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¿Qué sigue? ¿Festejar que sólo uno pasó?

Por Ángel Verdugo

La decisión del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) me pareció, por lo menos, sorprendente; más cuando el boletín 228 de este viernes 4 anunciaba el otorgamiento del registro (condicionado, por supuesto) a México Libre y al nuevo PES, en el dictamen de la Comisión de Prerrogativas.

Muchas preguntas han surgido desde ese día las cuales, si bien plenamente justificadas por lo sorprendente de la decisión, carecen de valor jurídico por sensatas y lógicas que parecieren. La instancia donde sí lo tendrían sería, sin duda, la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

La señora Zavala declaró ya su decisión de acudir a dicha instancia para hacer valer sus argumentos y así, buscar la rectificación de lo que considera una decisión errónea de parte de siete consejeros del INE. La decisión que tome el TEPJF, todo el mundo esperaría que fuere tomada en estricto apego a derecho; de no ser así, lo ya delicado tendería a enrarecerse aún más.

Voy ahora a lo que pienso de algunas reacciones las cuales, dicen más de lo que sus autores quisieren. Una de las más repetidas, es la que tiene que ver con el efecto positivo de la decisión porque, afirman sus autores, va a contribuir a no dividir el voto. De ser cierto este argumento, ¿por qué no criticar también la aprobación del registro al nuevo PES? ¿Sólo México Libre dividiría el voto, y el Partido Encuentro Solidario no? Lógica interesante, por decir lo menos.

Otras opiniones son de índole diferente; las más, tienen como único soporte dos elementos. Uno, la ideología —mal entendida por cierto—, que lleva a festejar una decisión que iría en línea con las posiciones absurdas e ideologizadas en extremo —no por ello correctas, evidentemente—, de los que simpatizan acrítica y ciegamente con Morena y su desastrosa gobernación.

El otro, la fe ciega de millones y por lo tanto, irracional, en el actual Presidente. Éste y su desempeño, y sus posiciones en torno a temas a cual más disímbolos, no merecerían otra cosa que la irracionalidad casi religiosa de quienes, en una actitud ciega y acrítica, adoran a quien juzgan tan poderoso que puede obrar milagros.

Este último absurdo, alejado de toda racionalidad, llevaría a un observador medianamente sensato a preguntar: si en verdad fuere tan poderoso como dicen sus panegiristas, ¿por qué usar ese poder para destruir la economía y las instituciones, en vez de fortalecerlas?

Finalmente, de ser uno un demócrata convencido del valor de las instituciones y el respeto de la ley, aceptaría y respetaría la decisión del Consejo General; al mismo tiempo, esperaría que los inconformes acudieren a la siguiente instancia para buscar revertir la decisión que juzgan errónea: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Es ahí donde deberán exponerse —debidamente sustentadas—, las razones por las cuales el quejoso juzga incorrecta la decisión que a su juicio, lo daña. Los sombrerazos y las descalificaciones no caben en quienes aceptaron —y así lo han demostrado a lo largo de su vida pública algunos de ellos, no todos—, las reglas y requisitos que la legislación establece. Hoy, la decisión del Consejo General fue favorable a uno de los siete; ¿lo será a otros la Sala Superior del TEPJF?

Toco ahora un aspecto que normalmente dejamos de lado en situaciones como la que nos ocupa. Bueno sería no olvidar que el INE está sujeto a un conjunto numeroso de reglas y normas las cuales, esa institución no elaboró. Lo esencial y determinante —así como lo absurdo y tramposo por no decir perverso—, es obra del Poder Legislativo, de los legisladores de TODOS los partidos.

La complejidad y lo confuso de la legislación electoral vigente es obra, tanto de los partidos y sus legisladores. Quien lo dude, revise el artículo 41 constitucional y las tres leyes reglamentarias que reemplazaron al abrogado Cofipe. A complicar para impedir la llegada de nuevos partidos, y evitar así que más ciudadanos se expresen; que haya menos para que nos toque más dinero, parecería ser la sola motivación de los partidos.

Al margen del resultado de la decisión del Consejo General, ¿por qué no pensar que ha llegado la hora de simplificar y eliminar trámites y requisitos sin sentido, y facilitar la formación de nuevos partidos? Por último, burlarse del que perdió una batalla (no la guerra), es mezquindad; mañana, el burlador podría ser el derrotado. Información Excelsior.com.mx

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