Por Pascal Beltrán del Rio
El miércoles pasado, cuando la remoción del fiscal electoral Santiago Nieto ya se debatía en el Senado, escribí aquí que, cualquiera que fuera el resultado de ese trámite, la ciudadanía saldría perdiendo porque la fiscalización de los comicios quedaría al gusto de alguna de las facciones en el Congreso.
Juzgué que Nieto ya era una pieza en un conflicto entre el oficialismo y la oposición. Si se ratificaba su remoción, el ganador aparente sería el PRI-gobierno; si se revertía la remoción, el fiscal quedaría marcado como peón de los opositores.
Nunca imaginé que Nieto me daría la razón dos días después, en la carta en la que pedía al Senado no debatir más su remoción, dejándola como estaba.
Pensaba, más bien, que la discusión se resolvería por mayoría de votos en el pleno senatorial o que, durante el plazo de diez días para cumplir con la revisión, las partes no se pondrían de acuerdo.
Esta historia ha dejado muy mal sabor de boca. La partidización se ha apoderado de un asunto en el que debería pesar el interés público.
Ahora resulta que los partidos son incapaces de llenar posiciones que ellos mismos crearon mediante el proceso legislativo: no hay fiscal general, no hay fiscal anticorrupción y no hay fiscal electoral.
Lo que tenemos ahora es un escenario político en el que la confrontación y la polarización se hacen cada vez más presentes, y del que la sociedad civil se ve cada vez más alejada.
Ha sido un error dejar la política a los políticos. Entre 1985 y 1996, la sociedad civil jugó un papel muy importante en la concepción y creación de instituciones que aseguraban que el interés público no fuese regido por el interés partidista.
Sin embargo, habiendo creído terminado su trabajo, la sociedad se replegó y dejó a los partidos actuar a sus anchas en el escenario político. El resultado fue la captura de instituciones —como el antiguo IFE, hoy INE— donde impusieron a sus representantes mediante un sistema de cuotas.
Ese reparto está detrás de lo ocurrido en la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, la Fepade, a la que llegó Santiago Nieto con la venia del PRD, partido al que, de acuerdo con el sistema de cuotas, correspondía poner a su titular.
Como parte de la negociación de la Reforma Política, dentro del Pacto por México, el PRD obtuvo como cuota nombrar al fiscal electoral, mientras que el PAN nombraría al fiscal anticorrupción y el PRI al fiscal general. La primera posición ya existía (ya había habido nueve fiscales electorales antes de Nieto). Las otras dos eran de nueva creación.
Así se explica que panistas y perredistas hayan aceptado el llamado pase automático de procurador general a fiscal general. La posición era para el PRI y quien iba a llenarla era el entonces procurador Jesús Murillo Karam. Pero Murillo fue removido de la PGR el 27 de febrero de 2015 —en medio de la crisis que generó el caso Ayotzinapa—; eso fue ocho días después de que Nieto tomara posesión en la Fepade.
Dos meses antes, en diciembre de 2014, Excélsior publicó, bajo la firma de Leticia Robles de la Rosa, los entretelones de las negociaciones. Los partidos parecían dispuestos a llenar antes del fin de año las tres fiscalías. Por un desacuerdo interno en el PAN, se pospuso el nombramiento del fiscal anticorrupción, que iba en recaer en Rafael Estrada Michel.
El PRD obtuvo su parte en el acuerdo, aunque debió esperar para ello el siguiente periodo de sesiones del Congreso. La razón del retraso fue que tanto el PRI como el PAN desconfiaban de él, pues lo consideraban un personaje demasiado cercano a Andrés Manuel López Obrador.
Ya luego, el PRD se encargaría de elevar el precio de la negociación y pondría condiciones para cumplir con su parte del pacto. Como se sabe, ni la Fiscalía General ni la Fiscalía Anticorrupción han podido nacer. Pero, en la Fepade, Nieto se quedó 32 meses.
Esta historia —como comenzó y como terminó— debiera dar una lección a todos. Sin una ciudadanía que acompañe activamente el funcionamiento de las instituciones autónomas, los partidos acaban apoderándose de ellas. Y reduciendo todo al tamaño de su confrontación por el poder. Información Excelsior.com.mx