Por Yuriria Sierra
Que Javier Duarte no ha aceptado la extradición. Al menos, eso dice Alejandro Jaimes, abogado que lidera el equipo de defensa del exgobernador en nuestro país. Y el veracruzano no ha aceptado nada, porque todavía no conoce los términos de la solicitud que hizo la PGR a las autoridades guatemaltecas. Los conocerá hoy mismo. Pasado el mediodía de hoy miércoles, Javier Duarte será captado por primera vez por una gran cantidad de medios de comunicación que desde la noche del sábado pasado, se han trasladado a la capital de Guatemala para ir en busca de las razones de aquella, su hoy ya icónica, sonrisa aún con las manos esposadas.
Y tal vez esta risa se deba a que Duarte tiene previsto un desenlace que sería el que nadie quisiera para este caso; salvo él, el mismo Duarte. Y es que al exgobernador se le tienen anotados en su expediente en nuestro país, los delitos de enriquecimiento ilícito, peculado, incumplimiento del deber legal, delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita y delitos electorales. Ésos, sólo algunos. Pero… “En Guatemala, se aplica desde hace varios años el sistema penal acusatorio que otorga al inculpado amplios derechos y obliga a los tribunales a probar con algo más que dichos y testigos protegidos, los delitos por los que se puede condenar a una persona en prisión. El artículo décimo quinto del tratado de extradición México-Guatemala estipula que la persona reclamada que ha sido entregada de conformidad con este tratado no podrá ser detenida, juzgada o sancionada en el territorio de la Parte Requirente por un delito distinto a aquél por el cual se concedió la extradición ni tampoco será extraditada a un tercer Estado…”, escribía ayer Luis Cárdenas en su columna de El Universal. Basta recordar que Duarte es abogado. Bastante bien estudiadas se tendría las rutas de escape, por eso se dijo que otro de los destinos a los que pudo haber huido era Canadá, con quien México no tiene acuerdos de extradición.
Esto quiere decir que si Duarte es extraditado a nuestro país, sólo podrá ser juzgado por los delitos por los que fue requerido por la PGR a Guatemala: delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita. Las otras acusaciones (las ya existentes y las pendientes que ayer aquí escribí como parte del saldo que dejó tras su gubernatura) no podrían formar parte de su expediente ni de su sentencia. Además de las acusaciones que tiene la PGR, Duarte tiene otras cua-ren-ta-y-cin-co denuncias en la ASF por desvió de recursos y otras trein-ta-y-dos con el SAT por la creación y uso de empresas fantasma para la triangulación de los millones de desfalcó del erario veracruzano. O sea, de llegar extraditado a México, a Duarte lo tendrían que juzgar sólo por dos delitos y no por todas las denuncias que tiene pendientes. Sería procesado por casi, casi nada. Y, seguramente, con un tanque de abogados que más temprano que tarde hallarían alguna falla en la integración del expediente o alguna fruslería cualquiera para cuestionar el “debido proceso”, que lo tendrían en las calles en plazos nada dolorosos para Duarte ni para su familia ni para sus cómplices. Sólo terriblemente doloroso e insultante para los veracruzanos y los mexicanos, por la burla y el agravio que esto significaría.
Por eso que algunos están pidiendo que a Duarte no se le extradite, sino que se le deporte, lo cual podría ser posible si es que se comprueba que entró de manera ilegal a Guatemala, lo que obligaría al país a ejecutar su ley de migración. El asunto es que, como sabemos, la PGR pidió ya su extradición, y hoy sabremos si Duarte acepta el proceso o decide pelearlo desde un tribunal de Guatemala. Antes de saber esto, a Duarte lo veremos como pocas veces imaginó: recorriendo un pasillo con las manos esposadas, siendo revisado y fichado frente a las cámaras de televisión. Duarte siendo tratado como un delincuente, como uno que, tal vez, tiene planeada su ruta para que el castigo que caiga sobre él sea el de menos daños posibles. La cuestión aquí es que esto es posible por una razón: porque la ley lo permite. Duarte es el más coyuntural de los casos de políticos que abusan de su poder, pero no el primero. Y, tristemente, no el único, en esa lista de exgobernadores corruptos que ni empieza ni acaba con él. Información Excelsior.com.mx