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Sócrates y el Metro Balderas

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Don Emiliano Sócrates entró a la estación del Metro Balderas para iniciar su recorrido hacia la Basílica de Guadalupe y rezar un rosario a la virgen. En la entrada de la estación encontró a un joven con un chaleco guinda que le entregó un folleto en el que se explicaba que la prioridad del gobierno capitalino era la seguridad de la gente. —¿Ya sabe que los enemigos del pueblo están saboteando el Metro de la ciudad? —preguntó el joven.

—¿Los enemigos del pueblo no le han dado mantenimiento al Metro? —respondió Sócrates mientras recibía el folleto.

—Es un problema de seguridad, señor. Pero no se preocupe, ya hay elementos de la Guardia Nacional para que se sienta seguro.

Sócrates guardó el folleto y mientras buscaba su Tarjeta de Movilidad Integrada en las bolsas de su pantalón, preguntó: —¿Con la Guardia Nacional ya funcionarán las escaleras eléctricas? Un anciano como yo quiere disminuir lo más que pueda el dolor en las rodillas. Las tengo tan hinchadas como si hubiera sido futbolista brasileño en otra vida.

—Las escaleras no sirven, pero no se preocupe, puede buscar a un elemento de la Guardia para que lo ayude a subir las escaleras. Grabarán un video mientras lo hace, y si tiene suerte, ¡saldrá en la mañanera! —dijo emocionado el joven.

—Gracias, amigo. ¿Será que también salga en la mañanera las razones por las que salió humo del tren el otro día? Comprenderá que un anciano como yo ya no está para esos sustos.

Otro joven de chaleco guinda, de nombre Patrioclo, que escuchaba la conversación, se acercó y dijo: —¿Qué no entiende que es un sabotaje de los enemigos del pueblo? ¿A caso usted escucha al Lordmontajes de Carlos Loret?

Sócrates, un poco sorprendido por la vehemencia de Patrioclo, preguntó: —¿acaso el pueblo no puede preguntar las razones por las que el transporte del pueblo está mal?

—Si usted fuera pueblo —, replicó Patrioclo, —sabría que ahora hay un gobierno del pueblo y para el pueblo que impulsa la Transformación del país y de la Ciudad de México y que no debe dudar de él.

Sócrates se quedó pensando por un momento y comentó: —¿Podría ayudar a un viejo como yo a entender qué es la Transformación?

—Ah, pues es muy fácil, se trata de que los que malos gobernantes de siempre se vayan o ya no vuelvan más, y que ahora el pueblo gobierne para el pueblo—, respondió con orgullo Patrioclo.

—Ya entiendo— dijo asintiendo con la cabeza Sócrates, —supongo que en el pueblo en donde vive mi hermana no ha llegado la Transformación. La misma familia ha gobernado por años. ¿Qué puede hacer?

—¡Pues votar por Morena!

—Ah, es que esa familia antes gobernaba por el PRI y ahora gobierna por Morena. Y por cierto, ¿cómo es que llegó la Transformación a la Ciudad de México, si gobiernan los mismos de siempre? — reflexionó Sócrates.

—Se equivoca—, levantó la voz Patrioclo, —antes gobernaba el PRD y ahora gobierna Morena.

—¿Marcelo Ebrard está en Morena? — cuestionó Sócrates.

—Así es— respondió Patriocolo.

—¿Él gobernó la ciudad?

—Eso es obvio— exclamó con arrogancia patriótica el joven.

—¿Y López Obrador fue presidente del PRD y luego fundó Morena?

—Otra obviedad.

—¿Y no fue Jefe de Gobierno cuando…

—¡Sí! ¡Cuando los conservadores quisieron desaforarlo! — interrumpió revolucionariamente Patrioclo.

— Entiendo— dijo Sócrates —¿Y Layda Sansores, Dolores Padierna, Claudia Sheinbaum y Clara Brugada, todas ellas ya están en Morena?

—Grandes mujeres de nuestro partido —enfatizó el joven.

—¿Y todas han gobernado una alcaldía en la ciudad?

—Así es, señor.

—¿Y Claudia Sheinbaum gobierna ahora?, —inquirió Sócrates.

—Sí. Es la Jefa.

¿Y Martí Batres y Víctor Hugo Romo están en Morena?,

—También ellos— respondió Patrioclo con franca hueva.

— ¿Y todas estas personas representan a la Transformación?

—En efecto—, señaló el joven mientras miraba su reloj.

—¿Y me dice que la Transformación es que los malos gobernantes de antes se vayan y que ahora el pueblo gobierne para el pueblo?

—¡Que sí!, exclamó Patrioclo.

—Y que se caiga una línea del Metro que construyó Marcelo Ebrard y a la que no le dio mantenimiento la Jefa, Claudia Sheinbaum; y que salga humo de los trenes; y que no sirvan las escaleras eléctricas y que se tenga que lastimar un viejo como yo sus cansadas rodillas, ¿no es un problema del mal gobierno de los de siempre y que tienen que irse para que ahora el pueblo gobierne para el pueblo? — preguntó intrigado Sócrates.

—No. Es culpa de los enemigos del pueblo—, afirmó el joven de chaleco guinda.

—¿Y quién es el pueblo?

—¡Nosotros! — respondió Patrioclo mientras señalaba, bastante harto, lo que decía el folleto.

—¿Y yo que soy?, preguntó Sócrates.

—Por sus preguntas, un fifí… aspiracionista… sabelotodo— sentenció Patrioclo con una extraña pausa y una mala imitación del acento tabasqueño.

—Muchas gracias por sus amables respuestas— dijo Sócrates y se despidió con una sonrisa. Para entonces ya había descubierto que no traía su Tarjeta de Movilidad Integrada, así que se acercó a la taquilla para comprar una. Con pesar descubrió que se habían agotado y que no hay fecha para que lleguen nuevas. Así que se compró un boleto de ida y otro de vuelta.

—¿Quién estará saboteando al Metro? — se preguntó Don Emiliano Sócrates mientras saludaba a un chaparrito miembro de la Guardia Nacional y a lo lejos veía llegar un viejo y humeante tren a la estación del Metro Banderas. Información Radio Fórmula

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