Por Pascal Beltrán del Río
Al pensar en el reinicio de actividades, terminada la cuarentena por COVID-19, el regreso a clases es uno de los factores más importantes de la decisión.
Desde hace varios días he estado entrevistando, en Imagen Radio, a expertos —como Carlos Ornelas, compañero de estas páginas y la organización Mexicanos Primero— para que opinen sobre si hay condiciones para retomar actividades académicas en las decenas de miles de planteles educativos. El consenso es que no. Y eso tiene que ver, en primer lugar, con que no existe claridad respecto del desarrollo de la epidemia.
Así lo reconoció la Secretaría de Educación Pública el viernes pasado, al establecer que el regreso a clases se hará “cuando lo marquen las condiciones sanitarias”. A decir del presidente Andrés Manuel López Obrador, esta semana se analizará el tema.
Es afortunado que así sea porque el gobierno federal parecía haberse puesto una camisa de fuerza, cuando el mes pasado determinó que se reemprendería el ciclo escolar el
18 de mayo, el próximo lunes, en los municipios donde el impacto del coronavirus ha sido escaso o nulo —cerca de mil—, y 1 de junio en el resto de las demarcaciones.
Incluso se habló de extender el ciclo escolar hasta el 17 de julio para poder salvar el año.
El subsecretario de Educación Básica, Marcos Bucio, había agregado un elemento de confusión al decir que se consultaría a los padres de familia para saber cuándo reabrir las escuelas, pero el funcionario fue rápidamente desmentido por López Obrador, quien dijo —y me parece correcto— que dicha decisión debe recaer en especialistas de la salud. ¿Por qué cargarle a los padres de familia semejante decisión?
Por las particularidades de México, el regreso a clases debe ser cuidadosamente planeado.
¿A qué me refiero? Aquí hay varios aspectos a considerar. Entre ellos, que nuestro país tiene el mayor promedio de alumnos por grupo entre los países de la OCDE, alrededor de 30, el doble de la media del conjunto de la organización.
Si eso es un reto en condiciones normales, imagínese lo que tendrían que hacer profesores y directivos para aplicar medidas sanitarias en salones atiborrados. Y sea cuando fuere el retorno a la escuela, eso va a requerir una capacitación de personal y aprovisionamiento de sanitizantes que no se puede improvisar. ¿Qué distancia tendrá que haber entre pupitres? ¿Cuáles serán los protocolos para la entrada y salida de clases y el recreo? ¿Qué tan a menudo deberán descontaminarse las superficies con las que muchas manos entran en contacto?
Quizá usted esté pensando que, dado que los niños son menos propensos a enfermar gravemente por COVID-19, las clases presenciales debieran empezar ya. Pero hay que tomar en cuenta la posibilidad de que esos niños puedan contagiar a otros miembros de la familia. Recordemos que un buen porcentaje de padres de familia dependen del apoyo de los abuelos de los niños para llevar a los alumnos a la escuela y/o traerlos de regreso a casa, darles de comer y apoyarlos en sus tareas. ¿Cómo va a operar esa logística sin poner en riesgo a los adultos mayores?
La salud de los 26 millones de alumnos de educación básica —que dependen mucho más de clases presenciales para el aprendizaje— tiene que ser algo que se estudie con mucho cuidado por las posibilidades de que la escuela se convierta en un foco de rebrote de infecciones.
Ante esto no caben actitudes fundamentalistas, como las que ha mostrado el subsecretario Hugo López-Gatell, un talibán del concepto de “inmunidad de la manada”, quien llegó a decir (14 de marzo) que era mejor mantener abiertas las escuelas hasta que se alcanzara el “punto de inflexión” de la transmisión del coronavirus. Hoy por hoy, no hay consenso sobre cuánto dura la inmunidad de alguien recuperado.
Por suerte, el secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, ha sido mucho más responsable y claro, manteniendo una gran flexibilidad sobre cuándo volver a clases, como volvió a mostrarlo el viernes pasado. Ojalá que para planear el regreso a la escuela se tomen en cuenta varias estimaciones, y no sólo las que comunica López-Gatell, cuestionadas por diversos especialistas, como hizo la semana pasada el connotado matemático Raúl Rojas González. Información Excelsior.com.mx