Por Yuriria Sierra
Hace unos meses, en noviembre de 2016, tres mujeres de Aguascalientes estuvieron presas 36 horas, porque un hombre entró a la casa en la que vivían durante la madrugada para robarles. Ellas se defendieron del robo a sartenazos. El ladrón murió, pero, irónicamente, los familiares del delincuente las acusaron de homicidio. En videos de la televisión local quedaron grabados los testimonios de esos parientes que, rayando en lo ridículo, justifican el robo, pero no entendían el porqué las mujeres tomaron sus sartenes y le cayeron a golpes al sujeto. Al juez que llevó el caso le costó 36 horas entender y determinar que, en realidad, esas tres mujeres actuaron en defensa propia.
Hace unos días, nos enteramos del caso de Itzel, una joven de 15 años que fue exonerada, luego de que cuatro semanas antes fuera secuestrada y abusada sexualmente, en repetidas ocasiones, por un sujeto que la amenazaba con un cuchillo en las inmediaciones del Metro Taxqueña. La joven logró arrebatarle el arma al agresor y se defendió con ella. El sujeto murió, pero a Itzel se le imputó homicidio doloso y se le abrió un proceso penal. Casi un mes después, Itzel habló de su caso en un video que fue visto por miles de personas a través de las redes sociales. En respuesta, la Procuraduría capitalina, que antes no dejaba que la defensa de Itzel tuviera acceso a su carpeta de investigación, liberó a la joven de toda responsabilidad. Un mes y un escándalo mediático fue lo que le costó a la autoridad determinar que sí, que Itzel sólo se había defendido.
Ambos ejemplos son, lamentablemente, apenas una pequeñísima muestra de cómo funcionan las leyes en nuestro país. Hace unos días, en Imagen Radio, entrevisté a Ana Katiria Suárez, una abogada mexicana que se enfrentó a esa maraña de huecos, vicios y machismos de la justicia mexicana, cuando defendió a Yakiri Rubio, una joven que en 2013 fue encarcelada, acusada de homicidio calificado. Las circunstancias del caso son muy parecidas a las de Itzel: Yakiri fue secuestrada por dos sujetos, que la llevaron a un hotel para abusar de ella, quien se defendió. Uno de los agresores murió. Ella salió del hotel semidesnuda y logró llegar a una delegación de la Procuraduría. Los agentes que la atendieron la ingresaron como agresora, no como víctima. Yakiri estuvo presa y para recuperar su libertad, su familia tuvo que pagar casi medio millón de pesos como fianza, y eso sólo porque un juez determinó que, aunque los agresores trataron de asesinarla, ella hizo “uso excesivo” de la legítima defensa, pero a pesar de eso podía llevar su proceso en libertad. Vaya justicia. Fue hasta mayo de 2014 que Yakiri fue absuelta, pero, sorpresa, la PGJ apeló la sentencia. Yakiri está hoy en libertad, pero para el entendido de quienes ejercen la justicia en la Ciudad de México, debería estar presa. El largo camino que la abogada recorrió para lograr la absolución de Yakiri, lo narra ella misma en el libro En Defensa Propia, editado por Grijalbo, que recién llegó a los estantes de librerías.
Según el Código Penal Federal, “se presumirá como defensa legítima, salvo prueba en contrario, el hecho de causar daño a quien por cualquier medio trate de penetrar, sin derecho, al hogar del agente, al de su familia, a sus dependencias, o a los de cualquier persona que tenga la obligación de defender, al sitio donde se encuentren bienes propios o ajenos respecto de los que exista la misma obligación; o bien, lo encuentre en alguno de aquellos lugares en circunstancias tales que revelen la probabilidad de una agresión…”. El asunto está en que casos como los que narramos anteriormente, más aún cuando en hay agresiones sexuales de por medio, se convierten en caldo de cultivo para que autoridades abusen (nuevamente, aunque de otra forma) de la víctima, utilizando la vulnerabilidad del momento, para voltear el caso y perseguir a quien sólo se defendió. Eso es también parte de la violencia de género que se vive en todo el país a diario por una simple razón: porque la ley, sus usos y costumbres permiten que las mujeres puedan y sean doblemente abusadas…
ADDENDUM. Ayer, Andrés Manuel ya le puso nombre y apellido al que él cree que será su opositor en el PRI en 2018: José Antonio Meade. Mañana, en este mismo espacio les voy a dar todas mis hipótesis y mi lectura de ésta, la profecía de El Peje que puede autocumplirse. Información Excelsior.com.mx