Por Ángel Verdugo
Hace dos o tres semanas dije, que al margen de toda consideración legal, el año 2021 y lo que conlleva en materia electoral, ya estaba entre nosotros. No pocos se me echaron encima por razones diversas pero, en ningún caso analizaron lo que estaba frente a ellos.
Hoy, ya es inocultable la presencia adelantada del proceso electoral; los partidos y sus dirigentes están metidos de lleno en él, al margen de lo que la ley diga. También, los aspirantes a éste o aquel puesto de elección popular ya se promueven sin recato alguno, y qué bueno. Esto que a todas luces es más que evidente, ¿es bueno o malo para la democracia?
Pienso que al margen de lo que dicta la legislación vigente en cuanto a “tiempos”, debemos ver las cosas de otra manera. La intención de las partes directamente involucradas en primera instancia en lo electoral —partidos políticos y sus dirigentes—, aprobaron la actual redacción para limitar a “los acelerados” y así, mantener el control total del proceso sin la participación de ciudadanos que no controlan.
Sin embargo, no se dan cuenta de que los tiempos han cambiado y hoy, intentar mantener un control rígido como hicieron durante decenios, es poco menos que imposible. Los medios alternos de promoción, específicamente lo que hemos dado en llamar redes sociales y nuevos recursos como el Zoom y otros que permiten una comunicación con grupos de la sociedad sin posibilidad alguna de impedirlo, hacen que aquella intención de controlarlo todo sea hoy, por decir lo menos, una ilusión.
No hay en los tiempos que corren, candidato o precandidato o un simple soñador que no cuente con su página, no participe en Twitter, Facebook y no suba sus videos a YouTube. ¿Cómo impedir que cada uno de ellos utilice los recursos que la tecnología ha puesto a disposición de millones, sin límite alguno? Es más, ¿quién en su sano juicio intentaría lo imposible: controlar lo incontrolable?
Sin embargo, nadie se atreve a proponer la modificación obligada para actualizar la legislación vigente la cual, amén de estar fuera de la nueva realidad, establece la prohibición de modificar ley alguna que tenga que ver con lo electoral a 90 días del comienzo del proceso. ¿Conoce usted una estupidez inmovilista mayor que ésa?
En consecuencia pues, el proceso electoral del año 2021 —300 distritos federales de mayoría relativa, 15 gobernadores y miles de diputados locales y presidentes municipales y sus cabildos—, ya está aquí; esto, para bien o para mal, debe ser visto de manera diferente a la que privó durante los años del dorado autoritarismo y también, ¿por qué no decirlo?, de la obsesión de las dirigencias de los partidos por ser ellas las dispensadoras únicas de favores en forma de candidaturas, a uno u otro puesto de elección popular.
De ahí que repita la pregunta planteada en el tercer párrafo: lo que vemos hoy, ¿es bueno o malo para la democracia? Mi posición al respecto es, sin duda alguna, que esto que vemos es lo mejor que pudo haberle pasado a nuestra imperfecta democracia. Todo aquello que vaya encaminado a fortalecer la participación política de los ciudadanos, debe ser aplaudido, facilitado y estimulado.
Mal hacen los partidos y sus dirigencias en oponerse, e intentar controlar y/o impedir la actividad abierta de los ciudadanos interesados en participar en calidad de candidatos a los diferentes puestos de elección popular. ¿Por qué entonces los partidos, en vez de pretender impedir la participación ciudadana, no atraen a sus filas a quienes muestren capacidades de liderazgo, y sean bien vistos por la sociedad?
¿Por qué en vez de designar a los mismos impresentables de siempre, no buscan nuevas caras en esos ciudadanos deseosos de participar e interesarse en lo público? ¿Acaso no han entendido que en las actuales condiciones, las probabilidades de rechazo de miles de cartuchos quemados, identificados estos como corruptos e incapaces para la gobernación y/o el trabajo legislativo, son muy elevadas?
¿Qué explicaría entonces, ese afán de designar como candidatos a los mismos de siempre, miembros de camarillas de sinvergüenzas los cuales, lo único exhibido durante sus encargos anteriores ha sido una capacidad infinita para enriquecerse ofensivamente al amparo del poder? ¿Acaso la complicidad entre pícaros?
El mundo ha cambiado, y México también. ¿Por qué entonces, en vez de sumarse, insisten en oponerse?Información Excelsior.com.mx