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¿Qué hace usted estos días santos?

Por Ángel Verdugo

Al margen de su fe o no tener alguna, ¿qué hace usted estos días santos? ¿Recuerda lo que le obligaban a hacer cuando niño? Hoy, ¿acude a algún templo, solo o en compañía de los suyos? ¿Presta atención a las celebraciones religiosas con motivo de La Pasión de Cristo?

¿Le inculcaron desde niño, alguna religión? ¿Fue bautizado y confirmado, e hizo la primera comunión? En caso de no pertenecer a la Iglesia católica, pero sí a alguna otra denominación religiosa, ¿qué podría decir hoy de la observancia por parte suya, de lo que esa fe mandata?

Las preguntas podrían seguir, y no encontraríamos una respuesta que explicare lo sucedido con la religiosidad de los mexicanos en estos últimos 40 o 50 años. ¿Por qué entonces, los mexicanos de hoy prestan menos atención a lo religioso?

No pocos explican este cambio, el cual ha dado por resultado un desencanto de la práctica religiosa y en consecuencia, un alejamiento advertido ya, de grupos amplios de la sociedad de lo que representa la fe en la vida moderna, al margen de la denominación religiosa de cada uno, como un producto de la agitada vida moderna y/o, de la difusión de los avances científicos y de la legitimación de conductas que hace pocos años a muchos parecían algo casi diabólico.

Hoy, tanto el divorcio como el aborto, así como los matrimonios entre personas del mismo sexo y la permisividad sexual, a muy pocos asustan; podrían estar en contra de ellas, pero cada día concitan menos protestas y rechazo masivo.

Los grupúsculos que siguen aferrados a querer imponer su visión al resto de la sociedad sin darse cuenta, que ellos son los que ocupan un lugar a veces marginal en temas y/o conductas específicas, van quedando a la vera del camino en un mundo cada vez más abierto y permisivo.

Frente a esta nueva realidad religiosa, la cual no impera únicamente en México sino en decenas de países, ¿qué dice y qué se dice usted? ¿Le concede importancia o, como sucede con millones de familias, lo ve como algo natural, resultado de eso que hemos dado en llamar modernidad?

Sin embargo, por encima de esta realidad más que evidente, las cifras censales hablan de un porcentaje altísimo de quienes dicen profesar alguna religión: poco más de 90% de la población. ¿Acaso estamos ante la bien conocida hipocresía que no nos es ajena? ¿En verdad, antes de aceptar que hemos dejado de creer, preferimos mentirle al empleado del Inegi que cumple con la labor de censarnos? ¿Somos entonces, como no pocos afirman, creyentes sociales? ¿Creyentes que mantenemos la ficción para quedar bien en la sociedad y no aislarnos?

Con todo lo dicho, ¿qué hace usted estos días que solemos calificar como días santos? ¿Se une a la corriente y acude al templo? O, como suele hacer la inmensa mayoría, ¿disfruta los días de asueto sin hacer el menor caso de las celebraciones religiosas?

En pocas palabras, algo ha pasado en una buena parte de las sociedades en el mundo actual; grupos cada vez más amplios en países diversos, parecen haber llegado a la conclusión de que lo religioso, ya no es algo necesario en la vida moderna.

¿Piensa usted que es verdad? ¿Acepta ese juicio como una posición objetiva, la cual refleja la nueva realidad mexicana? De juzgarlo como cierto, ¿estaría dispuesto a defenderlo, abierta y voluntariamente?

Visto lo anterior, ¿considera entonces que hoy y en el futuro, puede uno vivir sin lo religioso? ¿Es posible mantener valores morales y ponerlos en práctica cotidianamente, sin ser religioso?

Información Excelsior.com.mx

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