Por Gerardo Galarza
Dice el viejo adagio popular que “mal comienza la semana para quien ahorcan en lunes”. Los mexicanos la tienen peor: Ha iniciado el Año Nuevo en el que tendrán que elegir a su nuevo Presidente de la República.
Muchos, si es que hay suficientes lectores de esta columna para poder usar el pronombre indefinido, dirán que el escribidor exagera. Es probable. Pero, ¿ha pensado, con seriedad, por quién votará el próximo día primero de julio? ¿Qué candidato podría concretar el país que usted quiere o, al menos, imagina? Claro, hay que decir de inmediato que ese país no existirá de un día para otro y tampoco de un sexenio para otro.
Hoy, 14 de enero del año nuevo 2018, se cumple exactamente un mes de que iniciaron sus campañas tres candidatos a la Presidencia de la República (bueno, je, je, oficialmente son precampañas y precandidatos, de acuerdo con el eufemismo legal. Y hay que recordar que las leyes las hicieron los legisladores, pertenecientes a todos los partidos políticos —desde 1997, en el Congreso mexicano no hay una mayoría absoluta— y no el Instituto Nacional Electoral) y el panorama es nada alentador para los votantes, los reales.
Arriba se escribió votantes, no fanáticos de un caudillo o de un candidato, ni de unas siglas o una organización políticas, quienes ya saben por quién votarán, aunque no saben ni sabrán por qué van a votar así, esos a los que les llaman el “voto duro”. Los primeros son, generalmente, los que deciden el resultado final de una elección, que no coincide con las encuestas.
Muy pocos ignoran que hoy en México, como en el mundo, las diferencias ideológicas se han diluido. Izquierda y derecha, y todas sus derivaciones y modelos, son antiguallas. Si no lo cree, compare las “propuestas” que hasta ahora han hecho los oficialmente tres precandidatos mexicanos; y no serán diferentes la de los dos o tres que probablemente se sumen como independientes. No hay diferencias ideológicas (ellos dicen que sí, por supuesto) y ninguno de ellos siquiera ha presentado un, digamos, proyecto de nación para atraer el interés de los votantes reales. No. Eso no “vende”, les dicen sus consejeros y estrategas electorales. Lo que “vende” lo puede ver en los medios “tradicionales” y en las redes sociales. Califíquelo usted.
Es ya casi lugar común decir que un precandidato representa la continuidad del actual gobierno; otro, la regeneración (regresión, más bien) del viejo sistema, y uno más que intenta ofrecer lo mismo que los dos primeros, alejado de los que fueron principios de su partido y de otro que lo apoya.
Entonces, hay tres opciones, dirá usted. Sí, sólo que la comentocracia y los fanáticos de los candidatos o de los partidos sostienen que los mexicanos rechazan absolutamente las dos en las que ellos no militan. Más todavía, los que no comparten su opinión lo llamarán “vendido”, “corrupto”, “traidor” o cualquier otro insulto… el insultado creerá y dirá lo mismo de sus insultantes. La crispación política que amenaza con volverse social.
Veamos una de las “propuestas” más atractivas, de las que sí “venden” (mejor dicho: “compran” votos vilmente): un candidato (Morena) propone un apoyo económico mensual para los jóvenes que estudian o que no estudian, pero que son jóvenes; otro candidato (PAN) propone una renta mensual garantizada para ¿todos? los mexicanos, que en ambos casos en nada se diferencian de aquel “salario rosa” prometido por el candidato del PRI a las mujeres del Estado de México, en el reciente proceso electoral local. Infórmese y comprenderá que ninguna de esas propuestas es viable, imposible de financiar. Piense y suponga que es posible financiar un “programa social” de ésos; bueno, pues lo pagarán usted y los demás mexicanos que pagan impuestos, nadie más; que si no suben los impuestos, pues ese presupuesto tendrá que provenir de deuda pública o de quitar dinero al actual e insuficiente presupuesto (no, no, no, el recorte a los salarios de los funcionarios públicos no alcanzará; haga cuentas y que no le cuenten, ni siquiera en esta columna).
Así, mal comienza el año para los mexicanos. Hoy, la previsión es que tendrán que elegir entre la continuidad, la regresión o la indefinición. No se ve más hacia delante. Ojalá se vea.
Y los votantes reales, los que se toman en serio al país, sin fanatismos de ningún tipo, tendrán que sumarse a los “votos duros” de los candidatos, para ser ellos quienes definan la elección. Cierto, el panorama es un páramo. Pero, por lo menos, milite usted entre quienes decidirán al próximo Presidente de la República. Podría mejorar el inicio de lo que se construya, no de lo que venga. Información Excelsior.com.mx