Por Chismecito Político
Dice el dicho, ese que le gusta tanto a las maestras de primaria: “NO hagas cosas buenas que parezcan malas”.
Sólo que en este caso no hablamos de un alumno que finge que se le cae el lápiz para copiarle a la compañerita de al lado, sino que nos referimos al primer mandatario del país.
No hay duda de que la intención es noble, incluso loable, juntar recursos para construir una presa en Sinaloa. Sobre todo en un contexto en donde la falta de agua, por no decir, el apocalipsis, azota al norte del país.
Sin embargo, hay instrumentos legales para ello… y existen desde hace cientos de años en todos los países del mundo: se llaman impuestos.
Una de las principales funciones del Estado, además de garantizar la seguridad y el bienestar social de la ciudadanía, es la construcción de obra pública. Y por ello todos los habitantes del país (hasta los niños, quienes con su consumo aportan al IVA) contribuyen al fisco con la finalidad de que se realicen esas acciones.
Con la instauración del neoliberalismo en todo el planeta, durante la década de los 70, que surge como una respuesta de clase ante las pulsiones emancipatorias de los 70 y el nacimiento de gobiernos socialistas democráticos, como el de Allende, que representaban una alternativa al autoritarismo stalinista soviético y a las naciones del bloque capitalista, inicia el desmantelamiento del Estado, la liberalización de la economía y la desregulación del mercado.
Es decir, comienzan a privatizarse los servicios sociales, muere el Estado de bienestar de la posguerra y funciones como la obra pública y la seguridad social se privatizan. Ergo, pasan a manos de empresarios y la iniciativa privada.
El gobierno de AMLO, siempre paradójico, decretó el fin del neoliberalismo. Pero en los hechos, realiza acciones que harían sonrojar al mismísimo Salinas de Gortari… y que hasta desatarían su envidia.
Ejemplo de ello es el desmantelamiento de la política de cuidados, donde se pasó de tener un sistema deficiente heredado por gobiernos anteriores, a dejarlo totalmente en manos del mercado.
Tatcherismo social.
La ‘tamaliza’ con los empresarios realizada el miércoles por la noche en Palacio Nacional podrá parecer un acto inocente y folclórico: tamales de chipilín, chocolate y demás guiños al pueblo. Pero en los hechos se trató de un hecho ilegal, aunque la intención no haya sido esa. No se puede hacer un pase de charola ni invitar a donar varias docenas de millones de pesos a la iniciativa privada para que se realice una obra pública con la promesa de que pueden ganarse terrenos que son propiedad pública.
Hay que reiterar que las intenciones de AMLO no son propiamente malas. Pero lo que hizo es ilegal y alguien debería de explicarle eso al presidente.
La obra pública es una obligación del Estado y para eso existen los impuestos. El presidente debería de impulsar leyes fiscales que aumenten la recaudación de los grandes contribuyentes. Es decir, una verdadera política de izquierda que trascienda su gobierno. No incurrir en donativos ‘voluntarios’ de la iniciativa privada y otras ocurrencias que atentan contra las leyes.
La presa en Sinaloa es tarea del gobierno, no de los privados.
El neoloiberalismo en México ya está muerto… nomás no le han avisado.
Información Radio Fórmula