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¿Qué deberían saber los candidatos?

Por Ángel Verdugo

Los últimos cuatro o cinco decenios en materia de gobernación han sido, imposible ocultarlo, ricos en enseñanzas. Una de éstas ha servido, aceptémoslo o no, para definir algunos requisitos mínimos que los candidatos propuestos por los partidos políticos deberían satisfacer para buscar los votos y, de triunfar, ocupar algún puesto de elección popular en el Ejecutivo o el Legislativo.

Por supuesto, dadas las características de los regímenes democráticos, aquéllos no serían en modo alguno de observancia obligatoria por parte de partidos y candidatos. La exigencia pues, de hacerlos cumplir, quedaría entonces a contentillo de las dirigencias partidarias; los electores, en principio sería deseable, premiarían al más capaz y por el contrario, retirarían su apoyo a los candidatos cuya característica destacada sería la ignorancia de lo relacionado con la gobernación —en el caso de los que buscaren algún puesto en el Ejecutivo—, y con la actividad legislativa en los que pretendieren pertenecer a una de las Cámaras que integran el Poder Legislativo.

Sin embargo, por encima de la experiencia acumulada en decenas de países en lo que se refiere a proponer —por parte de los partidos— candidatos que satisficieren dichos requisitos mínimos, los partidos han decidido caminar en la dirección contraria.

En consecuencia, en vez de tomar en cuenta la experiencia y entender la conveniencia de designar o elegir candidatos preparados y con conocimientos en las funciones a desempeñar de resultar triunfadores, no únicamente designan candidatos impresentables por sus antecedentes personales en materia de ética sino también, a los que carecen de los más elementales conocimientos relacionados con el puesto al que aspiran, y de las funciones que en caso de obtener la victoria desarrollarían.

Dos son las regiones del planeta que destacan en esto último: la aplastante mayoría de los países del continente africano y la nuestra, América Latina. Aquí, además de su impresentabilidad e ignorancia, destaca también la visión caduca que tienen de temas como el crecimiento económico y su papel para elevar la calidad de vida de la población, fortalecer la apertura económica y su incorporación a la globalidad.

También, parece que tenemos una inclinación enfermiza a la vez que perversa para proponer —los partidos—, y elegir —los electores—, a quienes privilegian la exclusión y la intolerancia y por supuesto, el autoritarismo por encima de las prácticas democráticas. Para decirlo claro, en América Latina nos hemos especializado —salvo dos o tres excepciones que son eso, la excepción, no la regla—, en elegir a quienes lo único que saben es destruir lo construido hasta llevar a sus respectivos países a la ruina total.

La lista la encabeza con honores indiscutibles —para no irnos a los autócratas de viejo cuño como los Somozas y los Trujillos—, Fidel Castro; le siguen Chávez y Maduro, Daniel Ortega, Néstor Kirchner y su hoy viuda y, algunos más de menor relieve pero de la misma catadura: autócratas, ladrones e ignorantes a más no poder.

En el orden subnacional —estados y municipios—, México ha realizado aportes de gran cuantía; otra vez no iré muy atrás en el tiempo sino que me concentraré en años recientes y hoy en día: los Duarte (Veracruz y Chihuahua), Moreira el demandante, Herrera, Borge, Yarrington, Velasco y algunos otros un tanto mediocres pero igual de dañinos.

Hoy, de los actuales, diría que los primeros lugares los ocupan Blanco, García, Barbosa, Bonilla, Sheinbaum y Pavlovich y en el orden municipal, el primer lugar lo tiene —sin adversario que le haga sombra—, Pablo Mariscal, de Cajeme, Sonora. Me reservo mi opinión en relación con López porque, es de sobra conocida.

Ahora bien, ¿es usted de la idea de lo benéfico que sería contar con candidatos informados y conocimientos económicos y la situación internacional y que hablare, además de un buen español, cuando menos inglés? También, que además de contar con experiencia y resultados probados en sus puestos anteriores en el sector público, hubiesen defendido las prácticas democráticas y respetado los derechos humanos.

Por último, ¿qué pensaría usted de los partidos que propusieren candidatos como los que señalo arriba? ¿Y de los que hubiesen propuesto a los Blanco y los Barbosa, y a los Cuitláhuac, los Velasco y las Sheinbaum?, ¿volvería a votar por ellos y sus candidatos?

¡Pobre país!

Información Excelsior.com.mx

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