Por Jorge Fernández Menéndez
El desabasto de medicinas, que abarca desde las que son para tratar el cáncer en niños hasta los antiácidos y las de prescripción, es un tema que el gobierno federal no ha podido o no ha querido resolver en estos dos años y medio de gestión.
Es un problema creado también por la actual administración cuando decidió, desde agosto de 2018, antes de asumir el poder, pedir que no se renovara la compra de medicamentos consolidada que debería proveer de medicinas desde inicios de 2019. La argumentación fue que se quería romper con las cadenas de corrupción en el sector, que identificó con tres empresas y fue por consejo de un cuarto productor, Carlos Lomelí, quien sería un efímero superdelegado en Jalisco, cargo que debió dejar precisamente por contratos poco claros con su empresa farmacéutica.
Pero más allá de eso (nunca se presentaron denuncias formales contra las empresas, más allá de vetarlas), lo que se rompió fue la cadena de distribución y de producción que tenía el país, el más eficiente de América Latina, que incluía cerca de mil laboratorios nacionales que abastecían tanto al sector público como al privado.
Desde entonces hasta hoy, nunca se ha podido completar la compra de medicinas y mucho menos restablecer la distribución: para ello se trató de recurrir a todo, desde la Defensa Nacional hasta la panificadora Bimbo, pero se olvidó lo complejo que es, sobre todo para alcanzar lo que llaman la última milla de la distribución, el que esas medicinas lleguen no a un centro de almacenaje, sino a todas y cada una de las clínicas, consultorios, farmacias que hay en el país, por más aislados que estén, lo avanzados que son esos sistemas y la profunda interrelación que existe entre los distribuidores y los productores. Todo ese esquema se destruyó sin cambiarlo por algo que tuviera alguna eficiencia.
Hace un año se decidió que la compra de medicinas la realizaría un organismo de las Naciones Unidas, la UNOPS, que no tenía ni tiene experiencia alguna en el tema y que lo único que ha logrado es profundizar el desastre que ya se vivía.
Hay que recordar que la compra de medicamentos es compleja, que lo que se compra para estas fechas comenzará a surtirse hacia fines de año o principios del próximo. Pues bien, el panorama para el 2022 será muy grave. La UNOPS sólo adquirirá el 45 por ciento de las claves (el tipo de medicamento más allá de su nombre comercial) necesarias. Sólo logró adquirir 530 de las mil 138 previstas. De esas 530, un 88 por ciento son para laboratorios que radican en el país y el resto son compras en el exterior. Pero el problema es más grave aún, porque esas 530 claves implican la compra de 644 millones de piezas (dosis) que son sólo el 40 por ciento del total demandado, que son mil 605 millones de piezas.
¿Es un problema de mercado, de producción, consecuencia del estrés empresarial causado por la pandemia? No, es una mezcla de política e ineficiencia, porque los laboratorios asentados en México podrían surtir el 98 por ciento de todas las medicinas que se requieren a precios de mercado, pero por alguna razón la UNOPS, como el año anterior (2019) la Oficialía Mayor de Hacienda, no lo hicieron así. Ahora en lugar de establecer una compra consolidada viable, el Insabi (otra fallida decisión en salud del gobierno federal) está buscando comprar con carácter de urgente 628 claves y 762 millones de piezas por adjudicación directa y ha pedido cotizaciones para esa compra, pero no establece fecha de asignación de esas compras (lo que dificulta obviamente la producción porque ningún laboratorio, grande o pequeño, tiene guardadas millones de piezas en sus almacenes). Incluso así, más del 19 por ciento de las piezas, de las dosis de medicinas necesarias, unas 184 millonesde piezas, no serán comprados ni por la UNOPS ni por el Insabi, simplemente no llegarán.
Insistimos, con base en estos números y salvo que se realicen las compras de emergencia (siempre a un precio mayor que en una compra consolidada y con una enorme heterogeneidad de productos), el 60 por ciento de las medicinas necesarias no estarían disponibles para el año próximo.
Entre los argumentos que deja la UNOPS para no haber logrado comprar esas piezas medicinales, en el 38.7 de los casos dice que fue sin motivo alguno, no lo explica, y el 56.7 por ciento porque consideró que el precio ofrecido no era aceptable. Pero estamos hablando de una licitación internacional con proveedores nacionales y del resto del mundo. Se quedaron sin invertir en medicinas 37 mil 616 millones de pesos que podrían haber llegado a la industria nacional, a nuestros laboratorios (unos mil en todo el país) que estaban en condiciones, lo están con los tiempos de producción necesarios, de proveer el 98 por ciento de esas medicinas.
¿Por qué no se hizo así? Nadie lo ha explicado. La salud pública es una zona de desastre, quizás también por eso, sin que sepamos si realmente ésa es una solución, en las próximas semanas veremos cómo (ya lo comenzó a anunciar el presidente López Obrador este fin de semana) la estructura del Insabi, que tan lejos quedó de lo que tenía el Seguro Popular, se comienza a integrar en el IMSS. Pero, por lo pronto, nada indica que para lo que resta de 2021 y 2022 tengamos restablecido el abasto de medicinas. Información Excelsior.com.mx