Por Rodrigo Pacheco
La escena se desarrolla en un tugurio, súbitamente, se prenden las luces del lugar y la policía grita: manos arriba, se acabó la fiesta. Entonces una pareja de detectives llega y uno de ellos dice en voz alta: “No hay crimen perfecto y lo vamos a demostrar precisamente porque estamos llevando investigaciones hacia adelante que nos van a permitir llegar a las cabezas”.
Así, como en una novela policiaca, la titular del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Raquel Buenrostro, y el procurador Fiscal de la Federación, Carlos Romero Aranda, presentaron el primer paquete de denuncias vinculadas a las facturas falsas, el cual involucra a 43 empresas, con ocho mil 212 clientes, que realizaron 93 mil millones de pesos en operaciones simuladas, lo que generó un impacto al fisco por 55 mil 125 millones de pesos.
A diferencia de ocasiones anteriores, tanto el SAT como la Procuraduría Fiscal tienen ahora una voluntad más fuerte para perseguir y, además, incentivar a las más de ocho mil personas físicas y morales que utilizaron facturas falsas.
CASTILLOS DE PAPEL
Es justo reconocer que sin los esfuerzos que se realizaron en materia de inversión en tecnología y digitalización, la investigación que se presentó ayer no podría haber ocurrido.
En la década de los 90 del siglo pasado el contribuyente, tanto persona física como moral, obtenía su cédula fiscal y con ella podía pedirle a una imprenta autorizada que le imprimiera recibos o facturas y era dicha entidad la que llevaba el control de los folios.
Aunque el esquema ofrecía cierto grado de control, es obvio que la capacidad para detectar esquemas muy elaborados de facturas falsas era muy limitado y requería de un ejército de auditores y onerosos controles.
POCO A POCO LA DIGITALIZACIÓN
A partir de 2004 comenzó a operar el CFD, el cual era el Comprobante Fiscal Digital que convivía con los demás esquemas de papel, aunque sería hasta el 2011 cuando, finalmente, entraría en vigor, después de un periodo de transición de siete años. La reforma fiscal de 2013, que comenzó a operar en 2014, requirió que a partir de ese año únicamente pudieran ser emitidas las facturas que tiene el SAT registradas en sus servidores, desde donde se genera el sello digital.
Al siguiente año, en 2015, comenzó la entrega de la contabilidad electrónica y para 2016 comenzaron las primeras auditorías cien por ciento electrónicas.
A partir de ahí, las capacidades fueron creciendo y se fueron fortaleciendo. Es justo reconocer la visión de Aristóteles Núñez, quien encabezó el SAT de 2012 a 2016. Sin el esfuerzo realizado en esos años el anuncio de ayer no podría haber ocurrido. También es cierto que faltó velocidad y profundidad en los últimos años para desmontar los emporios de facturas falsas utilizando las nuevas herramientas, aunque no se tenía el marco legal que entró en vigor este año, el cual contempla penas más severas para perseguirlos.
ES UN FESTIVAL
Me genera optimismo que Carlos Romero Aranda diga, categórico, que se acabó la fiesta —entendiendo que más que una fiesta es un festival al que concurren poderosos intereses— y que este primer anuncio ojalá sea el principio del fin.
Es buena señal que haya coordinación entre el SAT, la Procuraduría Fiscal y la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda y que la presentación haya tenido más datos que adjetivos. También es positivo que haya plazos para aquellos que reconozcan el error y puedan corregirlo, porque eso les permitirá captar más recursos en un momento crítico. Es clave que la cruzada no se politice, aunque la tentación será grande para el Presidente. Información Excelsior.com.mx