Por Pascal Beltrán del Rio
He venido leyendo las reacciones en redes sociales al abucheo que se propinó al presidente Andrés Manuel López Obrador, el sábado por la tarde, en la inauguración del estadio de los Diablos Rojos del México, y me preocupan más que el hecho mismo.
Es evidente que la polarización en el país va creciendo y, de seguir así, eso no dejará nada bueno.
Leo que el Presidente es responsable de lo que le pasó porque “quien siembra vientos, cosecha tempestades”.
Un símil de esa argumentación es un duelo callejero de insultos. Siempre comienza alguien. El insultado tiene la opción de responder igual o seguir su camino para no arrastrarse en el mismo fango.
Cuando uno mienta la madre y el otro responde, ¿quién gana? Nadie. Ambos se ven igual de mal.
Hay dichos y hechos del presidente López Obrador que preocupan a muchos mexicanos. Y creo que con razón. Valores esenciales de la democracia han sido puestos en duda, como sucede con la intención de crear la figura de “revocación del mandato”, que no parece ser otra cosa que una forma de sobreponerse a la prohibición constitucional de que el Presidente de la República pueda usar los medios de comunicación para enaltecer su propia imagen y apoyar a su partido.
Explicar eso requiere más que de insultos. De hecho, caer en la polarización —en la división de buenos y malos que discursivamente ha creado López Obrador— es una manera de no atender lo importante.
No juzgaré las razones que tuvo la fanaticada beisbolera para abuchear al Presidente, igual que no juzgaré las de quienes lo aplauden incondicionalmente y arremeten de forma grosera contra sus críticos.
Creo que muchas veces uno se deja llevar por el instinto de responder con una mentada a un supuesto agravio sin reparar en que nadie gana uno de esos duelos.
La democracia necesita críticos de altura para defenderla porque la idea es que la democracia trascienda los sexenios.
Por ejemplo, si el gobierno decide cortar a la mitad el presupuesto para las estancias infantiles y dejar de publicar las reglas de operación de éstas —y opta por no revertir dichas decisiones, a pesar de que varios jueces ya han dictado suspensiones a favor de los quejosos—, lo que corresponde es argumentar más y más a favor de los beneficios de esta red de protección y el peligro de cortarla, y seguir recorriendo los caminos legales.
Caer en el juego del insulto o buscar justificaciones a las porras es un error que abona al clima de polarización.
Toda estrategia de división necesita una contraparte que sirva de pared de frontón. Si nada o nadie regresa la bola, ésta simplemente se perderá.
Leo a quienes quieren responder a la agresión con lo mismo, y me preocupan. Me parece que han perdido la paciencia y eso que apenas van 115 días.
Si vamos a criticar la forma en que la CNTE quiere imponer su voluntad a las instituciones, y tirar por los suelos un proceso de negociación entre gobierno, oposición y sociedad civil sobre la educación, sería muy incongruente justificar un abucheo.
Alguien escribía ayer que los canales institucionales se habían terminado y que no quedaba más que el desahogo. Yo no lo veo así.
Afortunadamente, todos los días leo en los medios críticas fundamentadas, respetuosas e inteligentes sobre lo que estamos viviendo y, mientras eso continúe, yo voy a pensar que la democracia aún tiene anticuerpos. Información Excelsior.com.mx