(Semana Mundial de la lactancia del 1 a 8 de agosto)
Por Marien Garza, Miembro del Consejo Consultor de Nutrición de Herbalife Nutrition
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la lactancia materna de la siguiente forma: “Es la forma ideal de aportar a los niños pequeños los nutrientes que necesitan para un crecimiento y desarrollo saludables”[1].
Junto con la OMS, múltiples autoridades de salud y nutrición nacionales e internacionales recomiendan la lactancia materna exclusiva (es decir, que el recién nacido únicamente se alimente e hidrate a partir de leche materna), durante seis meses, y posteriormente se puede iniciar un patrón de ablactación saludable (introducción de otros alimentos) y mantener la lactancia materna hasta los 2 años o más[2].
La leche materna, es el estándar de oro, es el único alimento que sí puede considerarse durante los primeros meses de vida del ser humano, como el mejor alimento, provee todos los macro y micronutrientes, así como la hidratación exacta para el recién nacido. Han sido bien estudiados y documentados científicamente, los múltiples beneficios que aporta, tanto a la madre como al bebé, la leche materna, así como el propio fenómeno de la lactancia.
Hoy sabemos que la dieta y el estilo de vida de la mujer lactante, son factores determinantes e importantes de la salud, tanto de ella como del bebé, comenzando incluso antes de que la mujer esté embarazada. La investigación actual apunta a que los primeros 1000 días de vida, son cruciales para la prevención de la enfermedad en la edad adulta de este nuevo ser humano[3].
Décadas atrás, las mujeres en el embarazo y lactancia, tenían una visión cultural de un momento de relajación, en el terreno de la nutrición y los hábitos saludables. Algunos profesionales de la salud “apapachaban” y consentían a las mujeres, pues se decía era el momento para sucumbir ante los antojos y darle rienda suelta al gusto.
Sin embargo, conforme la ciencia avanza en el conocimiento, se sabe que existen algunas condiciones maternas específicas, no favorables durante este periodo (particularmente obesidad y aumento de peso excesivo durante el embarazo y lactancia) que se asocian con un alto peso al nacer, obesidad y alteraciones en el metabolismo de la glucosa en niños y más tarde, en adultos con un mayor riesgo cardio-metabólico[4].
Es por ello la importancia de la consciencia dietética a lo largo de todo el periodo de lactancia. La mujer lactante debe buscar llevar una dieta correcta: completa, suficiente, variada, inocua, equilibrada y adecuada. Se establece que, a partir de su gasto energético total diario, se aumenten 500 kcal al día, para poder cubrir las necesidades energéticas de la producción de leche. La asesoría con un consejero de lactancia materna exclusiva y con los profesionales de la salud adecuados, permite personalizar mucho esta etapa. La ingesta materna, determina la composición de la leche materna en algunos micronutrientes, entre los que destacan DHA, selenio, manganeso, flúor, calcio y vitaminas del complejo B entre otros[5].
No se ha observado que exista algún alimento de consumo forzoso durante la lactancia y no se ha comprobado que exista un alimento específico, que contribuya al aumento de la producción de leche materna, solo el agua. La levadura de cerveza, el fenogreco, los probióticos entre otros, son ingredientes que siguen en estudio para saber su aporte benéfico a esta etapa tan importante.
Es esencial recalcar que, durante la lactancia, no se recomienda realizar dietas hipocalóricas (bajas en calorías y energía) o de restricción, encaminadas a perder peso, ya que pueden resultar deficitarias en nutrimentos esenciales para el bebé, en todo caso siempre se recomienda consultar con su médico especialista, la dieta específica que se debe seguir para poder cumplir con sus requerimientos diarios individuales.
De todos estos puntos se deriva la importancia de una buena alimentación en la madre que lacta y busca transmitir la mejor nutrición al hijo.
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