Por Pascal Beltrán del Rio
El próximo 4 de noviembre entrarán en vigor las sanciones económicas contra Irán que Estados Unidos anunció el pasado 6 de agosto.
Dichas penalidades fueron resultado de la decisión del presidente Donald Trumpde retirarse del acuerdo internacional para limitar el desarrollo de las capacidades nucleares de Teherán a cambio de reducir las presiones sobre su economía.
A Trump nunca le gustó dicho trato –firmado por su antecesor, Barack Obama– y ahora no sólo amenaza a Irán con las sanciones, sino a cualquiera que haga negocios con el país asiático. Su apuesta es que, de esta manera, el régimen iraní se verá obligado a suspender su programa de enriquecimiento de uranio y a dejar de financiar a gobiernos como el de Siria y organizaciones terroristas como el Hezbolá.
Trump puso a Teherán a elegir entre “mantener su comportamiento amenazante y desestabilizador y seguir por el camino del aislamiento económico”.
Desde que se supo que Washington restablecería las sanciones, varios países han comenzado a limitar sus pedidos de petróleo iraní. Es el caso de India y Corea del Sur y –pese a resistencias iniciales– de China.
En septiembre, las exportaciones iraníes de crudo cayeron en 260 mil barriles diarios para quedar en 1.72 millones de barriles al día, el menor nivel desde febrero de 2016.
El anuncio del retorno de las sanciones económicas a Irán hizo subir los precios internacionales del petróleo. Los crudos de referencia, el WTI y el Brent, superaron en septiembre los niveles de 75 y 80 dólares por barril, respectivamente.
La presión comenzó a bajar con la aparente disposición de los países de la OPEP de compensar las pérdidas por las exportaciones iraníes canceladas.
Sin embargo, la condena mundial por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, volvió a hacer crecer la expectativa de un incremento en los precios del petróleo, que podría llevar al barril a cotizarse nuevamente por encima de los 100 dólares. Eso es algo que no ha sucedido desde mediados de 2014.
Todo dependerá de la forma en que Estados Unidos maneje su relación con Arabia Saudita, un sólido aliado suyo en la región.
Ante la perspectiva de que el país pudiese ser castigado económicamente por la responsabilidad de miembros de la familia real en el homicidio –el príncipe heredero y hombre fuerte Mohámed bin Salman es el principal señalado por medios internacionales–, Arabia Saudita amenazó con tomar medidas drásticas si se diera el caso.
El reino “responderá a cualquier medida con una medida más severa”, amenazó a través de su Ministerio de Exteriores.
Habrá que observar el comportamiento de los precios del petróleo en los próximos días.
Para un país como México, productor y exportador de hidrocarburos, un incremento drástico de la cotización del crudo sería un arma de doble filo.
Por un lado, incrementaría los ingresos en dólares por la exportación de petróleo, pero también encarecería las importaciones de combustibles.
México actualmente trae del exterior tres cuartas partes de sus gasolinas. Sólo en el primer mes de este año, eso implicó un gasto de 2 mil 184 millones de dólares, casi 10% más en comparación con el mismo mes del año anterior.
De seguir subiendo los precios internacionales del petróleo, los consumidores lo verán reflejado en la bomba de gasolina, pues ni con la modernización de las refinerías existentes ni con la construcción de una nueva –anunciadas por el próximo gobierno– podrá evitarse dicha afectación en lo inmediato.
Unos precios internacionales más altos –que de por sí han subido más de 20% en lo que va de este año– significarían para países emergentes como México un menor crecimiento y una mayor vulnerabilidad ante el alza de las tasas de interés en EU.
Además, haría poco por meter en cintura a la inflación, que ha tenido su mayor componente en el alza del precio de los combustibles.
Buscapiés
Es verdad que el próximo gobierno aún tiene que precisar cómo hará frente a la violencia criminal, la mayor preocupación de los mexicanos. Pero si partimos de que no hay que esperarlo todo de las autoridades, hay buenos ejemplos de organización ciudadana en el país que han logrado bajar los índices delincuenciales. Uno de ellos es Tampico, que en sólo tres años logró salir del hoyo y hoy es una de las ciudades con mayor percepción de seguridad a nivel nacional. La clave: crear indicadores fiables y trabajar junto con las autoridades para ir cumpliendo metas en el sentido correcto. No hay que inventar nada, sino aprender de lo que sí funciona. Información Excelsior.com.mx