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Pinche transa

Por Yuriria Sierra

Tres expresidentes señalados. Cuatro exsecretarios de Estado. Seis exlegisladores. Dos excandidatos presidenciales. Dos exfuncionarios del Senado. Una periodista. Los mencionados en la denuncia que presentó Emilio Lozoya y que, extrañamente, se filtró contra todo respeto al debido proceso. Y el documento se convirtió en pólvora para una conferencia mañanera en la que, a pesar de que aseguró que no la leyó completa porque no quería tener pesadillas, el presidente Andrés Manuel López Obrador le dedicó más de una hora al tema.

Los detalles respecto a lo declarado por Lozoya llevan horas siendo materia de conversaciones, análisis y hasta memes. Que si reuniones aquí y allá. Regalos, sobornos y promesas de bonanza. Todo ejecutado por el exdirector de Pemex, pero cualquiera que haya leído las 63 páginas que comenzaron a circular en chats la tarde del miércoles, habrá notado la alta dosis de autocompasión y victimización. Afirma haber querido alertar a quienes tramaron una red de corrupción de la que asegura nunca quiso ser parte, sobre los riesgos de que todo tuviera un final en tribunales. Alega, incluso, que, tras sus bien intencionadas advertencias, le inhibieron su “proceder lícito y conforme a derecho”.

El show comenzó. Tras la difusión de la declaración, el escenario se dividió para quienes degustaron los detalles y para quienes esperaban las reacciones. Y fueron llegando, una a una. Deslindes de quienes no se habían pronunciado al respecto y de quienes se vieron sorprendidos al saberse dentro de la lista de señalados.

Es un tema altamente tentador para dirimir en la conversación pública. El juicio sumario. Sin embargo, por tratarse de un tema que ha sido bandera de esta administración, una promesa de justicia, debió quedarse entre las paredes de un tribunal, acompañada de la certeza de un proceso pulcro como nunca. Resoluciones, fallos, todo apropiadamente informado, sólo para dar garantía de que este expediente sería precedente para un país en el que la impunidad es uno de sus grandes lastres. Pero tuvimos show, escenas sincronizadas: si López Obrador pedía que los videos anunciados por Lozoya debían conocerse, aparecían de pronto, al menos uno de ellos, en YouTube. Si sugería que se conociera la declaración del exdirector de Pemex, casi de inmediato las más de 60 páginas aparecieron en conversaciones de WhatsApp.

México está por llegar a las 60 mil muertes por la covid-19. Y el Presidente de la República dedica su plataforma diaria matutina para calificar por más de una hora lo que tendría que ser asunto exclusivo de la Fiscalía General de la República, que ahora, dicen, goza de autonomía. Nadie niega la urgencia por el fin del esquema de impunidad que habita desde hace décadas en nuestro país. Sin embargo, intentar destruirla con los mismos usos y costumbres de quienes por años llamaste adversarios, dista mucho de un acto de justicia. Cuando hoy el mundo, el país, enfrenta condiciones extraordinarias que piden por líderes capaces de dar siquiera un mensaje de verdadero aliento, tenemos a quienes se aferran a una narrativa que luce a revancha. Así no era como tenía que verse el tan prometido combate a la corrupción, pasando por encima de todo protocolo legal. A un ciudadano de a pie, ¿de qué le sirve un reality show si entre la pandemia y sus consecuencias, el futuro continúa incierto? ¿De qué le sirve al Estado un espectáculo político como tantos otros? ¿Así es como planean fortalecerlo? Tiene razón el Presidente: el pueblo se cansa de tanta pinche transa. De todas. Información Excelsior.com.mx

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