El mundo sigue girando. Más allá de los resultados del primer debate presidencial, cuya discusión llena de tinta las páginas de los diarios —y de hashtags las redes sociales—, quienquiera que resulte ganador en la contienda tendrá que hacerse cargo, por supuesto, de la relación bilateral con Estados Unidos.
Una relación bilateral que está pasando, sin duda, por su peor momento en varias décadas: la falta de colaboración —y confianza— entre las dos naciones ha quedado en evidencia, primero, ante las nuevas revelaciones relativas a la información con que contaban las agencias estadunidenses en referencia al caso Ayotzinapa —misma que, de haber sido revelada a tiempo, habría contribuido a la estabilidad de la administración actual, lo que no ocurrió por una decisión deliberada de la administración Obama— y, segundo, ante la predisposición en contra de nuestro país del actual Presidente norteamericano, quien hizo del odio a México un lema de campaña que ha tratado de convertir, por todas las vías, en políticas de gobierno.
Políticas de gobierno que —en los hechos— no han pasado de meras ocurrencias cuya implementación nunca ha tenido clara, como lo sugerimos en estas páginas en relación a la manera en la que, supuestamente, terminaríamos pagando por el muro que pretende construir (“Trump no tiene ni puta idea”. Excélsior, Nadando entre Tiburones, 30-01-2017). Ocurrencias que nunca aterrizan, pero que llenan los titulares, encienden a las masas y sacuden a los mercados: ocurrencias que distraen la atención de los temas que de verdad le preocupan, y con mucha razón.
Con mucha razón. “Una completa cacería de brujas”, insistió el día de ayer, en redes sociales, respecto a las investigaciones que, sobre su posible colusión con el gobierno ruso, se realizan en su contra y que, en días pasados, han sufrido un vuelco inesperado que podría representar el término adelantado de su mandato e, incluso, el posible encausamiento criminal no sólo del Presidente norteamericano sino de sus colaboradores, amigos y familiares más cercanos: el allanamiento que —la semana pasada y con una orden judicial cuidadosamente estructurada— realizaron agentes federales sobre la oficina —y el cuarto de hotel— de su abogado, enfrenta a Donald Trump al peor escenario posible. Un escenario de incertidumbre, y riesgo, total.
Un escenario cuyo desenlace no puede ser bueno. El allanamiento sobre Michael Cohen tuvo como resultado la sustracción de miles de documentos y conversaciones grabadas que, tanto Cohen como sus clientes, creían que se desarrollaban al amparo del privilegio legal que prevalece en EU para los abogados, y del que no gozan por estar —presuntamente— relacionadas a la comisión de un ilícito. Miles de documentos y conversaciones, cuyo contenido exacto —e implicaciones— es desconocido para el propio equipo de Donald Trump, pero que tienen el mismo fondo: Michael Cohen se dedicó, durante años, a resolver los asuntos más tormentosos —y turbios— de sus clientes. Prostitutas, modelos, actrices pornográficas, abortos: ése es el tipo de asuntos que constituyen la práctica profesional de quien lo sabe todo sobre Donald Trump, y que podría estar dispuesto a contarlo con tal de salvar su propio pellejo: ése es el mayor miedo de Donald Trump.
Un miedo que no carece de justificación: Michael Cohen podría voltearse en su contra en cualquier momento, y colaborar con los investigadores para integrar un caso demoledor en contra del Presidente de Estados Unidos. El proceso está en curso, y Cohen tiene los incentivos suficientes para llegar a un acuerdo: Trumpparece saberlo y está en una carrera contrarreloj para tratar de desacreditar a quienes lo acusan, o lograr un golpe de efecto que le brinde el oxígeno suficiente, como la inexplicable —y sospechosa— reciente negociación con Corea del Norte para lograr un armisticio. Así la escena completa, así lo que se avecina en las próximas semanas y meses: el Presidente norteamericano podría terminar en prisión, mientras que busca un Nobel de la Paz que lo valide, con todos los exabruptos que pueda haber en el medio.
Mientras tanto, en el debate presidencial, de lo importante ni media palabra. Seguro creen que a su llegada volverán a inventarlo todo. Información Excelsior.com.mx