Por Pascal Beltrán del Rio
Arturo Herrera Gutiérrez es un buen funcionario público. Por bueno, me refiero a que sirve bien al país, trabaja con eficiencia y es leal a sus superiores.
Cuando el entonces jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, debió dejar ir a su secretario de Finanzas, Gustavo Ponce Meléndez, por el escándalo de corrupción que se destapó en marzo de 2004, quien entró al relevo fue Herrera, el hasta entonces director general de Administración.
El hidalguense pudo haber sucedido directamente a Carlos Urzúa –cuando éste renunció a la Secretaría de Finanzas, en julio de 2003, para dedicarse a la academia–, pero Ponce tenía la ventaja de su mayor rango, así como de su cercanía con López Obrador, con quien había coincidido en el Instituto Nacional del Consumidor en los años 80.
En muy poco tiempo, Herrera logró devolver la confianza en las finanzas capitalinas. Recuerdo haberlo entrevistado varias veces para el programa de radio que entonces conducía. Era siempre diligente y preciso en esas conversaciones.
Nacido en Actopan, en 1966, Herrera estudió la licenciatura en economía en la Universidad Autónoma Metropolitana y cursó la maestría en El Colegio de México. Asimismo, tiene un doctorado por la Universidad de Nueva York.
En 1999 ingresó en la Secretaría de Hacienda, donde se desempeñó como subdirector de Estudios Económicos Internacionales, de la Dirección General Asuntos Hacendarios Internacionales, y luego, subdirector de Estudios Macroeconómicos de la Dirección General de Planeación Hacendaria.
En 2010 entró al Banco Mundial (BM), donde fungió como especialista senior y gerente de práctica de la Unidad de Servicio Público y Desempeño para América Latina y el Caribe, y formó parte de la Práctica Global de Gobernanza de la institución con sede en Washington, DC.
En julio pasado, dejó su trabajo de ocho años en el BM y se integró al grupo económico del equipo de transición del candidato ganador de la elección presidencial, para luego ser nombrado subsecretario de Hacienda y brazo derecho del titular de la dependencia, Carlos Urzúa.
Como periodista, he lamentado que Herrera no esté tan disponible para entrevistas como lo estuvo cuando dirigió la Secretaría de Finanzas capitalina, pero su actual perfil bajo no está reñido con su talento como funcionario.
A él le han encargado tareas muy difíciles como supervisar los aspectos financieros de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, tarea en la que negoció con los tenedores de bonos el pago de las obligaciones del gobierno federal, cosa que llevó a buen puerto.
También ha logrado salvar la cara en la presentación de los objetivos económicos del gobierno frente a inversionistas y representantes de bancos y agencias calificadoras, los cuales han manifestado reservas sobre los planes.
Para ello viajó a Londres esta semana, como antes lo había hecho a Nueva York. En la capital británica, dio una entrevista al diario Financial Times, en el que fue cuestionado sobre la refinería de Dos Bocas, proyecto que genera escepticismo en la comunidad financiera internacional.
Ésta quisiera ver a Petróleos Mexicanos concentrado en reforzar su actividad más rentable, el upstream –exploración y producción–, y dejar de lado las que le generan pérdidas –principalmente, la refinación–, a fin de que pueda hacer frente a su pesadísimo endeudamiento.
“México pospone polémico proyecto de refinería”, cabeceó el diario la entrevista que le dio Herrera. Y citó al funcionario diciendo lo siguiente: “No autorizaremos (la construcción) hasta que tengamos una cifra final (de inversión en la refinería) que no sea muy distinta a los 8 mil millones de dólares originalmente contemplados”. Más aún, Herrera señaló que el dinero presupuestado este año para el proyecto de la refinería “podría ser usado en exploración y producción”.
Sus declaraciones eran música para los oídos de expertos e inversionistas. Pero pasaron pocas horas antes de que el funcionario fuese desmentido por el presidente López Obrador, quien habló del tema en su conferencia mañanera de ayer, así como por la secretaria de Energía, Rocío Nahle. Ambos aseguraron que la refinería va, tal como estaba contemplada.
¿Qué pasó? ¿Leyó mal Herrera las señales que le enviaba el manager desde el dugout o, efectivamente, lo mandaron a robarse la base? El caso es que al subsecretario de Hacienda lo pusieron out en Londres.
Después de eso, ¿qué pudieron haberle dicho los inversionistas que habían leído sus declaraciones en el FT y luego supieron de la enmendada de plana que le dieron en México? Quizá algo así como “ponte de acuerdo con tu jefe y luego platicamos”.
Es preocupante que la credibilidad de uno de los funcionarios mexicanos más reconocidos actualmente en el mundo haya recibido semejante machucón. Información Excelsior.com.mx