Pese a que la violencia en la Ciudad de México, sobre todo en la delegación Cuauhtémoc y en particular el barrio de Tepito, se ha incrementado de forma alarmante en la última década, la jefatura de Gobierno –marcadamente en la administración de Miguel Ángel Mancera– se negó a reconocer que los grandes cárteles operaran en la capital del país. Ahora esa alcaldía, que desde 2016 su entonces gobernante Ricardo Monreal consideraba el “epicentro de la economía del delito”, es escenario de una sangrienta escalada en la que participan las bandas más poderosas del país.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Las calles de Tepito huelen a muerte.
El intento del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) por arrebatar a Unión Tepito el control de la venta de droga al menudeo mantiene alterados a los habitantes del Barrio Bravo. Los asesinatos que recientemente se han perpetrado en sus calles alejan a los consumidores, quienes se niegan a entrar y obligan a concretar la entrega del producto fuera de esta zona de “confort” para los distribuidores.
Los motociclistas que sirven de “burreros” a Unión Tepito y a Fuerza Anti Unión –apéndice del CJNG– apenas esquivan puestos y visitantes. Ante la distancia por recorrer, la urgencia por llegar es mayor. El miedo de los compradores por ingresar causó el incremento de intermediarios y, por lo tanto, aumento en el precio de las drogas.
Las puertas de las vecindades están abiertas de par en par. Nadie vigila. Pareciera que nada ilícito ocultan. Sin embargo, desde afuera es imposible dejar de percibir la sordidez por lo que allí hubo. Porque la disputa provocó que los hombres que manejan la droga se cambiaran a “puntos reservados”, que todos los tianguistas conocen pero a donde nadie llega, menos la policía.
Sólo hombres entrados en años, sucios y mal vestidos, se atreven a drogarse en la calle. Sus rostros reflejan goce con cada bocanada de mariguana que dan, mientras el fuerte olor a la hierba se expande e impregna la ropa de los puestos más cercanos. No importa.
A ello se suma la venta de bebidas alcohólicas en la vía pública en puestos fijos y semifijos, lo mismo en las calles Matamoros, Comonfort, Toltecas, Granada, Francisco González Bocanegra y Peralvillo que en la los de Aztecas, Eje 1 y Avenida del Trabajo. Hombres y mujeres de cualquier edad tienen acceso a ellas.
Los tianguistas no dejan de vender todo tipo de mercancía, como si la disputa entre bandas les fuera ajena; sin embargo, se sienten las miradas de mujeres adolescentes que hurgan en aquellos a quienes sorprenden tratando de mirar más allá de las simples mercancías que ofrecen. Sus miradas persiguen. Parecen sentenciar. Incluso el espacio cercano al altar de la Santa Muerte, en la calle Alfarería, no escapa al escrutinio.
Durante un recorrido realizado en distintos días por las calles del Barrio Bravo, en ningún momento se vio presencia de alguna corporación policiaca. Incluso cuando hay decomisos, como el del viernes 5, son en cantidades bajas.
Aun cuando las fuerzas federales conocían puntualmente que Tepito alcanzaría el nivel de violencia que hoy mantiene a la alcaldía (antes delegación) Cuauhtémoc como epicentro de las actividades delictivas de alto impacto en la Ciudad de México, decidieron no actuar. Esta omisión ocasionó ejecuciones similares a las del resto del país en la ofensiva del CJNG para hacerse del control del mercado negro, tráfico de armas, narcomenudeo, trata de blancas, cobro de piso, extorsión y piratería.
Los federales tampoco actuaron en 2015, cuando a raíz de un informe de la DEA, la agencia antidrogas estadunidense, se confirmó que el Cártel de Sinaloa, Los Caballeros Templarios, el Cártel del Golfo, Los Zetas y Los Beltrán Leyva operaban en la capital del país. También guardaron silencio al respecto los dos últimos jefes de gobierno de la ciudad, Marcelo Ebrard, quien será secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y Miguel Ángel Mancera, coordinador de senadores del PRD
Información de Proceso