Por Yuriria Sierra
La conquista del espacio, un tema inagotable para la humanidad. Desde la llegada del hombre a la Luna, hasta la colocación de nuevos destinos en la mira. Nuestra especie siempre ha soñado con llegar más allá de lo que sus ojos le permiten ver. Con la llegada de nuevas tecnologías y el avance en áreas que convergen para que un viaje al espacio sea posible, se han abierto nuevas posibilidades. Ayer fue Jeff Bezos: completó el primer viaje con tripulación civil con su compañía Blue Origin, lo acompañaron su hermano, la pionera Wally Funk, 82 años, y el adolescente Oliver Daemen, de 18. La travesía duró apenas 11 minutos, tiempo que les permitió traspasar la barrera de los 100 kilómetros de altura, más allá de la considerada frontera espacial, y quedaron cuatro minutos en situación de ingravidez. Nada que no hayamos visto antes en alguna otra misión de la NASA, pero sí es una segunda prueba, un segundo paso mucho más concreto rumbo al turismo espacial y la capitalización de aquello que luce tan lejano. Días antes lo hizo otro multimillonario, Richard Branson, con su compañía Virgin Galactic. La experiencia fue muy similar, no en un cohete, sino en un avión espacial supersónico que le permitió también traspasar aquella frontera en las alturas y ver desde su ventana el borde de la Tierra. En unos meses veremos un episodio similar, ahora protagonizado por otro personaje que hace millones por segundo. Elon Musk, dueño de Space X, aunque su viaje será mucho más largo, durará tres días y alcanzará una altitud de 540 km y una velocidad que le permitirá orbitar la Tierra cada 90 minutos.
Sin duda, planes y momentos de ensueño que vemos el resto a través de la televisión. Sí, es emocionante escuchar el conteo regresivo, ver el despegue, atestiguar el ascenso, estar pendiente de la misión y celebrar la vuelta a tierra a salvo. Sin embargo, todo esto sigue siendo algo tan ajeno.
Qué ironía la de Jeff Bezos cuando agradeció a sus empleados y a cada uno de los clientes de Amazon por haberle permitido cumplir su sueño, pagarlo. El suyo, como el de Branson o Musk, son más objetivos personales que metas colectivas. En el desarrollo de su empresa especial, Jeff Bezos ha invertido al menos 21 mil millones de dólares, una cifra estratosférica, pero que apenas, decía ayer mi querido Rodrigo Pacheco, representa el 10% de su fortuna. En el caso de Elon Musk y su compañía, se sabe que la NASA le otorgó un contrato de 3 mil millones de dólares para el lanzamiento de sus misiones especiales. Especialistas financieros estiman que esta compañía, que tiene por objetivo no sólo el turismo espacial, sino incluso su llegada a otros planetas, podría valer hasta 35 mil millones de dólares. Desde luego, un boleto para ser parte de cualquiera de estas misiones tiene un precio exorbitante, en la de Branson, por ejemplo, oscila en los 250 mil dólares.
Y mientras somos testigos de estos hitos, también vemos como millones de personas esperan vacunas. Países enteros, como Haití, no han podido acceder a dosis contra covid-19 como sí lo han hecho países desarrollados. A la emergencia sanitaria, se le suman las condiciones varias y en las que han vivido por años: pobreza, hambruna. También vemos cómo nuestro planeta urge por cambios en las políticas que frenen su explotación. Mucha desigualdad y ya estamos pensando en la conquista del espacio y, más triste aún, que muy pocos podrán pagar. Tras una pandemia como la que seguimos viviendo, ¿es momento de mirar más allá?. Información Excelsior.com.mx