Por María Amparo Casar
Mucho se habla de la política de la polarización que, con sus expresiones, provoca y exacerba todo el tiempo el Presidente. Sin duda, la hay y la explota todos los días. Hay otro tipo de política que el Presidente ejerce también con frecuencia y que es aún más dañina para la democracia. Se trata de la política de la extorsión. O, si se quiere, de intimidación, coacción o, en su forma más leve, el chantaje.
Acostumbramos a pensar en estos mecanismos como comportamientos del crimen organizado, como el pago del derecho de piso, pero son prácticas de la vida cotidiana y del ejercicio del poder. En la jerga jurídica se le llama delito pluriofensivo porque puede atacar varios bienes jurídicos: la propiedad, la integridad física y la libertad. La extorsión, o cualquiera de sus sinónimos, consiste en obligar a un sujeto a actuar de una manera no querida, o sea, ese sujeto no realizaría la acción si no fuera por intimidación o presión que se ejerce sobre él mediante amenazas.
La extorsión sigue siendo la forma de operar de la política. La práctica no es ninguna novedad. La novedad estriba en que se hace gala de ello y en que la nueva administración dice ser diferente, cuando no lo es, y dice actuar conforme a derecho, cuando no lo hace.
Pensemos en las acusaciones a exservidores públicos o en funcionarios de Estado. No digo de gobierno porque ellos están obligados jerárquicamente a actuar bajo las órdenes del Presidente, siempre y cuando estén dentro del orden legal. A Carlos Urzúa o a Germán Martínez no los extorsionaron. Presentaron sus renuncias por desacuerdos. En cambio, a una persona como Eduardo Medina Mora o al exfiscal para delitos electorales —Santiago Nieto— en el sexenio de Peña Nieto sí los intimidaron para renunciar. Si había motivos legales para que dejaran de desempeñar sus cargos, se debieron seguir los procedimientos que marca la Constitución para removerlos y fincarles responsabilidades. No se hizo.
Lo mismo ocurre con los legisladores de oposición. Una y otra vez nos hemos preguntado por qué algunos diputados y senadores de oposición votan en un sentido contrario a lo que sostienen públicamente o por qué se ausentan de una sesión. La respuesta es la misma. Porque fueron sujetos a coacción. Si no hay un voto favorable o una inasistencia, “aquí hay un expediente”. Si lo hay y tienen cola que les pisen, que las autoridades procedan legalmente. Si no, que los dejen en paz.
Pasemos ahora a los empresarios. Ni duda hay de que en México el fenómeno de la evasión está muy extendido, que quienes tienen acceso a fiscalistas pueden evadir impuestos, que la ley tiene muchos “agujeros” para burlar al fisco y que hace falta corregir esta inaceptable situación. Tampoco me cabe duda de que el SAT debe hacer su trabajo y usar los instrumentos legales con que cuenta para cobrar sus deudas. Pero, otra vez, el modo que se utiliza es propio de la política de extorsión y no de la política de la legalidad. El Presidente dio a conocer que hay una quincena de empresas que adeudan al fisco 50 mil millones de pesos. Si es el caso, el gobierno debería estar procediendo contra y no negociando con ellos. Si se adeuda, hay un delito que perseguir. Si no, por ejemplo, si se quiere —como es el caso— aplicar de manera retroactiva la ley del IETU, entonces el delincuente es otro. Pero lo que sabemos es algo muy distinto. Los dueños son amenazados con auditorías, inhabilitaciones, retiro de futuros contratos, retención de la devolución del IVA o suspensión de permisos de importación. Con la amenaza y no con la ley. El Presidente y la jefa del SAT han dicho que en una sentada los han convencido de pagar. Además, se les agradeció el pago en una mañanera. Difícil pensar que convencer es el término correcto.
Con los críticos de la prensa y las radiodifusoras ocurre lo mismo. La política de amedrentar. ¿Pensará el Presidente que sus palabras no tienen consecuencias? ¿Creerá que el intentar dañar su reputación o el simplemente mencionarlos como sus adversarios no tiene consecuencias, por ejemplo, sobre sus oportunidades de trabajo?
Habrá que preguntarse si, como repite a cada rato, las cosas “ya no son así, son diferentes”. Yo las sigo viendo “así”. Todos estamos sujetos a la extorsión: difícil de combatirla por la asimetría de poder; por el temor a las consecuencias de no ceder frente a él.Información Excelsior.com.mx