Por Yuriria Sierra
No es sólo Norberto. Son tantos en todo el país. Los que sufren asaltos, los que son plagiados, los que ya no regresan a casa. No es que sólo importe un caso, sino que en él se vacía la impotencia de todos y de tantos que han sido víctimas de un delito.
Es la representación de una impunidad que se ha alojado en México y a la que nos aferramos a abrirle paso, a aceptarla como parte de nuestra cotidianidad. Son fracturas que, sabemos, pueden sanarse. Grietas que pueden eliminarse. Es una tranquilidad arrebatada, pero que esperamos con ansias. Es la paz prometida que no nos cansaremos de exigir.
Treinta y cinco carpetas de investigación tan sólo en la colonia Arboledas del Sur, donde se localiza la Universidad del Pedregal, éstas sólo en 2019. La mayoría por robos, según la Agencia Digital de Innovación Pública. Doscientos sesenta en los últimos cinco años, desde 2013. Demasiado para una colonia de apenas unas cuantas cuadras.
Innecesario repasar la frecuencia con la sabemos de asaltos.
Los reportes son cosa de todos los días en la prensa. Lo mismo en la CDMX que en el Estado de México o cualquier otro estado de la República.
Y los secuestros, a pesar de una racha a la baja: “Vuelven a convertirse en tema. Entre enero y abril de 2019, se pudo observar un repunte dramático: la tasa creció 77.65% en relación con el mismo periodo de 2018 (datos del Observatorio Nacional Ciudadano)”, detalló ayer Héctor de Mauleón en su espacio en El Universal.
Son las cifras de una realidad que nos rebasa. La que le dio a una madre un acta de defunción en lugar de un diploma de graduación; la que le ha dado lo mismo a tantas mamás en nuestro país. Las que siguen buscando a sus hijos, las que esperan por una justicia que parece encontrar vías institucionales para evitar su arribo.
¿Cuántos casos hay como Norberto? ¿Cuántos casos hemos visto como él?
Alejandro Martí, quien perdió a su hijo en 2008, en condiciones similares a las que conocemos del joven estudiante de la Universidad del Pedregal, señaló en Twitter que el terror seguía a pesar de todo: “Me frustra y me revive la herida al ver la desesperación de la familia de Norberto y de muchas familias más que se encuentran en la misma situación…”.
El terror sigue, a pesar de todo y también de tanto. México lleva años sumergido en clima de inseguridad que no para en la cuenta de delitos, muertos y familias fracturadas, que lamentan la pérdida de alguno de sus miembros.
Hoy está la promesa de la Guardia Nacional. Y esta promesa entra en acción ya con varios endosos, porque no sólo se encargará de lo que concierne a la seguridad ciudadana, sino también al freno del flujo migratorio, como ya nos lo anunciaron.
¿Cuánto tiempo deberá pasar para que podamos realmente medir efectos de este nuevo cuerpo de seguridad? ¿Hasta dónde será tema local? ¿Hasta dónde será la Federación la encargada de la seguridad de las calles de nuestro país?
No debemos parar la exigencia de justicia, pero tampoco podemos tapar el sol con un dedo.
Las estrategias deberán estar claramente detalladas, como un primer paso para alimentar la posibilidad de que esto pronto dejará de ser nuestra realidad. Información Excelsior.com.mx