Por Yuriria Sierra
Sucedió hace casi dos años, al inicio de la emergencia sanitaria en nuestro país, el tema de la polémica, el cubrebocas. Autoridades mexicanas tardaron en reconocer la utilidad de este insumo como una de las principales barreras para contener los contagios de covid-19. Es un decir, algunos insisten en no usarlo. Después, sucedió también con las pruebas: las mismas autoridades encargadas del manejo de la pandemia se resistieron a su aplicación de forma masiva, de ahí que, desde entonces, la cifra de contagios diarios que informan se ponga en duda. Es imposible tener completa certeza, pero sí hay oportunidad de acercarnos a un panorama mucho más real. Sin embargo, la política fue la realización de la menor cantidad de pruebas. Esto no ha cambiado.
Con la aprobación de las vacunas, México también ha sido uno de los países que más se ha resistido a aplicarlas a la mayor cantidad de población posible. Otra vez, las autoridades encargadas del manejo de la pandemia, sabemos quiénes, se han resistido y hasta de manera dolosa se han lanzado contra quienes han buscado la vía de acceder a la inmunización. Por ejemplo, padres de familia que debieron recurrir a un amparo para hacer que sus hijos menores de edad tuvieran acceso a una dosis; así que contra ellos escuchamos decir que era un acto egoísta, porque cada vacuna que se peleaba en tribunales se quitaba a una persona vulnerable, sólo para sostener una postura que después cambiaron al abrir la aplicación a determinados grupos de edad, hoy se aplica a partir de los 15 años.
Ayer volvimos a romper nuestra propia marca, más de 33 mil contagios en 24 horas. Y sí, desde luego que las vacunas han hecho la enorme diferencia. Recuerdan en redes que en enero de 2021 las filas eran para buscar una cama en los hospitales o un tanque de oxígeno. Hoy, el número de muertes diarias no avanza a ese ritmo, aunque sólo una pesa, pero también es cierto que la visión de las autoridades mexicanas no ha cambiado, ni a pesar de nuestra propia experiencia.
México ha monopolizado todo lo que tiene que ver en el manejo de la pandemia: sólo a ellos vacunan y sólo ellos pueden abrir el mercado de pruebas, pero no lo hacen. De forma gratuita sólo ellos las practican, algunos gobiernos locales ya cobran por ellas, el resto están concentradas en el ámbito privado a costo variable. No todos pueden pagarlo y, quienes sí, deben hoy hacer largas filas, rompiendo todas las medidas, porque no han permitido que las pruebas estén alcance de un anaquel, como ocurre en otros países. Y entonces han optado por la narrativa de que demos por sentado que, ante cualquier síntoma de enfermedad respiratoria, asumamos que se trata de infección por SARS-CoV-2. De esta forma se intenta también contener los contagios, reducir su transmisibilidad en lugares públicos, sí, pero, ¿de qué forma sabremos con mayor certeza el avance de la pandemia? Así como lo dijeron alguna vez con las vacunas, ayer también nos lo volvieron a decir: las personas que no tienen síntomas, pero que buscan hacerse una prueba, le están quitando el lugar a una persona que la necesita. Una política que va en contra del más alto organismo en el mundo, la OMS, que ha incentivado su uso al por mayor. Olvidan las autoridades mexicanas que todas las personas necesitan una prueba, ya sea para confirmar un diagnóstico o para su propia tranquilidad. Es una cuestión sanitaria que pone en riesgo la vida de millones de mexicanos, ¿por qué entonces el Estado no se encarga de proporcionarlas? ¿Treinta mil contagios por día no urge por mayor precisión?. Información Excelsior.com.mx