Por: Pascal Beltrán del Rio
Ofrecer “programas sociales” que consisten en transferir recursos sin objetivos ni mediciones ni límite de tiempo se ha vuelto una práctica común de la clase política.
No se trata de sacar adelante a personas de escasos recursos sino de comprar su voluntad.
Y como eso se hace sin que los políticos tengan que poner su propio dinero, no hay dilema para ellos.
Mientras los beneficiarios de los subsidios futuros voten por el partido que los propuso, éstos logran lo que quieren.
Desde hace siglos, los políticos han recurrido a las promesas vanas para hacerse de apoyos. Pero en México hemos desarrollado un perverso esquema de campañas que consiste en usar dinero público para ofrecer cosas que, de ganar el candidato que las promete, tendrán que pagarse con recursos públicos.
A eso hay que agregar que los partidos que detentan el poder y buscan mantenerse en él usan aún más dinero público para hacer proselitismo.
Es como jugar a la lotería sin que le cueste a uno el boleto.
Para suerte del contribuyente, sólo uno de los candidatos resulta ganador. Si todos tuvieran que cumplir sus promesas, saldría quebrado.
Pensé lo anterior al observar el arranque de las campañas para las gubernaturas de Nayarit, Coahuila y el Estado de México.
Apenas van unas horas, pero ya es suficiente para convencerse de que los próximos dos meses se caracterizarán por la reproducción de los peores vicios de la política mexicana.
Los habitantes de esos estados serán testigos de actos de acarreo, spots insufribles, guerra sucia y montones de promesas irresponsables.
A continuación, le presentaré dos de éstas.
La primera es la promesa del candidato oficialista a gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, de crear un “salario rosa” para amas de casa.
Se trata –así lo entiendo– de “reconocer” el trabajo que hacen en el hogar las mujeres mexiquenses que se consideran amas de casa.
Todo esto es, de entrada, un poco ambiguo. ¿Se trata de compensar la labor hogareña? Si es así, pensaré en mudarme al Estado de México porque yo siempre he lavado los platos en mi casa, además de hacer otras tareas. Primero, porque me gusta que el lugar donde vivo esté limpio y, segundo, porque creo que ser hombre no es impedimento para ello.
Ya sé: no vivo en el Estado de México y no soy mujer, entonces no me tocará el “salario rosa”.
¿Pero sí le tocará a las 2.85 millones de mujeres mexiquenses que trabajan? ¿O sólo a las 3.9 millones de mujeres mexiquenses que son parte de la Población Económicamente Inactiva de la entidad?
¿Una mujer que trabaja no tiene que hacer también el quehacer? Yo he visto que sí, pero aparentemente esto es sólo para amas de casa.
¿Cuántas amas de casa hay en el Edomex? Si hay 3.9 millones de mujeres mayores de 15 años de edad que no trabajan, digamos que sea la mitad. ¿Cuánto le van a pagar a esas dos millones de mujeres y de dónde va a salir el dinero?
Si reciben mil pesos mensuales, se necesitarían 24 mil millones de pesos para ese subsidio, casi 10% del presupuesto estatal. Insisto, ¿quién lo va a pagar?
La segunda promesa la hizo Andrés Manuel López Obrador, el líder de Morena, también en el contexto de la elección mexiquense.
Dijo que “cuando triunfe el movimiento” –es decir, cuando él gane la Presidencia–, los jóvenes se convertirán en “comisionados” en talleres y pequeñas empresas y tendrán, como aprendices, una “beca” de 4 mil 500 pesos mensuales “para empezar”.
Saque cuentas: hay 38 millones de jóvenes en México. De recibir todos ellos dicha beca, el monto anual sería de dos billones de pesos, cifra que equivale a la cuarta parte del presupuesto federal. ¿Sólo la mitad de ellos? Pues un billón de pesos.
De nuevo, ¿quién va a pagar eso? A lo mejor se puede intentar obligar a las empresas a pagarlo o se les puede dar una exención fiscal para incentivarlos o se querrá usar el presupuesto para ello.
Pero de algún lado tiene que salir el dinero.
Los anteriores son dos ejemplos de cómo los políticos siguen prometiendo cosas irrealizables.
Quizá creen que no hay quien saque las cuentas o piense, como ellos, sólo en su propio beneficio y no en cómo se va a pagar.
Fuente: Excelsior.com.mx