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Aunque el discurso oficial intente negar las matanzas cometidas por militares, el asesinato de cinco jóvenes, ocurrido en Nuevo Laredo, a manos de soldados, evidencia el fracaso de militarizar la seguridad pública.
La versión tardía, escueta y poco creíble de la Secretaría de la Defensa despierta sospechas; se desmorona conforme surgen nuevos testimonios.
La detención de cuatro soldados, probables responsables de la matanza es insuficiente para calmar los ánimos.
La prioridad del gobierno, sin duda, es cubrir al Ejército y lavar la cara al verdadero “cuarto poder, por encima de la justicia a las víctimas.
No estamos en una guerra, ni los jóvenes masacrados en Nuevo Laredo eran enemigos, según revelan los hechos, sin embargo, resulta preocupante observar como los militares criminalizan a las víctimas, descalifican a los defensores independientes de los derechos humanos y cubren los hechos bajo el manto de la opacidad.
Se ha repetido, hasta el cansancio, que los soldados están entrenados para matar enemigos en aras de la seguridad nacional y no para ejecutar labores de seguridad pública que debe estar a cargo de la policía civil, adiestrada para cuidar a los ciudadanos y no para asesinarlos a balazos.
Se nos machaca que las masacres militares de los tiempos malditos de Felipe Calderón ya no existen, sin embargo, dicha sea la verdad, en el presente, los soldados matan primero y después averiguan; acomodan la evidencia a conveniencia para salvar el pellejo de la institución.
Esta no será la primera, ni la última vez que militares ineptos asesinen a inocentes. Información Radio Fórmula