Por Pascal Beltrán del Río
Voz de la conciencia en la soledad del mundo digital, el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han irrumpe de nuevo en la vida acelerada que ha nacido de la mano del desarrollo de las tecnologías de la información con un libro que vuelve a meter el freno de mano en la autoexplotación del individuo.
Undinge (No-cosas, en español), de reciente aparición en librerías, está escrito en el mismo estilo directo y simplificado con el que Han se dio a conocer en La sociedad del cansancio (2012), La sociedad de la transparencia (2013) y La agonía de Eros (2014).
En menos de 140 páginas, el autor hace un inquietante retrato de la transición entre la cultura del fetichismo de las cosas y la del estímulo posfactual, que implica el sacrificio de valores consumidores de tiempo en el altar del efecto inmediato y de corto plazo. “Nuestra obsesión no son ya las cosas sino la información y los datos”, escribe. “Ahora producimos y consumimos más información que cosas”.
Para Han, la consecuencia de dirigir nuestras energías a las “no-cosas” es la infomanía. “Nos hemos vuelto infómanos. El fetichismo de las cosas se ha acabado. Nos hemos vuelto fetichistas de la información y los datos”. En la infoesfera, un mundo controlado por algoritmos, “el ser humano va perdiendo la capacidad de actuar por sí mismo”, afirma. “Las prácticas que requieren un tiempo considerable están en trance de desaparecer”.
Una de ellas es la verdad, que requiere de tiempo para ser conocida. Pero ya no tenemos tiempo para la verdad, pues “en nuestra cultura posfactual de la excitación, los afectos y las emociones dominan la comunicación”. Cuando damos un like, el proceso comunicativo se termina para dar paso a la búsqueda de la siguiente información sorprendente.
La sociedad moderna ha pasado el punto en que la información dejó de ser informativa y se volvió deformativa, sostiene. “El rápido aumento de la entropía informativa, es decir, del caos informativo, nos sumerge en una sociedad posfáctica. Se ha nivelado la distinción entre lo verdadero y lo falso (…) Lo que cuenta es el efecto a corto plazo. La efectividad sustituye a la verdad”.
El torrente informativo al que nos hemos sometido nos ha quitado la observación pausada y la reflexión. “Hoy corremos detrás de la información sin obtener un conocimiento (…) Nos comunicamos continuamente sin participar en una comunidad”.
Para Han, las relaciones significativas han cedido su lugar al pase rápido del dedo por una pantalla. Las fotografías que hasta hace un par de décadas revelábamos y guardábamos en un álbum o baúl para mantener un nexo con el pasado han sido sustituidas por las fotos digitales que no tienen profundidad temporal ni extensión novelesca.
La reina de estas últimas es la selfi. “Hacerse selfis es un acto comunicativo. Por tanto, deben ser expuestas a la mirada ajena, ser compartidas”. La esencia de la fotografía digital es la exhibición, apunta Han, no el atesoramiento que implicaba la analógica. Las fotos digitales no son un medio de la memoria. “Por eso no se hacen copias de ellas. Como cualquier información, están ligadas a la actualidad”.
El autor dedica un capítulo al teléfono inteligente, el cual, afirma, “exacerba aún más la hipercomunicación, que todo lo allana, lo suaviza y, a la postre, lo uniformiza”. Para él, no es un simple objeto, aunque podamos tocarlo. “Las cosas no nos espían, por eso tenemos confianza en ellas. El smartphone, en cambio, no es sólo un infómata, sino un informante muy eficiente que vigila permanentemente a su usuario. Quien sabe lo que sucede en su interior algorítmico se siente con razón perseguido por él. Él nos controla y programa”.
El mundo digital ultraconectado, concluye Han, nos hace sentir libres, pero ¿lo somos realmente? “Nos sentimos libres, pero estamos explotados, vigilados y controlados. En un sistema que explota la libertad, no se crea ninguna resistencia”.
No se trata de negar las ventajas que representa el desarrollo tecnológico para facilitar nuestra vida –como son, en el caso del periodismo, el registro y difusión inmediatos de los hechos y el almacenamiento sencillo de los datos–, sino de no abandonarnos a la vida digital sin mirada crítica. En ese sentido, las reflexiones de Han son bienvenidas. Información Excelsior.com.mx