Por Francisco Zea
No encuentro el épico triunfo en la votación unánime en el Senado de la República, por la cual se crea la Guardia Nacional. Ni considero tampoco que sea un triunfo del gobierno encabezado por López Obrador y me parece una ingenuidad también, que la oposición crea que es un triunfo que pone de manifiesto que están vivos. Hay que recordar que en política, ingenuo-ingenuo tira a pendejo.
He escuchado perplejo expresiones de júbilo por los acuerdos que llevaron a la aprobación. Confirman la operación política de Zoé Robledo, subsecretario de Gobernación, en coordinación con Ricardo Monreal, líder morenista en el Senado. Trasciende también que estuvieron pendientes de la redacción, vía telefónica, el general secretario Luis Cresencio Sandoval y el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo.
Los partidos de oposición dicen que han demostrado que unidos pueden coartar cualquier modificación constitucional que pretenda AMLO y que pueda, siendo nuestro más grande temor, acercarnos a la panza de Maduro. Pues les tengo una pésima noticia, perdió el Presidente, perdió el Ejército, perdió la actual PF, pero, sobre todo, perdió México.
Me explico y hago un poco de historia. La Policía Federal fue formada en el sexenio de Vicente Fox y las fuerzas federales de apoyo, la división de la policía más nutrida, tuvo que recibir una transfusión de miles de soldados que fueron encabezados por el general Arellano Noblecía. Al general Arellano tengo el gusto de conocerlo por las pláticas que he tenido el honor de impartir en la Asociación de Graduados del Colegio de Defensa Nacional A.C. Y sobre él, en algún momento, pesaron acusaciones de violaciones a los derechos humanos en Sonora, que aceptando sin conceder, nunca prosperaron, por la falta de pruebas o de voluntad.
Todo esto para expresar que si vamos a seguir simulando que con una policía encabezada por un civil podemos en este momento resolver el desmadre que ocasiona casi 80 muertos diarios, derivados de la violencia, luego entonces, reitero, sufrimos del síndrome del “tío Lolo”, aquel que se hace pendejo solo. Pues si el mando militar, la estructura, la disciplina y el entrenamiento ha sido sustituido por un drama de distintas ONG, estamos jodidos.
Y sí, le echo la culpa a las ONG, porque los partidos políticos no pueden hacerse pen… tontos. Pues eran el PRI y el PAN los que, en el sexenio pasado, vociferaban y juntitos aprobaban la Ley de Seguridad Interior, que le daba certidumbre a la actuación de las Fuerzas Armadas en las calles y que la oposición que hoy estaba, y digo estaba, porque ahora están pendejamente satisfechos con lo que aprobaron, decía era una invasión a la soberanía de los estados y además militarizaba al país. Falaces argumentos todos, políticos y lejanos a la realidad ciudadana que pasa por el exterminio en manos de las ratas en las calles.
Si se puede salvar algo, es la autorización constitucional, lisa y llana, de las Fuerzas Armadas. El combate del crimen organizado, pero por cinco años. Hoy que firmo esta columna, no me arrugo y lo plasmo claramente, el Ejército y la Marina no regresarán a los cuarteles hasta dentro de 10 años, por lo menos, y todo esto si de verdad somos serios y a las irrisorias y corruptas policías municipales y estatales las ponemos en orden.
No veo en la creación de este órgano una solución a los problemas de origen, quizá hubiese sido mejor reforzar y apuntalar a la antigua PF antes de empezar con otro experimento que, en lo personal, no tiene los elementos para solucionar el peor problema que ha acosado al país en décadas.
Y hacemos un breve recuento para documentar mi pesimismo. En el 2000, Foxcreó la PFP, en pláticas con el general Ricardo Clemente Vega García, éste le dijo que el problema era sacar a la tropa a la calle y sería muy complejo regresarla a los cuarteles. Calderón le quitó lo preventivo para que fuera un acicate contra el crimen organizado. Peña se hizo güey creando la Gendarmería Nacional, sabiendo que no tenía efectivos para conformarla. Y en este momento, nuestros políticos, desde el púlpito de hacer lo políticamente correcto, crean esta Guardia Nacional-Civil, limitada en el tiempo, que no es más que otra simulación, que han disfrazado de un triunfo de la democracia. Quizá para ellos es un triunfo, para usted y para mí es otra falta majestuosa de cataplines, es otra acción tendiente a beneficiar sus posturas políticas, a sus gobernadores y presidentes municipales, que les aterra les quiten la caja chica y el Ejército los exhiba como ladrones y socios de la delincuencia.
Si se van a unir, únanse para evitar decisiones estériles, como la cancelación del NAICM, no para quitarle a los mexicanos la posibilidad de vivir en paz.
No le extiendo por esto una carta en blanco a los militares y marinos, que si violan los derechos humanos deben ser juzgados y castigados, pero sino tienen los tamaños para salvarnos y se escudan en la “histórica unanimidad”, nos siguen engañando, como siempre, viendo por sus intereses particulares y partidistas. Ojalá que tengan unanimidad para, con “huevos”, defender a México y a los ciudadanos de forma real y no a la medida de las ONG que muchas veces son una moda hipsteriana, que hasta el Presidente les llama extremistas. Información Excelsior.com.mx