Por Yuriria Sierra
“Nosotros rechazamos el que, de parte del gobierno, se estén ocupando estos, cualquier instrumento, para seguimiento o espionaje a algún medio de comunicación…”, dijo ayer Miguel Ángel Osorio Chong. Había estado muy callado, aunque no le quedó de otra. En un evento en Sinaloa fue cuestionado por los medios que acudieron, y los cuales, de paso, protestaron por la violencia (esa otra violencia que ha callado las voces de varios periodistas) y sobre el asunto del #GobiernoEspía que el lunes pasado fue la primera plana de The New York Times. Y aunque si bien el tema ya había sido evidenciado hace unos meses por Juan Pardinas, ahora supimos cuál fue la herramienta que se utilizó para seguir la pista, según el reporte, de varios personajes públicos: el mismo Juan Pardinas, su esposa, Carlos Loret de Mola, Carmen Aristegui y su hijo menor de edad, entre otras figuras públicas influyentes en las diversas áreas en las que se desempeñan.
Y aunque la nota del New York Times deja muchísimas interrogantes ( 1. ¿Qué instituciones son las que habrían pagado millones y millones por la adquisición del software? 2. ¿En qué fechas exactamente fue adquirido? 3. ¿Solamente el o los gobiernos pueden adquirirlo o cabría la posibilidad de que particulares también lo hubieran comprado?; 4. ¿Con base en qué certezas puede afirmarse que esos teléfonos fueron intervenidos?), lo cierto es que la tan escueta declaración que escuchamos del titular de la Secretaría de Gobernación, así como el comunicado de la vocería del gobierno federal del lunes por la tarde, más de 12 horas después de publicada la nota, dejan mucho que desear. Una hoja sin membrete, mal redactada y firmada por un funcionario que no pertenece al primer círculo de colaboradores del presidente Peña Nieto. Así de pequeño les habrá parecido el asunto. Otro ejemplo del pésimo manejo de crisis, que se ha convertido en sello de este sexenio. Será que tal vez no encuentran la manera de responder a las preguntas que hoy se les plantean. Si bien han llamado a la denuncia (para investigar lo que ya están negando que sucede), el reporte divulgado, incluso ayer por el mismo Edward Snowden en su cuenta de Twitter, no reveló quién pagó los 80 millones de dólares que habría costado Pegasus, el malware con el que se habrían realizado “trabajos de inteligencia no autorizados”, por aquello de que les asusta la palabra “espionaje”. Aunque todo el mundo entiende que el área —de inteligencia— la lleva Gobernación y de ahí el interés en que Osorio Chong diera explicaciones, aunque no aportó absolutamente nada que resolviera o desmintiera la información publicada.
Ayer por la tarde-noche se anunció que la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión iniciaría una investigación para indagar sobre esta gravísima acusación publicada en The New York Times. En cualquier democracia que quiera ser llamada así, las preguntas se responden en favor de la transparencia y la gobernabilidad. Qué mejor ejemplo que el que tenemos cruzando la frontera norte: a Donald Trump las cosas se le han complicado terriblemente porque, a pesar de sus constantes negaciones, el tema con Rusia y su injerencia en la elección estadunidense ha resultado todo lo opuesto a lo que él y su equipo han pregonado durante meses. La madeja de la opacidad y la ocultación siempre trae consigo un bumerán como efecto.
Y el otro tema que queda en el aire es que un gobierno que espía no sólo espiaría a periodistas y a opositores. Siempre empieza por los suyos. Como en una novela de Luis Spota… Y, vaya, el espionaje es una práctica tan antigua como el paso del neandertal al homo sapiens. Habilidad casi evolutiva que no ha hecho sino irse perfeccionando con la aparición de cada nueva tecnología. El gobierno federal tendría hoy que mostrar que ha aprendido de los errores cometidos: salir y dar santo y seña de que lo revelado, según declaran, es mentira, que ninguna dependencia pagó los 80 millones de dólares que habría costado el software de espionaje (que sólo se vende a los gobiernos, por cierto)… Responder, en lugar de apostarle al silencio, al paso de los días, como estrategia para apagar fuegos…
ADDENDUM. Pegaso, el caballo alado de la mitología griega, nació de la sangre derramada por Medusa cuando Perseo le cortó la cabeza. La analogía se cuenta sola. Información Excelsior.com.mx