Por Ángel Verdugo
Todo parece indicar que los torrentes de adjetivos que ayer lanzaban a Donald Trump distinguidos integrantes del ejército de la Corrección Política han dado paso, en los días que corren, a expresiones relacionadas con la preocupación por la suerte que podría correr el TLCAN-NAFTA.
Estos nueve meses que lleva Donald Trump al frente del gobierno de Estados Unidos, de poco sirvió porque, ante el TLCAN-NAFTA parecemos estar pasmados y más aún, seguimos casi en las mismas; o lanzamos dos o tres adjetivos o expresamos la condena por lo que consideramos casi un hecho, la salida de aquel país del Tratado trilateral.
¿Qué sabemos del elector que llevó a Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos? ¿Nos preocupamos por saberlo, por encontrar las razones de su voto y conocer su visión ante las promesas que les hizo, a los millones de electores estadunidenses que confiaron ciegamente en él?
Hoy mismo, ¿qué hemos hecho para conocer lo que esos millones piensan, de lo que hace y dice Donald Trump en relación con el Tratado y su futuro? Nos regodeamos en las proyecciones de la caída probable del PIB mexicano en caso de que Estados Unidos abandone el Tratado, pero ¿qué sabemos de lo que piensan hoy los que votaron por él, de concretarse dicha eventualidad?
¿Qué diríamos si los que votaron por él, estuvieren contentos de que les cumpla lo prometido? Es más, ¿de qué sirve que grandes empresas y empresarios de renombre estén opuestos a las posiciones de Donald Trump en materia de libre comercio, si decenas de millones de habitantes de Estados Unidos ven bien que Donald Trump decida sacar a su país del Tratado?
¿A qué se debe, que lejos de plantearnos realizar desde el principio mismo de la administración Trump, una campaña profesionalmente ejecutada de explicación y promoción de las bondades, beneficios y ventajas del Tratado a los millones de seguidores de Trump, nos concentramos en grupos de notables y personalidades que aquéllos rechazan?
Hoy diría el clásico, ya ni llorar es bueno; sea cual fuere la suerte que corra el TLCAN-NAFTA, hay un daño que se deja ver sin maquillaje alguno: ¿Qué haremos con el andamiaje jurídico que debimos construir como consecuencia de la firma del Tratado, el cual permitió la llegada de inversión extranjera por la seguridad que proporcionaba dicho conjunto de normas?
¿Lo echaremos abajo? ¿Permitiremos que se fortalezca esa visión la cual, soterrada, está lista para llevarnos a los años 70 del siglo pasado en materia de apertura económica, y facilidades y garantías a la inversión? ¿Acaso permitiremos que personas con una mentalidad anclada en lo más rancio del desarrollo económico como Cárdenas el pequeño, se convierta en el líder del retroceso?
¿Hay consciencia del daño que esa visión del desarrollo económico podría generar, dadas las actuales condiciones de desprestigio de la clase política y la falta de credibilidad del gobierno actual? Si en los años de crecimiento nadie osaba defender, abierta y decididamente la apertura económica y la integración a la globalidad, ¿se atreverían a hacerlo en las condiciones que generare la salida de Estados Unidos del Tratado?
¿Sabremos ver más allá de la elección presidencial del 1 de julio del año próximo, y defenderemos con más fuerza y convicción la necesidad de profundizar en la apertura y en las facilidades a la inversión? ¿Haremos las reformas que faltan, para remover obstáculos a la creación de fuentes de empleo?
¿Qué piensa usted?
Información Excelsior.com.mx