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¿Podríamos cambiar de página?

Por. Víctor Beltri

Deberíamos, porque es urgente. Llevamos once meses —desde la aciaga visita de Donald Trump a nuestro país— al pendiente de cada uno de los exabruptos del cretino que ocupa la Casa Blanca, en relación al muro que enarboló como una de sus principales propuestas de campaña: el revuelo que causó en nuestro país el “absolutely” de hace unas semanas es prueba fehaciente del interés —y la preocupación— por una ocurrencia que nunca tuvo ni pies ni cabeza.

Una ocurrencia que, hoy, no debería de preocuparnos más. Las transcripciones publicadas por el Washington Post, hace unos días, son reveladoras: Trump, sabedor de que el tema del muro —y el imposible pago del mismo por el gobierno mexicano— lo acorralaba, y del peso político que tenía entre su base electoral, trató de convencer al mandatario mexicano de que le siguiera el juego para poder incrementar sus propias apuestas. México no aceptó, ante el desconcierto de un presidente norteamericano que, como sugerimos en estas páginas con anterioridad (“Trump no tiene ni puta idea”, Excélsior, 30-I-2017), nunca tuvo claro cómo cristalizar sus proyectos y, en realidad, ha pasado su corto —y quizá breve— mandato gestionando promesas incumplidas y crisis emergentes.

El muro sirvió, como petate del muerto, para quien supo utilizarlo. En EU, a quienes asumieron la intolerancia como bandera y trataron de crear la percepción de un riesgo inminente por parte de nuestro país; de este lado del río, a quienes han aprovechado la crisis para impulsar sus propias agendas. El tema está terminado, sin embargo, y es preciso entenderlo así —y dejarlo atrás— lo antes posible: si continuamos dando espacios a lo irrelevante corremos el riesgo de perder de vista lo que es realmente importante. El muro no lo es, y a las palabras de Trump se suma la poca viabilidad demostrada, al menos, desde el punto de vista técnico, ecológico, político y de seguridad. El Tratado de Libre Comercio —cuya renegociación está a punto de comenzar— sí lo es, en cambio: el México en el que vivimos en la actualidad sería inimaginable sin el instrumento que ha sido la base del desarrollo del México contemporáneo y que, con las modificaciones correspondientes, deberá serlo del México del futuro. Es mucho lo que está en juego con la renegociación del Tratado, y alguno de los ahora precandidatos habrá de asumir no sólo las conclusiones —o las primeras consecuencias— del proceso que inicia, sino que habrá de cosechar las primeras mieles de cualquier negociación exitosa. ¿Por qué no están más involucrados? ¿Por qué no estamos todos más involucrados?

Es urgente cambiar de página. Sí, fueron once meses de aprovechar el supuesto muro con miras al 2018, pero, en estos momentos, lo que menos necesitamos es presentar un flanco aún más debilitado frente a quien tratará de aprovechar esta oportunidad, a toda costa, para darle un obsequio a su base de votantes. Trump está acorralado no sólo por las promesas que no ha sido capaz de cumplir, sino por la opacidad financiera en su campaña y una presunta relación inconfesable con el Estado ruso. Ha sido incapaz de lidiar con la crisis de Corea del Norte y, en tanto la amenaza llega a su círculo cercano, se encuentra explorando opciones desesperadas. Las negociaciones del TLCAN en puerta nos convierte en un blanco perfecto para el golpe de efecto de un fullero sin escrúpulos.

Hoy, no se trata de los resultados del presidente Peña o de quien resulte ganador en el 2018 o incluso en el 2024: lo que está en juego con las negociaciones que están a punto de comenzar es el futuro y la configuración del Estado mexicano a largo plazo. Es momento de unidad, en un diálogo en el que la sociedad entera debe buscar involucrarse: es urgente que cambiemos la página de las luchas intestinas por la del diseño conjunto del México del futuro. Información Excelsior.com.mx

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