Por Lorena Rivera
Sí, es cierto, también hay avances, pero no por ello hay que confiarse. Al contrario, es una obligación ambicionar mejores resultados por el presente y el futuro. Porque tiempo, aunque lo dudemos, no nos queda mucho.
En septiembre de 2015, durante la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, 193 Estados miembros de Naciones Unidas se comprometieron a adoptar y a cumplir la Agenda 2030 a través de 17 Objetivos Desarrollo Sostenible (ODS) “en favor de las personas, el planeta y la prosperidad”.
Una hoja de ruta de 15 años para poner fin a la pobreza y el hambre en todas sus formas, que la humanidad pueda desarrollarse con dignidad e igualdad; además, que tenga una vida próspera y plena en un entorno de paz; que el progreso económico, social y tecnológico se dé en armonía con la naturaleza.
No sólo eso. Esta agenda quiere proteger la Tierra contra la degradación a través del consumo y la producción sostenibles; vigilar que la gestión de sus recursos naturales sea sustentable, además de instrumentar medidas urgentes para hacer frente al cambio climático.
Así, las naciones se comprometieron a formar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible para cumplir con los 17 ODS.
Sin embargo, tras estos primeros tres años, los avances han sido magros, en otros casos hay retroceso, incluso hay quienes señalan que los objetivos no se cumplirán en el periodo estipulado, ni siquiera a mediados de siglo (2050).
Esto podría ser no sólo uno de los fracasos más grandes de la humanidad, sino también haría trágica la supervivencia.
La semana pasada finalizó el Foro Político de Alto Nivel 2018, donde, durante diez días, se analizaron las acciones para la instrumentación de la Agenda 2030 y entre las conclusiones cayó como balde de agua fría que entre 2015 y 2016 aumentó el número de personas desnutridas, al pasar de 777 millones a 815 millones, debido a conflictos, sequías y desastres relacionados con el cambio climático, de acuerdo con António Guterres, secretario general, y Amina Mohammed, vicesecretaria general, de Naciones Unidas.
Sigue siendo un pendiente construir sistemas alimentarios sostenibles, es decir, que protejan y restauren los recursos naturales.
Pero allí no paran las malas noticias. La pobreza no sólo se vive en las áreas rurales, sino también se ha extendido hacia las ciudades, donde cada vez hay más jóvenes en el desempleo.
Aún hay miles de niños que no reciben educación de calidad y muchas mujeres y niñas siguen siendo excluidas u oprimidas.
Se calcula que unas mil 600 millones de personas no tienen viviendas dignas, cerca de 900 millones viven en asentamientos informales y no cuentan con saneamiento óptimo.
El acceso a la energía renovable no es lo suficientemente rápido, mientras que las ciudades producen el 75% de las emisiones globales de carbono y la basura plástica se ha convertido en un desafío monumental, pues enferma los océanos y mata la vida marina.
Esto significa que no se ha avanzado como se debiera en el cumplimiento en, por lo menos, 12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Fin de la pobreza (1), Hambre cero (2), Salud y bienestar (3), Educación de calidad (4), Igualdad de género (5), Agua limpia y saneamiento (6), Energía asequible y no contaminante (7), Trabajo decente y crecimiento económico (8), Reducción de las desigualdades (10), Producción y consumo responsables (12), Acción por el clima (13) y Paz, justicia e instituciones sólidas (16).
También revela la ausencia de voluntad política y cooperación entre los distintos niveles de gobierno, sociedad civil e iniciativa privada.
Todos los males se exacerban con la presencia de fenómenos complejos, como lo es el cambio climático y más cuando, en vez de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero éstas aumentan, lo cual afecta a los más pobres y vulnerables.
Y entre los vulnerables no hay que olvidar los golpes a la biodiversidad. No podrá preservarse si no enfrentamos el cambio climático con todas las herramientas disponibles, sobre todo echando mano de la cooperación multilateral.
El desafío es enorme para transformar las actuales sociedades hacia unas más sostenibles y resilientes.
Es decir, por fuerza, para continuar con el desarrollo se requiere la capacidad de mantener los recursos naturales durante largo tiempo sin agotarlos, saber resistir y levantarse de las adversidades y tener el ímpetu para poder adaptarse a las nuevas circunstancias.
La urgencia requiere acelerar las acciones y que los trabajos no sean aislados, sino que pese la colaboración de todos. Claudicar en este momento sería una tragedia. Información Excelsior.com.mx