Por Yuriria Sierra
Otra imagen que da la vuelta al mundo. Una “señal de la descomposición por la violencia en México”, advirtió el diario El País. “Niños contra asesinos…”, describen en Univisión. Narran un momento captado en Guerrero, en esa parte de su sierra que desde 25 años se refugia en la fuerza de sus habitantes, como mera estrategia de autodefensa. Diecinueve menores de entre 8 y 15 años portando rifles y escopetas, haciendo fila con el rostro cubierto al grito de “¡Viva Chilapa!”, “¡Vivan los pueblos originarios!”, “¡Vivan los pueblos nahuas!”, “¡Viva la región montaña baja!”. Niños y adolescentes convertidos en soldados, policías. Menores que, para adaptarse a un entorno, ya de por sí complicado con la escasez de oportunidades, con el hambre y las necesidades propias de una región históricamente olvidada, ahora deben convertirse en eso, en fuerzas del orden que los haga sentir, a ellos y a los suyos, un poco más seguros.
“¿Te gusta?”, pregunta el reportero de Réplica, diario digital de Guerrero, quien se encontró con este grupo de autodefensas. “Sí, defender a mi pueblo…”, responde un pequeño de no más de diez años. Según el material difundido por el medio local, la Coordinación Regional de Autoridades Comunitarias y Pueblos Fundadores, que agrupa a pobladores de 16 municipios de la región, es quien se encarga del entrenamiento de los menores. Ellos deben estar listos a la edad de 12 años para realizar guardias, para cuidar a su familia. Antes de esa edad, entrenamiento, puro entrenamiento.
Las opciones, narran, no son esperanzadoras. En esta región guerrerense, si los menores deciden estudiar, deben trasladarse a localidades cercanas, pero ahí, corren un riesgo mayor: pueden ser levantados por grupos criminales y las posibilidades de su futuro se reducen aún más. O ingresan a sus filas o mueren. Por eso, si se trata de menores con un arma en sus manos, los pobladores los prefieren de autodefensas.
“Hay quienes sostienen, del Gabinete de Seguridad, que se les está dificultando a las organizaciones conseguir sicarios y que están reclutando cada vez más niños, jóvenes, porque existe una competencia: los programas sociales, están dando opción a muchos jóvenes y esto lleva a la desesperación y querer fortalecer sus filas con niños, jóvenes. No va a ser tan fácil, porque no vamos a dejar de atender a los niños, a los jóvenes. Yo les diría que ése es el fondo del asunto, el que les quitemos a los jóvenes, el que les demos opciones, alternativas de estudio, de trabajo…”, manifestó ayer Andrés Manuel López Obrador a pregunta expresa de aquellas imágenes publicadas en medios nacionales y extranjeros. Su equipo no le habrá explicado que aquellos niños y jóvenes no son parte de un grupo criminal, sino de autodefensas, tampoco que sus alternativas, ésas que asegura el gobierno los alejaría de las armas, no son suficientes.
Un cuarto de siglo es lo que esta región del país ha vivido bajo estas condiciones. Para entender el peligro, hace apenas unos días, un grupo de diez músicos fueron asesinados tras tocar en una fiesta. Los Ardillos, Los Rojos, los grupos criminales que tienen hoy esa capacidad de generar miedo… y muertos. No basta acusar olvido, que las cosas cambien están en manos del gobierno en turno. La pregunta es la misma que con otros tantos pendientes, ¿alcanzará sólo la intención?, ¿en cuánto tiempo podremos ver mejoras en estas tristísimas condiciones bajo las que tienen que vivir niños y adolescentes? Información Excelsior.com.mx