate.com.mx