Por FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Probablemente, mis hábitos cotidianos de conducta no fueron lo suficientemente meritorios para los míticos personajes que se encargan de repartir obsequios y felicidad a los bien portados en estos días. Lo que me queda prácticamente claro es que millones de niños mexicanos se quedaron la mañana de ayer con la ilusión de recibir un juego electrónico, una muñeca súper bella o, cuando menos, una camisa nueva, así como un par de zapatos de su medida. Por más impecable que haya sido su comportamiento.
Uno de los indicadores que vamos a escuchar con mayor frecuencia en la pretemporada electoral, y el tiempo que le sigue, es la forma en que el número de pobres en nuestro país no solamente se ha conservado en sus alarmantes indicadores, sino que se ha incrementado. Todo es según de la manera que lo midas y compares.
El índice de pobreza extrema y de permanencia en los límites de esa miseria va a seguir creciendo en el año que inicia la otra semana.
No hay indicios de que el aparato de distribución de la riqueza se olvida sistemáticamente de los más jodidos.
Esos que antes, por lo menos, tenían televisión gratuita.
PILÓN.- Entre las imbecilidades reaccionarias de las que Donald Trump presume en las redes llamadas sociales, es la tendencia, según él, de regresar a la frase “feliz Navidad” por parte de los norteamericanos.
Desde que Estados Unidos se abrió a la diversidad cultural y, por lo mismo, religiosa, la frase había sido sustituida por la de “felices fiestas”, que de manera incluyente felicitaba a los cristianos y judíos, ateos o budistas.
La expresión estrictamente navideña, que tiene ancla en el nacimiento de Jesús de Nazareth, según considera Trump, es un tributo a la religiosidad de los estadunidenses. En estricto sentido, equivale a calificar a los candidatos presidenciales de México como “pirrurris” o blanquitos. Un verdadero avance. Información Excelsior.com.mx