Yuriria Sierra
Los recientes huracanes Norma y Otis han puesto en alerta duramente las costas mexicanas; Otis, incluso, anoche alcanzó la máxima categoría 5, con vientos de hasta 260 km/h. Estos meteoros de inusitada intensidad confirman la tendencia al alza en la fuerza de los ciclones tropicales, producto del calentamiento global. A medida que los océanos se calientan, se evapora más agua que actúa como combustible para que los huracanes se fortalezcan. Así lo indica la ciencia.
Pero no sólo es la velocidad del viento. Estos fenómenos también descargan lluvias torrenciales que provocan devastadoras inundaciones. Mientras la temperatura del planeta siga en aumento, debemos prepararnos para huracanes y tormentas todavía más poderosos.
Es urgente que México invierta más en adaptarse a esta cruda realidad climática que ya nos impacta. Sistemas de alerta temprana, infraestructura resiliente, reforestación de manglares que protegen de marejadas, y sobre todo, acelerar la transición a energías limpias.
De nada servirá lamentar los daños después. La prevención es la única salida ante furias climáticas cada vez más desatadas. Tomemos consciencia antes de que sea tarde. Nuestro futuro está en juego.
Y México es un país acostumbrado a lidiar con tormentas, tanto las que trae la naturaleza como las que despiertan en la arena política. Este año, mientras los huracanes Norma y Otis azotan nuestras costas, no puedo evitar pensar en la novela de Fernanda Melchor titulada Temporada de huracanes, que refleja la oscuridad y los peligros que acechan en momentos de crisis. La desaparición del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) en México se ha convertido en una tormenta perfecta que amenaza a la protección civil, y es hora de enfrentar esta realidad con seriedad.
El Fonden era un mecanismo de seguridad que permitía a las autoridades responder a los estragos de los desastres naturales sin demoras. Pero su desaparición ha dejado un vacío que, en plena temporada de huracanes, podría volverse una tormenta en sí misma. Las áreas de protección civil a nivel federal y estatal enfrentan dificultades financieras para prepararse y responder de manera efectiva a los fenómenos naturales.
Nuestro país se encuentra en una temporada de huracanes, pero en este caso, el temor no proviene sólo de los elementos desatados de la naturaleza, sino de la falta de previsión y preparación por parte de las autoridades. La tormenta perfecta que podría desatarse ante un desastre natural sin la infraestructura y los recursos necesarios es una realidad que debemos afrontar. Inforamción Excelsior.com.mx