Por Yuriria Sierra
Fue por José Antonio Meade, digo. Y por las tendencias internacionales, remató. Que no: que no fue su culpa, ni la del escaso 12% de aprobación que le concedía la sociedad mexicana al arranque de las campañas. El todavía presidente Enrique Peña Nieto opina que no, que el factor “Peña Nieto” no fue un tema determinante para la derrota del PRI el pasado 1 de julio en las elecciones. Así se lo dijo, en entrevista, a mi colega Ciro Gómez Leyva.
No fue la lejanía de los funcionarios con la gente. Tampoco los escándalos de corrupción ni la ausencia de transparencia. O el despotismo de sus camionetas en segunda y tercera fila, ni sus incontables y ostentados privilegios. No fueron los miles de muertos ni el miedo que se apoderó de las calles. No fueron los desaparecidos que se multiplicaron y otros más que quedaron en el olvido. No fueron los proyectos sin terminar y con precios inflados. No fueron las adjudicaciones directas y los conflictos de interés. No fueron los viajes en primera clase ni las invitaciones a éstos que se extendían a toda la familia. No fueron los vestidos de diseñador de decenas de miles de pesos. No fue la falta de sensibilidad y el dispendio en cada oportunidad. No fueron los desvíos de exgobernadores ni las casas millonarias ni los ranchos. Tampoco fueron los caballos pura sangre ni las obras de arte o los relojes de miles de pesos; menos los trajes de diseñador o zapatos exclusivos ni las cenas de alta cocina mientras la mitad del país vive en condiciones de pobreza. No fueron los autos, las camionetas, los tres asistentes, los diez asesores ni el fotógrafo personal que perseguía momentos que, con suerte, lograba un buen momento para las redes sociales. Todos pagados con el erario. Tampoco fueron los helicópteros del Estado usados a capricho personal. Menos aún los departamentos, las casas, en México o en el extranjero. Tampoco las fugas de los exgobernadores señalados de todo y tanto, y la incomprensible incapacidad del Estado para ubicar a los fugados señalados de todo y tanto. No fue el hecho de que México sea, junto con Venezuela, el único país en que no se ha castigado a nadie por el escándalo de Odebrecht. No: tampoco fue la Casa Blanca. No, hombre, nada de eso. Para nada: no, no y no: el “factor Atlacomulco” no tuvo incidencia alguna en el ánimo de los votantes.
Tampoco fue la impunidad, la falta de justicia, los expedientes manipulados o las investigaciones mal armadas. No fue la necedad de convertir en verdad varias mentiras. No fue la intención de sostener históricas verdades. Tampoco fueron servidores que inflaron sus bolsillos a su paso de la función pública. No fue Javier Duarte. No fue César Duarte. No fue Andrés Granier. No fue Emilio Lozoya. No fue Rosario Robles. No fue Luis Miranda. No fue Ruiz Esparza. No fue David Korenfeld. No fue Roberto Sandoval. Y menos son responsables los acarreados, los operadores electorales, los que pagaban por el voto, los que prometían ayuda o condicionaban los programas sociales. Tampoco fueron los candidatos que después fueron funcionarios y que acabaron siendo prófugos. No, no fue nada de eso. La derrota del PRI el pasado 1 de julio fue porque, dice Enrique Peña Nieto, la candidatura de José Antonio Meade no funcionó y la moda electoral en el mundo entero es el voto antisistema. Sí, fue eso. Eso. Así se explica (y nos explica) el todavía Presidente su descalabro electoral.
Y es que Enrique Peña Nieto dio un par de entrevistas esta semana. Una a Denise Maerker, otra a Ciro Gómez Leyva. Con ambos siguió el mismo script: que si una derrota no es para siempre; que si el PRI perdió porque no tuvo un buen candidato, dijo. Y porque la corriente internacional es contra sistema. Sin embargo, en la entrevista con Gómez Leyva, para Imagen Noticias, fue más allá, además agregó sobre José Antonio Meade: “En este caso no funcionó. Lamentablemente, no funcionó…”, para el Presidente, la derrota priista, la peor de su historia, se debe a una persona, acaso uno de los mejores funcionarios que hemos conocido en las últimos años. Para EPN poco habrá tenido que ver en la percepción ciudadana su propio trabajo o los antecedentes de su partido y algunos personajes que habitan dentro de él… No parece asomar ni ápice de autocrítica. A 99 días del fin de sexenio, hay quienes todavía no entienden que no entienden. O dicen entender, aunque simulen no entender absolutamente nada. Información Excelsior.com.mx