Por Ángel Verdugo
Hace dieciséis años apareció un libro por demás interesante de la autoría del académico de Harvard, doctor Michael Ignatieff; con él colocó en la discusión un concepto que hoy, años después, prácticamente nadie recuerda y casi nunca es citado para justificar ésta o aquella medida política la cual, por decir lo menos, es calificada de políticamente incorrecta.
El título, sugerente, causó impacto entre los estudiosos entonces del terrorismo practicado por grupos de fanáticos musulmanes. The Lesser Evil, de la editorial Princeton University Press, quizás por lo polémico de algunos de los planteamientos del Dr. Ignatieff, pronto fue hecho a un lado aun cuando su tesis central (The Lesser Evil-El Mal Menor) fuera aceptada por no pocos, en los centros donde se tomaban las decisiones en la lucha contra aquellos grupos. Años después, en el 2018, apareció una nueva traducción al español de la editorial Taurus Random House bajo el título —traducción literal, por fortuna—, del original en inglés: El Mal Menor.
Debo decir, con miras a mejor entender la tesis central de la obra del Dr. Ignatieff, que en ambas ediciones aparece un subtítulo que ayuda, indubitablemente, a conocer antes de la lectura del libro el tema central del mismo: “Political Ethics in an Age of Terror” y “Ética Política en una Era de Terror”.
Al margen de la recepción que tuvo el trabajo del Dr. Ignatieff y de la lucha contra el terrorismo y los terroristas —su tema central—, el concepto (El Mal Menor) empezó a ser utilizado en otras áreas de la actividad política, no necesariamente violenta, en contra de éste o aquel adversario.
Es tan amplio el concepto, que prácticamente no hay situación donde no pueda utilizarse, tanto en su expresión original (El Mal Menor) como en una versión tropicalizada, como suelen decir algunos. Una muy usada es “La Menos Peor” dando a entender con este fraseo, que en la vida política real no hay decisiones buenas o malas sino todas son malas y debería entonces buscarse la menos mala; si todas fueren peores, seleccionar “la menos peor”; es decir, optar por El Mal Menor.
Viene a cuento lo anterior, por la lectura de una provocadora colaboración del doctor Alfonso Zárate la cual, le suplico, de atraerle el tema, lea con atención: https://www.eluniversal.com.mx/opinion/alfonso-zarate/la-falta-absoluta-…
En verdad, el tema no es menor; se refiere al texto del artículo 84 de nuestra Constitución que establece, cuando se dé “la falta absoluta” del Presidente, que quien ocuparía —por sesenta días— la titularidad del Poder Ejecutivo con el carácter de provisional sería, no otro, que quien fungiere en ese momento como titular de la Secretaría de Gobernación. No le digo más para que usted, con la interpretación que haga de la lectura, coincida o difiera de la posición del doctor Zárate.
Ahora bien, retomando lo nuestro —El Mal Menor—, es evidente que al darse la falta absoluta del gobernante y aplicar aquel artículo, se produciría una situación de cierta incertidumbre —por decir lo menos—, con sus efectos negativos en lo económico y en lo político, ni se diga.
Sin embargo, dada la realidad creada hoy en esos aspectos de la vida nacional (como consecuencia de casi 17 meses de medidas erráticas y desatinos técnicos y financieros, que nos han costado y costarán centenas de miles millones de pesos), inevitablemente surge la pregunta: ¿Cuál sería para usted el mal menor? ¿Acaso la incertidumbre provocada por la falta absoluta del titular del Ejecutivo y el método tortuoso para sustituirlo? ¿O sería preferible —por ser el mal menor— el agravamiento sistemático y permanente de la actual situación económica y política, al continuar gobernando durante todo su encargo, el actual titular del Ejecutivo?
¿Le parecen interesantes estas preguntas? De ser así, lea por favor la colaboración del Dr. Zárate, y analice con la debida seriedad la posición que mantiene y sobre todo, la pregunta que hace al final.
Por otra parte, la sustitución del titular del Ejecutivo no es algo “normal” para los mexicanos; de darse, sería algo extraño para muchos porque, desde la renuncia en el año 1932 de don Pascual Ortiz Rubio, no hemos enfrentado “la falta absoluta” del titular del Poder Ejecutivo federal.
¿Qué piensa usted al respecto? ¿Qué le parece más conveniente, o cuál sería El Mal Menor?
Información Excelsior.com.mx