Por Pascal Beltrán del Rio
Dentro de una semana arrancarán las campañas electorales para renovar varios miles de cargos federales y locales en todo el país.
En cierta forma es un eufemismo hablar del inicio de las campañas pues, aunque el marco legal así lo establece, para nadie es un secreto que partidos y candidatos hacen proselitismo rumbo a los comicios del 1 de julio desde hace meses o incluso años.
¿O qué otra cosa es decir “yo voy a ganar” y “cuando yo gane haré esto”, como han dicho reiteradamente los aspirantes presidenciales?
Partidos y candidatos se cuelgan de la imposibilidad real —no la teórica, que está en la ley— de que el árbitro electoral cancele el registro de algún candidato por “actos anticipados de campaña”.
Muchos actos así hemos visto por todos lados, y desde hace tiempo, y no hay autoridad que se atreva a hacer algo al respecto.
Entonces, ¿por qué digo, en el título de esta entrega de la Bitácora, que habrá turbulencia si las campañas empezaron, en los hechos, hace mucho?
Por la sencilla razón de que mientras más cerca esté la jornada electoral, más se incrementará la crispación entre los contendientes.
No es poco lo que hay en juego. De hecho, si de la contienda presidencial hablamos, el ganador se llevará todo y los perdedores, nada.
De hoy viernes faltan exactamente 100 días para que cerca de 89 millones de mexicanos puedan ejercer su derecho a votar en todo el país por candidatos a cargos federales —incluyendo la Presidencia de la República— y unos 87 millones tengan derecho a hacerlo por candidatos a cargos locales —incluyendo nueve gubernaturas— en 30 de las 32 entidades federativas.
Conforme vaya pasando el tiempo y se vayan confrontando los distintos proyectos de país, así como las filias y las fobias de los candidatos y sus potenciales electores, la tensión se irá acumulando y la turbulencia se sentirá de más en más.
Si a eso agregamos que no vivimos en un país en el que la clase política se distinga por saber perder y saber ganar, y en el que la ambición de los partidos suele llevarse entre las patas las aspiraciones ciudadanas, es válido tener la expectativa de que en los días previos y posteriores a la jornada electoral se vivirá todo menos la proverbial “fiesta de la democracia”.
Aun así, el peor tipo de contienda democrática es mejor que el autoritarismo más benévolo.
Y el peligro es que el desprestigio al que los políticos han sometido a la democracia, en aras de defender sus intereses, nos ha llevado a un hartazgo de la ciudadanía con los procesos electorales, que tendrían que ser menos enredados que el sistema que hemos construido, basado en la desconfianza.
Los días previos del inicio formal de la batalla por la Presidencia de la República y los demás cargos en juego debieran dedicarlos los ciudadanos a tomar un respiro y dar un paso atrás de la espiral de violencia verbal en la que han querido meterlos los candidatos y sus partidos.
Recordar que el país es más importante que los intereses que pelean los protagonistas de esta contienda. Que este territorio que llamamos México y esta gente que llamamos nación mexicana estuvieron antes de que nosotros apareciéramos en el mundo y seguirán estando cuando nos vayamos. México no vivirá o morirá porque gane Fulano o Mengano.
Porque, por más que coincidamos con las ideas de uno u otro candidato, no podemos olvidar que las cosas que se prometen en campaña frecuentemente no se cumplen en el ejercicio del poder. Y que, en última instancia, quien vaya a ejercer la Presidencia de la República los próximos seis años no tendrá en mente a los electores si éstos no le recuerdan todos los días que él o ella está allí por ellos.
Estimado lector, en estos días de guardar vale la pena repasar las sabias palabras de Eubulus, el secretario del rey británico Gordobuc, en la obra de teatro La tragedia de Ferrex y Porrex, estrenada en la corte de la reina Isabel I, el 18 de enero de 1561.
Cuando arreciaba la rebelión desatada por el asesinato del hijo mayor del monarca a manos de su propio hermano, y el posterior homicidio de éste por su propia madre, Eubulus recomendó al soberano: “Good is I graunt of all to hope for the best / But not to live still dreadles of the woorst”.
En pocas palabras: “Tenga esperanza de que ocurrirá lo mejor, pero prepárese para lo peor”.
Esta Bitácora se tomará unos días de necesario reposo y serena reflexión y volverá a publicarse el martes 3 de abril. Información Excelsior.com.mx