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¿Pero qué necesidad? ¿Tan limitados son?

Por Ángel Verdugo

Las cosas en el ambiente político en los tiempos que corren, lejos de mejorar, empeoran cada día. La fecha fatídica –este 1 de diciembre– cada vez parece ser algo a lo que se teme; a un punto en el tiempo al que no quisiere uno llegar.

Las razones son fáciles de entender; tanto las de López como las de sus eventuales altos funcionarios. El primero, porque lo suyo es la campaña permanente, el mitin y el templete frente a la multitud en la plaza pública. Ese ambiente, donde la adrenalina nubla el juicio y elimina toda objetividad, sustituye la mesura y la prudencia con el grito estentóreo y la promesa imposible de cumplir.

Los otros, los que ya se tratan como Señor o Señora Secretaria sin ser algo todavía –salvo ilusionados con la simple promesa que, ni ellos mismos ni quien la hizo, saben si será una realidad–, se ven al frente de esta o aquella secretaría o como directores generales de una u otra dependencia, pero en la práctica, no quieren que llegue esa fecha. ¿Por qué? Porque hoy están en la situación perfecta: opinan de lo que ignoran, tienen la atención mediática que jamás soñaron y de nada son responsables.

Sin embargo, Cronos es inconmovible; no hace caso de peticiones absurdas como sería la de detener el tiempo. (En México, los únicos que han detenido el tiempo son el reloj de Roberto Cantoral, y Beatriz Paredes). La fecha fatídica pues, se acerca irremediablemente; a pesar de la cercanía, no pocos de los eventuales altos funcionarios, todavía hoy ignoran todo de la posible mas no segura eventual responsabilidad que adquirirían a partir del 1 de diciembre de este año.

Ante lo que vemos, tanto de uno como de los otros, la conclusión obligada es, son más las preguntas que las respuestas; la primera de aquéllas es demoledora: ¿Qué necesidad había y hay todavía, de haber seleccionado como eventuales funcionarios a tanto inexperto, incapaz y falto del menor oficio político? ¿Qué necesidad había –dada la duración del período de transición–, de presentar a la opinión pública a quienes, lejos de generar confianza en que harían un excelente trabajo, asustan con sus ocurrencias y muestras –más que evidentes– de una profunda limitación para ocupar algún elevado cargo en la administración federal?

Lo descrito en los párrafos anteriores es, a querer y aceptar o no, la cruda realidad que lejos de generar optimismo en el futuro de México prácticamente en todos sentidos, preocupa. En consecuencia, es válido y diría obligado, preguntarnos si esto que vemos hoy aquí, es la regla en otros países.

Hasta donde sé, el candidato triunfador prefiere mantener sus opciones protegidas para que estén a salvo de presiones y tumbos los que son sus cercanos y podrían, ¡sí, podrían!, formar parte del futuro gabinete. Esta conducta, que es regla prácticamente en todas las democracias, permite al candidato triunfador mantener un muy buen margen de maniobra al poder jugar a plenitud con las posiciones clave de su futuro gobierno.

Asimismo, no exhibe las limitaciones y falta de experiencia de algunas de sus opciones pues al mantener una discreción total y bajo perfil de sus principales colaboradores, los pone a salvo del ridículo y por lo tanto, del riesgo de criticar sus limitaciones.

Finalmente, las preguntas brotan sin poder detenerlas: ¿Pero qué necesidad? ¿Por qué el proceder de López? ¿Acaso no ve el desgaste con el que llegarían, no pocos de los que ha dicho ocuparán uno u otro puesto?

¿Quién tiene las respuestas? ¿Nadie?

Información Excelsior.com.mx

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