Por Pascal Beltrán del Rio
Termine como termine el conflicto político y social en Venezuela, la lección ya ha quedado clara.
Todo comenzó con un gobierno que hizo una promesa atractiva: procurar la justicia social y la igualdad entre los ciudadanos del país. Sin embargo, el desarrollo social no puede alcanzarse regalando dinero público.
En países subdesarrollados, donde el dinero privado para la inversión es escaso y el de origen extranjero es incierto, el dinero público se vuelve el principal factor de desarrollo.
No hay más uñas que con las que uno se rasca. Regalar la gasolina en un país petrolizado es receta para el desastre. Si el gobierno lo hace a cambio de favores internos y externos, necesariamente acabará faltando a sus promesas.
Y si la promesa es la igualdad, sobre todo la política, se incumplirá cuando el gobierno demuestre que es superior a los gobernados. Una autoridad que se pone metas imposibles siempre va a incumplir ante ellos. El gobernante sólo puede prometer y ordenar lo posible. Si promete lo imposible, los prometidos lo van a repudiar. Si ordena lo imposible, los ordenados lo desobedecerán.
En El Principito, de Antoine de Saint- Exupéry, el rey presume que las estrellas hacen lo que él les pide. “Lo hacen enseguida, pues no tolero la desobediencia”, dice el monarca, muy orondo.
“Semejante poder maravilló al principito”, relata el narrador. “Si él mismo lo hubiera tenido, habría podido asistir no a cuarenta y cuatro sino a setenta y dos, incluso a cien o a doscientas puestas de sol, sin tener que correr su silla”.
Entonces, el principito pidió al monarca mostrarle una puesta de sol. Y así el rey debió revelar los límites de su poder: “Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa o escribir una tragedia o convertirse en ave marina, ¿quién estaría en falta, él o yo?”
—Sería usted –dijo con firmeza el principito.
—Exacto. Debe exigirse de cada uno lo que puede dar. La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.
El monarca pudo prometer al principito la puesta de sol que le pedía, pero sólo “cuando las condiciones sean favorables”. Estaba seguro que el astro rey acataría la orden “esta tarde, a eso de las siete horas con cuarenta”, pues siempre lo hacía.
Las crisis económicas que causan los gobiernos cuando prometen lo imposible arrasan, en primer lugar, con los más vulnerables.
Quienes hoy combaten al chavismo en las calles de Caracas y otras ciudades son, en su gran mayoría, los pobres a los que Hugo Chávez y Nicolás Maduro prometieron lo que no les podían dar. La inconformidad estalló en 2014 cuando se secó la fuente de los 300 dólares mensuales que el régimen pagaba a las familias venezolanas por cada hijo, a cambio de su lealtad política. Dinero que debió destinarse al desarrollo, es decir, a la infraestructura.
Maduro se sostiene por las armas, nada más. Caerá, igual que cayeron los hombres fuertes de Argelia, Sudán, Zimbabue y otros, es decir, cuando así lo quieran los militares.
Una lección que todos deben aprender.
BUSCAPIÉS
Lamento el inopinado fallecimiento de nuestro estimado colaborador Luis Maldonado Venegas. Un abrazo solidario para su familia.Información Excelsior.com.mx