Por Ángel Verdugo
Desde varios días antes de su reincorporación a los actos proselitistas de índole estrictamente electorera (que algunos ingenuos llaman, todavía, “giras del Presidente”), éste comunicó que, en vez de tomar el avión para ir de la Ciudad de México (CDMX) a Cancún, el viaje a ese destino lo haría por tierra, al igual que el resto de su recorrido por el sureste.
El Presidente pues, en una decisión que raya en lo absurdo por decir lo menos, irá de la CDMX a Cancún en un viaje de más de 20 horas por carretera para, desde ahí, regresar “rancheando” durante ocho días en el viaje de regreso a la CDMX. El Presidente estará fuera de la CDMX, desde el sábado 30 de mayo al domingo siete de junio; es decir, andará a la búsqueda adelantada del voto durante nueve días.
Al estar en la carretera tantos días —con los riesgos que esto implica para su integridad física—, el Presidente no únicamente retará a la suerte en materia de un posible contagio sino también de un accidente. En pocas palabras, al Presidente poco parecen importarle las consecuencias que tendría para la estabilidad económica y política, la concreción de cualquiera de esas eventualidades.
Por otra parte, ¿qué explica —de haber explicación lógica de ello—, esta decisión del Presidente? ¿Qué explicaría también llevarla a cabo estos días, los cuales lucen complicados por decir lo menos, en lo que se refiere a los efectos de la pandemia que enfrentamos? ¿Habrá en él conciencia clara del riesgo que corre y, de haberla, valdría la pena correrlo?
Muchas preguntas de índole similar surgen ante la conducta del Presidente; todas ellas se deberían, no únicamente los riesgos que correrá sino también, por la situación que enfrenta el país en varios ámbitos la cual, por lo menos, exige su presencia en la CDMX en reuniones de trabajo permanentes con sus funcionarios. En ellas, además de analizar aquélla y diseñar vías de solución para tanto problema que enfrentamos pues como solemos decir coloquialmente, ya no sentimos lo duro sino lo tupido.
De esta decisión del Presidente, debo decirlo, no encuentro racionalidad alguna; lo que encuentro es lo opuesto, una total y peligrosa irracionalidad y la preferencia por una opción la cual, además de dejar mal parada su gobernación, exhibe una errónea fijación de prioridades.
Finalmente, después de darle vueltas y vueltas al tema con el objetivo de encontrar una justificación más o menos sensata a decisión tan arriesgada e irresponsable, llegué al tema de la “popularidad y aceptación” del Presidente por parte de los ciudadanos, así como al de la calificación que le otorgan a su gobierno.
Al revisar varias encuestas levantadas en los últimos seis meses, salta de inmediato un hecho que podría sorprender a no pocos de los simpatizantes del Presidente: la caída de su “popularidad”, y la baja calificación que le otorgan los entrevistados en aspectos centrales de la gobernación.
Al cruzar este hecho —irrefutable por lo demás—, con la cancelación durante varias semanas de los actos de promoción político-electorera, los cuales parecen ser la prioridad número uno del Presidente por no decir la única, no pude menos que concluir que al Presidente, lo que en verdad le urge es regresar a los actos abiertos; a las inauguraciones de nada, y a la venta de ilusiones para intentar rescatar, cosa que me parece a estas alturas imposible de lograr, la popularidad perdida.
Ahora bien, al estar dispuesto el Presidente a correr el riesgo de un posible contagio o un accidente carretero, únicamente significaría que los resultados conocidos a la fecha de las encuestas que son públicas, no reflejan la verdad. La realidad encontrada y medida en las encuestas privadas a las que tienen acceso unos cuantos, debe ser, no encuentro otra explicación para tan arriesgada decisión, mucho peor de lo que vemos y escuchamos en los diferentes espacios mediáticos de otras encuestas.
Por ello pregunto: ¿se justifica una conducta como la que deja ver el Presidente? ¿Es válido poner en riesgo su salud y la estabilidad política del país, así como agravar la situación económica que a estas fechas raya en la debacle, en aras de recuperar una popularidad perdida?
Finalmente, ¿qué diría usted de un gobernante de un país con problemas similares a los nuestros, que dejare la oficina y saliere de gira proselitista durante nueve días, en un recorrido de miles de kilómetros por carretera? Información Excelsior.com.mx