Por Jorge Fernández Menéndez
Quizás se trata de una suma de casualidades, pero no lo son. Después de que el gobierno federal invitara a Miguel Díaz-Canel a la celebración del 16 de septiembre, que lo hiciera orador en el acto oficial, junto al presidente López Obrador y al secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, luego de la declaraciones presidenciales de apoyo a Cuba, del intento de reemplazar a la OEA por otro organismo regional, de que la semana pasada el Presidente volviera a declarar que debía terminar “la política de dominación de Estados Unidos sobre América Latina”, resultó que el secretario de Estado de la Unión Americana, Antony Blinken, invitado a las celebraciones de la consumación de la Independencia, decidió que tenía algo mejor que hacer y canceló su visita. Se suponía que venía en lugar de Joe Biden, que ya había declinado la invitación previa.
La jugada, años 70, de invitar primero a los mandatarios cubano y venezolano, de hacer duras declaraciones antiimperialistas y después invitar a altos funcionarios estadunidenses para mostrar autonomía y distancia, no funcionó. Tampoco que se compensara el haber enviado al embajador Ken Salazar a la última fila de la grada de invitados el 16 de septiembre (mientras Díaz-Canel hablaba en el evento oficial), con una invitación, con el resto del cuerpo diplomático, a la feria del aire en Santa Lucía. No es lo mismo y no es igual.
Para colmo, en medio de todo esto una patrulla militar se confunde y cruza la frontera en Ciudad Juárez, donde es desarmada y detenida. Uno de los elementos cargaba mariguana. El caso no escaló a mayores, fueron regresados los catorce elementos a México, pero tuvo suficiente difusión como para que quedara huella.
El gobierno de Biden no es ni será blando. Un muy cercano al presidente López Obrador, Lorenzo Meyer, escribía ayer sobre el hablar suave y la utilización del garrote por parte de potencias como Estados Unidos. Hablaba de la relación de este país con Irán, pero con todas las diferencias del caso, el ejemplo que usa Meyer se podría aplicar a México. Para los países periféricos, escribió Meyer, padre del secretario de la Sedatu, Román Meyer Falcón, “casi siempre es conveniente alentar el lado relativamente negociador del ejercicio del poder imperial, pero nunca deben olvidar que las políticas del ‘poder blando’ siempre se hacen a la sombra del gran garrote”. Olvídese usted de aquello de “países periféricos y poder imperial”, otra vez tan años 70, pero el hecho cierto es que el poder blando y el garrote sí suelen ir, en la política y en los negocios, de la mano.
En el tema migratorio, Estados Unidos necesita a México, pero no olvida que los migrantes cruzan nuestro país para llegar a la frontera y muchos en la Unión Americana creen, con razón o sin ella, que lo hacen con complicidad, directa o indirecta, del gobierno mexicano. El gobierno de Biden ha criticado, con toda razón, la violencia de los rangers contra los migrantes en la frontera entre Ciudad Acuña y Del Río, Texas, pero lo cierto es que en unos días, el gobierno federal deportó sin contemplaciones a todos los migrantes que había levantado ese campamento. Hoy no queda rastro de él. No cambiarán su política migratoria.
Que eso ocurra en un momento en el que se acusa al gobierno de tener mano blanda, abrazos y no balazos, con el crimen organizado, tampoco pasa desapercibido. La semana pasada, con una diferencia de horas, la Casa Blanca envió al Departamento de Estado la lista de países involucrados en el narcotráfico donde, como siempre, estaba México. En el informe, la Casa Blanca demandó que en México se intensifiquen los esfuerzos para desarticular redes y detener y juzgar a capos. Inmediatamente después triplicó la recompensa que ofrece por datos que lleven al paradero de El Mayo Zambada (15 millones de dólares, cinco menos que la recompensa por Caro Quintero y cinco más que por El Mencho) y al mismo tiempo el Departamento de Estado colocaba en su lista de involucrados con el narcotráfico a quienes califica como los principales operadores de El Mayo en Sonora. Todo mientras hay informes de que Ovidio Guzmán se pasea por Culiacán y en México se persigue arduamente… a un grupo de científicos.
Quizás por todo eso no viene Blinken.
¿Quién le informa al presidente?
No dudo de que López Obrador esté bien informado de lo que ocurre en el país, pero también lo malinforman o manipulan. El Presidente divulgó un tuit que insultaba al mandatario y a su esposa Beatriz. Por supuesto que ese lenguaje, tan común en las redes contra ellos y contra muchos más, debe desterrarse. El insulto reemplaza el debate. Pero el problema es otro: fue la divulgación presidencial lo que hizo trascendente un tuit simplemente sucio. Si hubiera sido de un investigador del Conacyt investigado por la FGR, como se dijo, quizás tendría sentido, pero resultó que no, que el agraviador es un absoluto desconocido.
Luego el Presidente dijo que la directora del Conacyt, Álvarez-Buylla, descubrió que a los científicos impugnados esa institución le pagaba hasta los impuestos. El problema es que eso se llama ISR y es el impuesto que se le descuenta obligatoria y automáticamente a todos los trabajadores en el gobierno o en la iniciativa privada, para aportarlo a las arcas fiscales. ¿Quién lo ayuda, Presidente?. Información Excelsior.com.mx