Por Yuriria Sierra
Queridos hombres de bien y hombres buenos: no podemos solas. En este país están matando a 11 mujeres al día. Cada vez con mayor brutalidad, odio y sadismo. Ayúdennos. Difundan mensajes, de hombre a hombre, que ayuden a parar este delirio.
Porque es la pesadilla. Vivimos la pesadilla. Y aún hay quien la cuestiona. ¿Es una exageración? ¿Las mujeres no nos cansamos de hablar de eso? No. La respuesta es no. No dejaremos de hablar de esto hasta que ustedes, hombres, comiencen a hacerlo también, pero en serio. Hasta que reconozcan la importancia de aceptar un problema como el primer paso para la erradicación de las varias y terribles consecuencias que trae.
Se nos rompe el corazón. Se rompe cuando leemos de un caso como el de Ingrid Escamilla. Se nos ha roto cada que leemos sobre un feminicidio más, acaso un par de los que llegan a las páginas de los diarios, de los que nos enteramos en nuestros grupos en WhatsApp, de los que pegan a lazos familiares cercanos, de lo que representan una ausencia en nuestro entorno inmediato. Y acaso éstos, sólo uno o dos de los diez que se cometen al día en este país que hoy está instalado en el debate numérico: ¿cómo los homicidios pueden ir a la baja y los feminicidios no?; cómo le hacemos para facilitar su reclasificación al integrar un expediente. Ahí está la pesadilla que para algunos es exagerada, para otros, más tristemente, invisible.
Decenas de personas despidieron ayer a Ingrid en Puebla. Ya se preparan movilizaciones para mantener la atención en su caso y que, por efecto dominó, la pase a los miles más pendientes; ya la autoridad investigará el origen de la filtración de la declaración del feminicida y las imágenes de la escena del crimen, que sólo revictimizan a quien fue asesinada. Los detalles son innecesarios. Un feminicidio tiene la misma relevancia sin importar cuál haya sido el móvil. Es una vida a la que se le tiene que hacer justicia.
¿Y qué le toca hacer a los hombres para acabar con esta violencia? Hablar. Reconocer. Trabajar en ello. “Hombres, ¿qué hacemos ante el horror que perpetuamos? Mientras no atendamos el problema de nuestra masculinidad tóxica —cada día más violenta y perversa— no concibo cambio social de ningún tipo. ¿Cómo nos organizamos? Urge hablarlo….”, escribió ayer Pablo Rendón (@pagusrendon) en su cuenta de Twitter. Alentadora la respuesta de quienes se unieron a su llamado, de quienes se hacían la misma pregunta, de quienes fueron receptivos con las respuestas y sugerencias que otros usuarios y usuarias hicieron. Marisol (@La_Contra), anotó que la CNDH tiene cursos gratuitos en línea sobre perspectiva de género, violencia, lenguaje. Todos en línea: cursos3.cndh.org.mx. Porque a muchos, tal vez la mayoría, actitudes como “negar a la novia”, abusar de una posición de poder (como lo narró hace un par de días Ricardo Raphael en su columna en El Universal) o simplemente la omisión de actitudes ajenas “porque no es mi asunto”, son el inicio, tal vez el más común, de una violencia que en los casos más extremos terminan en expedientes como el de Ingrid Escamilla, Abril Pérez y tantas miles de mujeres más. Apenas ayer, en Imagen Noticias, contamos de cómo tras la primera y lamentable agresión de María Elena, la joven saxofonista a quien su expareja (un político local), le roció ácido, es blanco de un nuevo ataque: la divulgación de material sexual, para desacreditar su denuncia. Porque en la psique machista, antes que la víctima importan las razones del porqué en vez de la agresión.
Queridos hombres de bien y hombres buenos: no podemos solas. En este país están matando a 11 mujeres al día. Cada vez con mayor brutalidad, odio y sadismo. Ayúdennos. Difundan mensajes, de hombre a hombre, que ayuden a parar este delirio. Este infierno. Información Excelsior.com.mx