Por Yuriria Sierra
“Ayer vimos las calles como desde hace tanto debió ser: llenas de mujeres. Tristemente, las obligó una coyuntura resultado de tantos años de omisión. Pero salieron y nos han gritado merecidas consignas y exigencias. Les aseguro que cada una de éstas fue escuchada. Que los tiempos de la evasión terminaron. Reconocemos, como los actuales encargados del Estado, que también les hemos fallado, y tanto, que ha sido necesario que salieran todas a recordarnos cuál es su lugar y cuál nuestro papel. Aún estamos a tiempo de corregir. Desde ayer, este país se entiende como un espacio en donde cabemos todas y todos. También, desde ayer, este gobierno acepta sus responsabilidades. Hoy nos dan otra lección. Apenas las primeras horas de este lunes 9 de marzo, y nos han dejado claro que ustedes son parte esencial de este país y que por ello debemos garantizarles no sólo un derecho tan básico como el de una vida libre de violencia, sino también esos otros que a los hombres nos han abierto espacios desde hace décadas y por los que ustedes han tenido que luchar. México es un país mayoritariamente de mujeres. No puede conducirse más sin ustedes. Ya no lo hará”.
Unas cuantas líneas discursivas. Apenas, tal vez, las necesarias para dar un giro de timón. ¿Qué tanto le costaría al presidente López Obrador pronunciarlas el próximo lunes, horas después de la que se anuncia como la más grande movilización de los colectivos feministas y durante los primeros momentos del expectante paro nacional de mujeres? ¿Qué tan difícil sería un mensaje así de contundente?
“Las mujeres estamos enojadas por la violencia. Parar con la violencia y promover la igualdad es un tema de todos y todas y se trabaja todos los días…”, me afirmó ayer Nadine Gasman, presidenta de Inmujeres, en entrevista en Imagen Noticias. Y ella, como tantas otras funcionarias y funcionarios dentro del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, reconocen la importancia de las movilizaciones que hemos visto en los últimos meses. Lo entienden como un fenómeno global del que nuestro país no puede ser ajeno: “La 4T no es 4T sin las mujeres…”, me aseguró Gasman.
En días pasados, hemos reconocido aquí las posturas de figuras como Claudia Sheinbaum, Olga Sánchez Cordero, Tatiana Clouthier, Mónica Maccise o Patricia Mercado, quienes desde su trinchera buscan la manera de aportar a una causa que, en primera instancia, debe ser comprendida. También hemos subrayado a personajes como Marcelo Ebrard y Zoé Robledo, quienes, siendo hombres han respondido con empatía y la han convertido en posturas institucionales.
La gran pregunta hoy es por qué el Presidente se aferra a marcar distancia. El próximo domingo, Día Internacional de la Mujer y de la marcha del #8M, fue agendada la primera subasta en Los Pinos, así se anunció en Palacio Nacional. Un día después, ayer, se anunció que la venta de los cachitos para la rifa del avión presidencial iniciará el próximo lunes. Todo luce como una franca evasiva, cuando no franca provocación.
El movimiento no tiene nada que ver con el Presidente. No es en contra de él o su gobierno. Es porque no queremos más Fátimas, más Ingrids, más Lesvys (y aquí podría poner una lista interminable de nombres). Sin embargo, sí es el Presidente quien debe enviar ese mensaje de empatía, ése acuse de recibo que al tiempo deberá convertirse en política pública. Hay dentro de su equipo funcionarios y funcionarias preparadísimos y muy dispuestos (y también muy frustrados porque no se les escucha al interior del gobierno para el que trabajan); también hay activistas, ciudadanas y ciudadanos con ganas de aportar todo lo que saben. Sólo es cosa de que acepte la ayuda. Sería, sobre todo, ayudarse a sí mismo.Información Excelsior.com.mx